Desde antaño, las aguas termales, y las sulfurosas, que van de la mano, han venido siendo sinónimo de salud y bienestar. Los romanos, y más tarde los árabes, fueron las culturas que más se afanaron por afinar el uso controlado de estas aguas, creando instalaciones ad-hoc que han llegado hasta nuestros días en forma de Balnearios. Un SPA, no es sino el diminutivo del latí “salus per aquam” o, lo que es lo mismo, salud por el agua. El agua natural, sea marina o dulce, se ha convertido en unos de los uso más atractivos del turismo mundial.
Pero también vikingos, escoceses o griegos conocieron formas del uso terapéutico y sanador del agua: las famosas saunas tiene su origen en una forma de sentirse caliente en entornos fríos, como son los parajes escandinavos. Recuperar la forma física de nuestro cuerpo, devolverle la salud tras el desgaste y esfuerzos del día, se consigue de forma acelerada mediante el uso cuidadoso del agua, una tradición que se reúne en nuestros tiempos, y de forma bastante completa, en una multitud de balnearios y SPAs repartidos por todo el mundo, que engloban lo mejor de estas terapias naturales y preventivas, pero también sanadoras.
A lo largo y ancho del mundo podemos encontrarnos con parajes increíbles en los que las personas podemos bañarnos para recuperar nuestra salud. Unas veces buscando la relajación o el disfrute, otras simplemente por las propiedades que se adjudican a determinadas aguas, algunas milagrosas, playas, lagos, ríos, arroyos, mares o piscinas naturales o artificiales son algunos de esos lugares en los que el Ser Humano busca el baño como sinónimo de salud y bienestar.
El agua siempre ha estado asimilada a la salud. El líquido elemento nos limpia por dentro y por fuera, bebemos agua y sabemos que nos depura, pero también lavamos nuestro cuerpo para conservarlo saludable. Al agua se le confieren también propiedades de depuración espiritual y casi todas las religiones la tienen como elemento de purificación. En la India se bañan al borde del Ganges para purgar su alma y su cuerpo, pero los musulmanes también se lavan los pies en señal de purificación, mientras los cristianos nos bautizamos con agua, rememorando los bautismos que San Juan Bautista realizada en el río Jordán, al borde del Mar Muerto.
Se dice que las aguas del Jordán son muy beneficiosas para la salud, y las gentes acuden allí a beberla, cerca de Jericó y cerca también donde Jesucristo se retiró cuarenta días en el desierto, simbolizados hoy en la Cuaresma. Uno de los parajes más impresionantes que podamos encontrar en el mundo es el del Mar Muerto. La salinidad es cercana al 400%, ocho veces más que el agua marina normal. El Mar Muerto es en realidad un lago interior, resto del Mar Mediterráneo, que quedó allí atrapado hace millones de años. Está además varios metros bajo el nivel del mar, y cuando se desciende por la carretera se nota que los oídos se taponan como cuando se suben altas montañas.
Una vez allí, el baño es onírico, ya que se nada con dificultad flotando por encima del agua, sin poder sumergirte, como un pato de goma en una bañera. El agua es tan salada que sabe casi ácida, y conviene tener cuidado con los ojos, pues nos se aguanta el escozor que produce. Allí se echa de menos la existencia de un hotel o balneario, yo creo que podría atraer centenares de miles de turistas al año, pero claro, frente a las costas israelitas del Mar Muerto se sitúa Jordania, y conviene pararse a recordar la Guerra de los Seis Días o la actual situación que vive Siria o Egipto, a pocos kilómetros de distancia y a tiro de piedra de cualquier misil.
Los lodos negros que constituyen el fondo del Mar Muerto tienen propiedades curativas y excelentes para la piel o articulaciones. Son muy parecidos a otros lodos casi idénticos que podemos encontrar en el Mar Menor, en Murcia. La salinidad del agua en esta zona de España en Lo Pagan, que son las antiguas salinas del Parque Regional de las Salinas y Arenales de San Pedro, es también muy alta y parecida a la del Mar Muerto y de propiedades similares. Los lodos del Mar Muerto tienen fama por las propiedades comentadas, pero los de Murcia no han ganado tanta fama con el tiempo, y se lo merecerían de igual manera.
En España tenemos muy prestigiosas zonas balneáricas ya conocidas desde tiempos de los romanos, como la zona aragonesa en la que destacó el Balneario de Sicilia, los pirenaicos de Panticosa, Archena en Murcia, o Mondariz en Pontevedra, que son algunos de los más antiguos y tradicionales. En sus tiempos, casi todos llegaron a embotellar sus aguas prodigiosas y curativas. El complejo de Panticosa era excepcional, -próximo a conocidas zonas de esquí-, y tuvo el primer edificio de España construido en hormigón, creo que una obra de principios del XX, que correspondió a un pequeño club social, y en el que había un inmenso y antiguo piano que pude llegar a tocar hace decenios.
Dentro del apartado del balnearios, resalta en la actualidad el de
Marina d’Or, que es hoy el mayor balneario de agua marina de Europa, en el que se instala un Hotel de Cinco estrellas que cuenta con una rigurosa dirección médica que incorpora todo tipo de tratamientos, hasta los más modernos de la quelación o la cámara hiperbárica. Este complejo balneárico sobresale por disponer de todo tipo de instalaciones relacionadas con el agua: gran hamman, baños turcos, baños romanos, saunas, duchas de todo tipo, jacuzzis, salas de masajes y relajación, completos tratamientos médicos incluyendo los de odontólogo y un sinfín más de tratamientos.
Lo más alto en paralelos que he yo podido llegar a bañarme en Europa es en las playas de Ostende, en Bélgica, en pleno Mar del Norte, aunque hubo que echarle un poco de valor. He llegado hasta Estocolmo y San Petesburgo, pero eso ya es el Báltico y no tuve atrevimiento ni para remojarme los pies.
Aunque hay otros lugares inolvidables para bañarse en Europa. Uno de ellos es el lago Balaton, en Hungría. Este lago tiene playitas y espacio para actividades de vela y antaño fue lugar de asueto y esparcimiento durante el régimen socialista, con hotelitos y apartamentos construidos al efecto, que aún hoy perduran reconvertidos a las necesidades de los mercados actuales. Aunque de Hungría yo me quedaría con la piscina termal del Hotel Gellert de Budapest, uno de los más famosos y clásicos de la capital húngara, al estilo del Ritz o Palace de Madrid. Recuerdo una vez que atravesé el Danubio por uno de sus enormes puentes durante una lluvia halada en pleno mes de noviembre. Llegué a este hotel empapado, terminé confortándome con un baño en su famosa piscina interior termal, y no llegué a constiparme. El agua de la piscina me pareció extremadamente caliente, no estoy seguro si fue una sensación o una realidad.
Un poco más al Este, uno puede bañarse en el Mar Negro. Hay lugares muy recomendables, aunque por instalaciones yo me quedaría con la ciudad de Varna en Bulgaria, o con Constanza en Rumanía, ambas con estupendas playas, hoteles y restaurantes.
El mundo es enorme, y hay lugares naturales ignotos y casi desconocidos, algunos que he conocido pero de los que he rehuido el baño. Los países del Golfo de Guinea que he visitado, -Camerún, Benin, Guinea Ecuatorial o Nigeria-, tienen lugares paradisíacos para tomar baños en playas salvajes. Y América también, como las estupendas playas de Pimentel, en Perú.