EL CHAVAL QUE SE HA REÍDO POR NOSOTROS
Un monumento para el “pequeño Nicolás”
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El "pequeño Nicolás" con el "boss" Aznar. |
Por José Luis Barceló
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José Luis Barceló Mezquita
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jlbarceloelmundofinancierocom/9/9/27
domingo 26 de octubre de 2014, 12:33h
El affaire del “pequeño Nicolás”, como se conoce a Francisco Nicolás Gómez Iglesias, trae revuelta a media judicatura, pero también a responsables políticos y de altas instituciones del Estado que tienen ahora que soportar el hazmerreír del pequeño jovenzuelo, ágil como una lagartija, colándose por todos los recovecos de ministerios y Palacios, hasta incluso hacerse una foto con el propio Rey durante su justísima coronación. Yo no estoy seguro de que el “pequeño Nicolás”, al que se ha tildado y calificado ya de delincuente, usurpador y falsificador de documentos, sea un tipo perverso y peligroso. Ni tan siquiera culpable. Apunto más como culpables a los que le dejaron “colarse”. Su perfilada apariencia de “cachorrillo” del PP logró incluso que se le permitiera sentarse a la izquierda de “Dios padre” Aznar, sin que nadie rechistara. Tampoco Aznar, a quien seguramente le parecería estupendo el susodicho “cachorrillo azul”.
La gravedad del asunto no es que el tal Nicolás se colara en la fiesta, como en la canción de Mecano, sino que le dejaran entrar. Un simple portero de discoteca sabe perfectamente a quien tiene que dejar pasar, y el “pequeño Nicolás” nunca se le vio acudir disfrazado de “pibón” para colarse donde todos se lo estaban pasando pipa.
Al contrario. El “pequeño Nicolás” iba tan fresco, tal y como es él. Las supuestas falsificaciones son un rollo que se han metido los políticos y algunos medios, porque el chaval ha estado presentando “etiquetas de Anís el Mono” por todas partes, y la gente se la ha tragado.
El forense de las cosas sicológicas ha afirmado por escrito que el “pequeño Nicolás” sufre «una florida ideación de tipo megalomaníaco», es decir, como cualquier chaval de 20 años que quiere ser astronauta. Nada del otro mundo, así que la jueza le dejó salir a la calle sin fianza. ¿De qué delito se le acusa? Y, ¿quién va a ser el que le señale en una denuncia o acusación?
Se han dicho chorradas y más chorradas. Que si ha conducido coches el Ayuntamiento de Madrid, que si le han pagado chalets de lujo, que si ha ido a fiestas impagables… en suma, vivir del morro, lo que no es ningún delito.
Francisco Nicolás Gómez es un chico de familia humilde, que quiere llegar a ser. Y yo creo que lo conseguirá. Los cazatalentos dejarán pasar un tiempo, hasta que todo se tranquilice, y se harán con el currículum asombroso de este nuevo Barón de Munchausen al que todos deberían de estar locos por contratar por sus más que evidentes, probadas y reconocidas habilidades relacionales. Un genio del don de lenguas que debería fichar por cualquier multinacional.
Dicen que el “pequeño Nicolás” se ha hecho pasar por agente del CNI –conozco medio Madrid que afirma trabajar para el CNI-, que ha llegado a falsificar incluso un informe de los servicios secretos, aunque luego se ha reconocido que no es una falsificación porque se ha recortado toscamente e Internet, que es de donde se saca hoy todo.
Y el delito más grave, por el que, ese sí, le puede caer la retahíla de años de deambular por pasillos de juzgados y fiscalías, el de que se presentaba como “yogurín in pectore” del PP, un mirlo blanco de los futuros conservadores españoles, el Fénix de Aznar, el mago Merlín que está por llegar, el gurú de La Moncloa Palace, donde todo son moquetas de tres centímetros de alto, fibra óptica de alta velocidad y café-creme en lo mediodía soleados frente a los visillos de las ventanas.
El “pequeño Nicolás”, que ha hecho la “fuitina” de Madrid, y al que se ha dejado libre como una gacela, con pasaporte y todo, correrá ya por los prados del Tirol o por el zoco de Tánger, quién sabe dónde, que diría Paco Lobatón en sus buenos tiempos.
Yo creo que el “pequeño Nicolás” es la picaresca española resucitada, el humilde siervo que tiene hambre de couché, el “viva la virgen” que son dos días, café y galletas para todo el mundo, rayano entre la caradura y al borde de lo delictivo pero sin traspasarlo, el límite del gamberrismo jocoso, la juerga padre personificada. Siempre en el borde del alero, paseando al límite de las posibilidades, y disfrutando como en un Masseratti, a toda velocidad, a todo vértigo, de su vida veinteañal. Un calavera, como diría Larra, en todas sus diversas categorías.
Y codeándose de los corruptos del Reino, que no son pocos, y que llenan sacas a mansalva. Cada día más. ¿Merece esto el “pequeño Nicolás”, que se ha reído de todos ellos a la salud de su propia estampa de Jano? ¿No nos ha vengado de todos ellos? ¿No hemos estado todos nosotros representados, un poco, con el “pequeño Nicolás” en esas mesas, banquetes y besamanos por los que ha pululado mostrando su mueca sardónica?
¿Dónde está Wally? ¿Dónde estaba Nicolás? Pues en todas esas juergas, siempre a mandíbula batiente.
Habría que hacerle un monumento al Nicolás, por su soberbia cara dura y por haber sido capaz de reírse de muchos de esos figurones que son carne de calabozo. No él, sino a los que saludaba, como una trompeta de la muerte.
El “pequeño Nicolás” es como un ángel, si, algo caído, pero como una anunciación de lo que está viniendo y de lo que falta por venir. Un símbolo de la época que vivimos, que se parece mucho a la de Mosén Cabra y todo el Siglo de Oro juntos.