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PERMANENTEMENTE ENTRE NOSOTROS

A vueltas con el Moral Hazard

Por José-Ramón Ferrandis Munoz, Licenciado en CC Políticas y Técnico Comercial y Economista del Estado

domingo 04 de enero de 2015, 10:34h
José Ramón Ferrandis
José Ramón Ferrandis
Excúsenme los lectores por tirar de inglés así, de entrada. El término Moral Hazard data del Siglo XVII, pero su uso se expandió en el XIX al ser utilizado de manera generalizada en el sector de los seguros y hoy en día es un lugar común. Su significado en economía subraya la posibilidad de que alguien adopte un nivel de riesgo (hazard) muy alto en la seguridad de que si las cosas se tuercen, otro correrá en parte con los gastos del siniestro. En realidad la lección a extraer tanto en economía como en política o en cualquier otra faceta de la sociedad va un poco más allá: puesto que alguien se hace siempre cargo de pagar los platos rotos, muchos arriesgarán que se rompan en la seguridad de que el Banco Central, el Fondo Monetario Internacional (FMI) del bracete del Banco Mundial (BM), el Banco Central Europeo, los fondos de reptiles del Estado o cualquier depósito gestionado por una instancia superior se hará cargo de los costes.

Esos muchos tienen mucho que ganar y poco/nada que perder, así que tontos serían si no actuaran como lo hacen. Pondré algunos ejemplos que se correspondan con los agentes que acabo de mencionar.

El primero tiene que ver con la crisis financiera de 2007. Tras la caída de Lehman Brothers y el oleaje que desató, los bancos centrales decidieron rescatar al resto de las instituciones financieras que habían incurrido en riesgos, pues su quiebra acarrearía males mayores. El resultado fue una miríada de rescates (en España, el de gran parte de la banca pública, es decir, de las Cajas de Ahorro, quienes llevaban algún tiempo incurriendo en riesgos exagerados en beneficio de las élites políticas que las rescatarían). Nada nuevo bajo el sol: según el Banco Mundial, todas las casi 100 crisis bancarias que han tenido lugar en los últimos 20 años han sido resueltas vía rescate.

El segundo se refiere a la Iniciativa HIPC de 2006, gestionada al alimón entre el FMI y el BM, cuya finalidad era condonar las deudas que gravitaban sobre más de cuarenta países pobres del mundo. Ello ha permitido a éstos iniciar un nuevo camino con sólo una fracción de la deuda externa que mantenían como consecuencia de la Ayuda Oficial al Desarrollo, evitando repudios formales de la misma y manteniendo una rígida tutela posterior sobre el nuevo endeudamiento del esos países rescatados. Sólo un férreo control de los Ministerios de Economía de cada país de la OCDE, en representación de los intereses del FMI y del BM, está logrando que el nuevo endeudamiento de los países HIPC permanezca dentro de los límites preestablecidos: la tendencia natural del moral hazard establece que los países se endeudarán de nuevo más allá de sus posibilidades de repago, pues siempre estarán las instituciones de Bretton Woods para volver a rescatarlos.

El tercero viene a cuento de la actuación extraordinaria del Banco Central Europeo (BCE), quien ha rescatado de facto a algún país del Sur de Europa cuyo endeudamiento aconsejaba un rescate (como el que ha tenido lugar con la inestimable ayuda del FMI, el MEDE y el FEEF en Grecia, Irlanda, Portugal y Chipre) y que derivó en la adquisición sistemática de la Deuda Pública de ese país a través del Carry Trade y la consiguiente disminución de la prima de riesgo a mínimos históricos … para permitir que el endeudamiento continuara, si bien a costes menores. La alternativa era la implosión del Euro. Los listillos (vía moral hazard) se salieron con la suya, el BCE presenta un balance bastante subóptimo y en cuanto consiga desatar la inflación que desesperadamente persigue, el problema de la deuda pública en la UEM empezará a resolverse.

Los fondos de reptiles de los Estados sirven, además de para hacer frente a gastos no presupuestados de carácter inconfesable, para pagar los rescates que los terroristas de toda laya exigen tras secuestrar ciudadanos del Estado que paga. El moral hazard en este caso estriba en que una vez efectuado el primer pago, los terroristas perciben claramente el negocio y los secuestros duran hasta que no hay más ciudadanos que secuestrar, bien porque deciden no atravesar el Sáhara (por ejemplo), bien porque las patrullas de los ejércitos de los países extorsionados terminan con el juego.

Como ve el lector, el moral hazard está permanentemente presente entre nosotros. Por cierto, la traducción al español más extendida es la de “riesgo moral”, que aúna el concepto de riesgo en una posición muy expuesta con la malicia implícita del que asume el riesgo (el listillo), quien apuesta por que no se le dejará caer si fracasa. Y no se le dejará caer por diversas razones propias de la condición humana de las que otro día hablaremos.

Bien. Y todo este exordio, ¿a qué viene en este momento, considerando que el fenómeno del moral hazard se ha identificado y definido en el Siglo XVII y se habla de él de manera recurrente desde entonces? Pues viene a cuento de la recentísima decisión del Ministerio de Hacienda y Administraciones Públicas de condonar el pago de intereses de demora a las Comunidades Autónomas que reiteradamente incumplen sus compromisos con el resto del Estado. Por ir algo más allá, las Comunidades Autónomas que no gestionen con prudencia y exquisitez los fondos que se les transfieren anualmente desde el Estado Central no tienen por qué preocuparse: el Fondo de Liquidez Autonómico (FLA), en esos casos, se hará cargo de los extracostes y permitirá que el incumplimiento se reproduzca una y otra vez. ¿Quién gana en este juego de suma cero? Los listillos, claro está, ya hemos visto los ejemplos anteriores. Y ¿quién pierde en este juego tramposo que se reitera sin fin? Pues los ciudadanos que residen y tributan en las CCAA que han hecho su trabajo, que han cumplido con las normas, que han actuado con limpieza y de buena fe, que han reducido los gastos hasta igualarlos con los ingresos. Y pierde el Tesoro en su conjunto, que deberá endeudarse de nuevo por los cientos de millones de Euros de sobrecoste que las políticas de los listillos llevan asociadas. Y perdemos todos los españoles, que finalmente veremos cómo los impuestos siguen gravando nuestra riqueza para que unos pocos sigan viviendo a costa de todos.

El Ministro de Hacienda y Administraciones Públicas, de cuyo nombre no quiero acordarme, ha afirmado que la decisión de condonar los intereses de demora “no estimula el incumplimiento”. Falso, caballero. Falso, como tantas otras afirmaciones anteriores suyas. Esta decisión impulsa el incumplimiento. No incumplir a partir de ahora sería estúpido, porque en el siguiente ejercicio, el Ministro de Hacienda volverá a condonar el incumplimiento. Es el moral hazard, el riesgo moral, “el que venga detrás, que arree”, el “après moi, le déluge”.

Termino como empecé: puesto que alguien se hace cargo siempre de pagar los platos rotos por un comportamiento irresponsable, muchos arriesgarán que se rompan en la seguridad de que otro pagará el desmán. Pagado está. Pero las consecuencias de este ejemplo de moral hazard pueden ser devastadoras.
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