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LA DUDA INCORRECTA

La vergüenza de Gibraltar

Por Luis Sánchez de Movellán

By Luis Sánchez de Movellán
martes 21 de octubre de 2014, 14:31h
Luis Sánchez de Movellán
Luis Sánchez de Movellán
Nos llama la atención como en pleno escándalo político del affaire Bárcenas o del latrocinio sindical de los ERE´S en Andalucía, el Gobierno se inflama de aparente ardor patriótico y el halcón García-Margallo simula emular a sus gloriosos antepasados en la defensa de España. Si hacemos una lectura en clave de política interna, nada mejor que el recurso al patriotismo contra los corsarios británicos, en una España canicular y de chiringuito a la que le importa un pimiento la patria y la Roca, para tapar todo el lodazal en el que están enfangados todos los epígonos de la partitocracia.



Las reacciones ante las maniobras del Sr. Cameron y su Royal Navy han sido muy diversas. Unos pocos nos indignamos de verdad y sentimos arder nuestra vena patriótica pues seguimos considerando que Gibraltar es español y que el mantenimiento de la última colonia situada en plena Europa es una vergüenza y una afrenta de la pérfida Albión. Una vergüenza y un robo, pues el precio que tuvimos que pagar como nación para que se sentara en el trono español la dinastía de los Borbones. Por el infausto Tratado de Utrecht los hijos de la Gran Bretaña se quedaron con Gibraltar, convirtiendo con el tiempo la Roca en lo que es hoy: un fétido paraíso fiscal, un nido nauseabundo de contrabandistas y una máquina infecta para el blanqueo de dinero.

Durante el régimen de Franco, nuestra política exterior en lo tocante a Gibraltar consiguió un triunfo en la ONU: una Resolución en la que se consideraba la Roca como una colonia y obligaba taxativamente al Reino Unido a su descolonización. Pero ya sabemos que el Imperio es algo vital para los ingleses y a la Reina Isabel la sigue gustando ser reina virtual del Canadá, Australia, Gibraltar…y no sé cuantas isluchas más. Ante ello, el Gobierno español recurrió a la fuerza, aun cuando fuera simbólica, cerrando la famosa verja y manteniendo aislada la colonia británica.

Llegó la Transición y ya empezó a cobardear todo hijo de vecino. Del “pensar juntos” sobre Gibraltar se pasó a la apertura de la verja y a una permisividad vergonzosa que permitió que la Roca se convirtiera en un verdadero emporio de sociedades evasoras de impuestos, de operaciones de blanqueo de dinero y de conversión en un paraíso de casinos on-line (encima poniendo nosotros, a bajo precio, las líneas telefónicas) Y de aquí –en una política de entreguismo total- se pasó a facilitar terreno para el aeropuerto (bajo el eufemismo de “uso conjunto”), flexibilizar las fronteras y renunciar a la soberanía española con el cuento de las soberanías compartidas.

Nos deja perplejo el escuchar en estos días estivales toda una sarta de recomendaciones, consideraciones y “lecciones” históricas de toda laya de tertulianos y opinadores que alientan el desánimo lanar, el entreguismo cobardón, la cesión vergonzosa y el antipatriotismo más estúpido. La argumentación bobalicona de toda suerte de agentes albiónicos se basa en decir que existen inversiones inglesas, que somos muy amiguetes y que vienen muchos guiris blanquirosáceos a ponerse como cangrejos en las playas y –añadimos- “ciegos” a todas horas.

Las autoridades de la Roca nos siguen haciendo cortes de manga y ejerciendo una política “macarroplayeril”, con sus exhibiciones de chulesco acoso a los pesqueros andaluces, de matonismo tabernario con las patrulleras de la entregada Guardia Civil y de terrorismo medioambiental con el lanzamiento de bloques de hormigón erizados de hierros ponzoñosos. Las autoridades de la Roca actúan inpunemente, no sólo porque se encuentran protegidas por la flota de su Graciosa Majestad sino también por los propios intereses económicos de los españoles.

Gibraltar es hoy un paraíso de corsarios y filibusteros postmodernos con intereses hispano-británicos entrecruzados y no confesables. Son muchos los que ganan con ello y son muchos los intereses que empujan a “pensar juntos”, a “relajar la tensión”, a volver a la teoría de “los intereses conjuntos” o a “establecer soberanías compartidas”.

España lleva casi cuarenta años de renuncia. Los sucesivos gobiernos llevan varias décadas dejando que la vieja Resolución de la ONU, por la que se reconoce inequívocamente la soberanía española del Peñón, duerma el sueño de los justos. El ministro García-Margallo hace gestos parapatrióticos, pero nos tememos que pasadas las aguas agosteñas y sosegados los ardores patrioteros, el premier Cameron y el presidente Rajoy sigan “pensando juntos”. Eso sí, Mariano –como, por cierto, todos nuestros expresidentes- con los pantalones a media pantorrilla.
  • Luis Sánchez de Movellán es Doctor en Derecho y Director de la Vniversitas CEU Senioribvs




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