A finales de Enero de 1974, el Obispo de Bilbao remitió a todas las parroquias de la diócesis un documento titulado “El Cristianismo, Mensaje de Salvación para los Pueblos” para su lectura el domingo 24 de Febrero. El documento en cuestión en cuya redacción parece que no tomó parte el Obispo –aunque lo aprobó personalmente y se responsabilizó de su contenido- sino su Vicario de Pastoral, Ángel Ubieta, abordaba el llamado “problema vasco” desde la perspectiva de que existía una opresión sobre dicho pueblo ante la que la Iglesia debía “contribuir a la creación de una convivencia ciudadana”. Según el documento, el pueblo vasco tropezaba con serios obstáculos para conservar su identidad; entre ellos citaba únicamente “notorias restricciones en el uso de la lengua vasca” y “un discriminado control...de las diversas manifestaciones culturales...”.
El documento era, en realidad, un revoltijo panfletario con media docena de lugares comunes-además de falsos, como demostró la propia prensa vizcaína- que eran manejados constantemente por los grupos nacionalistas vascos. Su inoportunidad era evidente y su carencia de fundamento también. La propia Comisión Permanente de la Conferencia Episcopal, reunida en El Escorial a mediados de Febrero, consideró el documento inoportuno, pero no pudo o no quiso impedir su lectura.
La cuestión se pudo zanjar con una simple puntualización por parte de algún órgano de la Administración, pero el Gobierno Arias cometió la insensatez de convertir tan insulsa y tópica homilía en un verdadero casus belli. Primero realizó gestiones ante el Nuncio Luigi Dadaglio para impedir la difusión del documento pero, al parecer, el Obispo Añoveros respondió que ya era tarde. La lectura de la homilía provocó, como era de esperar, serios incidentes en las iglesias entre unos y otros fieles, en vista de lo cual el torpe gobierno continuó su escalada mediante una Nota del Ministerio de Información que consideraba la homilía como un ataque gravemente subversivo contra la unidad nacional, lo que ocasionó la salida del Nuncio, Monseñor Dadaglio, hacia Roma para evacuar consultas.
No paró ahí la cosa, sino que se iniciaron los preparativos para la salida de España de Monseñor Añoveros, mediante el envío de un avión al aeropuerto de Sondica; parece ser que el Gobierno tenía la esperanza de lograr que el Obispo fuese llamado desde Roma, lo que demostraba su profunda ignorancia acerca de la política y el sutil quehacer del Vaticano. Ahora bien, la impresión que se daba a la opinión pública era que el Obispo iba a ser expulsado, lo que indefectiblemente produciría la solidaridad de todo el Episcopado aún reconociendo la torpeza del Obispo de Bilbao. En esa situación Monseñor Añoveros hizo saber que su expulsión a la fuerza llevaría consigo la excomunión –parece ser incluso que el Cardenal Tarancón tenía preparada un acta de excomunión para miembros del Gobierno- de quienes la ordenasen y ejecutasen.
Regresó el Nuncio de Roma el 4 de Marzo y se multiplicaron las gestiones para darle al affaire una salida airosa; se emplearon a fondo en ello Monseñor Cantero Cuadrado y los Cardenales González Martín y Enrique y Tarancón. Entretanto los propios Servicios de Información de Presidencia del Gobierno aconsejaban vehementemente que no se procediese a la expulsión de Monseñor Añoveros.
El Cardenal Enrique y Tarancón, años después, rendiría homenaje a la prudencia y buen sentido del General Franco que, sustraído a su inacción gracias a las gestiones de los dos Cardenales, resolvió, una vez más y probablemente la última, la difícil situación en que había colocado al Régimen la incapacidad del Gobierno Arias y se zanjó la cuestión con una seria reprimenda del Generalísimo Franco a Carlos Arias Navarro en el Consejo de Ministros del 8 de Marzo de 1974 por su torpe proceder, así como mandando a Monseñor Añoveros y a su Vicario Ubieta lejos de la diócesis durante unas breves vacaciones.
El papel de la Iglesia en el tardofranquismo y en la posterior Transición han provocado serias crisis –aún, por cierto, no resueltas- aprovechadas por los enemigos de nuestra Patria y el catolicismo para que, como dijera Monseñor Sebastián Aguilar hace años,”en España exista un estado de sitio y casi de asalto desde el laicismo dominante contra la Iglesia, contra la cultura cristiana y contra la misma fe religiosa”.
- Por Luis Sánchez de Movellán de la Riva, Dr. en Derecho y Director de la Vniversitas CEU Senioribvs