EDITORIAL
Hacia una Catalunya independiente
martes 21 de octubre de 2014, 14:31h
Asombra que desde que se instalara el Gobierno presidido por Mariano Rajoy, el único argumento que esgrime el Estado para impedir una posible autodeterminación de Cataluña como un Estado independiente del resto de España sea de índole económica y financiera. Sorprende que lo único que se pueda alegar para evitar la separación es que se van a quedar fuera del euro –una unidad monetaria cada vez más amenazada, dicho sea de paso-, que el PIB se les va a reducir un 25% de golpe, o que van a tener que acarrear con la parte de la deuda que les corresponde. Todos costes asumibles si se trata de ganar un país.
Tomemos un símil cercano: si un padre de familia llegara borracho todos los días a casa y pegara a su esposa, estaría dando un ejemplo lamentable a su hijo, que lo aborrecería. El padre borrador además se funde el dinero del precario trabajo que tiene, gastando además el que gana la madre limpiando escaleras. El chaval, con 17 años, se enfrentaría en algún momento a su padre y se pondría de parte de su madre, a la que apoyaría. Pasado algún tiempo, el chico se hace mayor de edad, cumple 18 años, y decide irse de casa. No aguanta más. Su padre intenta hablar con él, aproximando posturas, y pretende convencerle argumentando que no tiene trabajo, que va a ser muy duro, que no tiene dinero, y que dónde va a buscar casa para dormir. Para el chaval no hay otra salida. Tiene que irse de casa.
España está atravesando momentos institucionales muy duros, como los del ejemplo del padre borracho. Los grandes partidos, PSOE y PP principalmente, han dado un lamentable ejemplo. Han perdido los papeles. La corrupción aqueja todos los órganos del sistema, y ataca a todos los niveles de la Administración. No puede ser que el único argumento que le quede al Estado sea el económico-financiero. Es difícil sujetar en estas condiciones las fuerzas centrípetas y los ánimos alocados. Hemos vivido instalados en una borrachera de un sistema por el que ha chorreado el dinero.
Volviendo al símil del padre borracho, á éste solo le quedaría una posible vía: una catarsis doméstica de gran profundidad. No valdría con pintar la casa o cambiar los muebles de la cocina, gastos que, además seguramente no podría afrontar. Tendría que sentar a todos en torno a la mesa. Dar ejemplos, durante unas cuantas semanas, de que no había vuelto a coger la botella de vino. Cambiaría su aspecto y actitud, dolida y arrepentida. Tendría que pedir perdón, tanto al hijo como, desde luego, a su esposa. Y seguramente tendría que afrontar algún cambio mucho más profundo y doloroso, por ejemplo, irse de casa durante algún tiempo, o ponerse en manos de médicos o psicólogos.
Muchos españoles exigen una catarsis de ese tipo para nuestra Nación. No vale ya con maquillar el escenario político. Llega el 9 de Noviembre de 2014. Es el día del referéndum de independencia para Cataluña, y el padre borracho no lo puede impedir. Mucho le dolerá a Cataluña abandonar a su Madre, en este caso España, a la que, seguramente, tanto quiere. Pero los argumentos no pueden ser los de que se va a quedar sin dinero. Eso es una soberana estupidez.
El hijo se ha rebelado al padre. Estamos andando directamente hacia una Catalunya independiente sin que nade haga nada serio por evitarlo, salvo invocar los coste financieros que esto tendrá. ¿Le importa acaso al hijo dormir en el parque con tal de no aguantar a su padre?