De Álvaro y su abuelo. Hay un conocido mío, casi amigo, cuyo hijo, hace unos años, casó con mujer hermosa, una leonesa que nació por los pagos de Rodiezmo de la Tercia en el centro mismo de la Ruta de la Plata. Allí donde el efable Rodríguez Zapatero, o inefable que para lo que cuenta tanto da, comenzaba algo relacionado con el socialismo. De ese matrimonio nació un hijo, Álvaro, al que mi conocido, casi amigo, tiene por nieto. A éste, por su edad, va a cumplir cuatro años en enero, aún nadie le ha iniciado en política y en algunas otras cosas de los mayores. Pero, como niño, es dado a repetir algunas de las frases que le hacen gracia; y las relaciona con la persona o el motivo que las produce. Parece, según mi conocido, casi amigo, que al niño le ha llamado la atención una exclamación que repite su abuela, consuegra de mi casi amigo, cuando ve a alguien en la tele: ¡huy, huy, huy!
De esta forma, Álvaro, que no conoce si la tendencia política de su abuela es socialista o no, ni falta que le hace, repite la interjección cuando aparece en la tele el señor al que su abuela saluda con el ¡huy, huy, huy!: Pedro Sánchez, al que, por eso de dar de sí el idioma, unos llaman y escriben Pedro Sánchez, tal cual; otros Pedro Snchz, sin vocales; y otros, los menos, Pedro áe, sin consonantes pero con vocales en minúsculas y una de ellas con vírgula encima; en lucha ambas con el corrector ortográfico automático de Word.
Es tal la gracia que le hace la imagen y el sonido del nombre que basta que alguien lo diga para que el niño emita el ¡huy, huy, huy! Y eso fue lo que ocurrió: Andaba el abuelo traqueteando por internet, entre los digitales que tiene como favoritos, y se topó con dos noticias en el diario Vozpópuli de Jesús Cacho: Los socialistas tachan los mensajes de Po-demos de populistas y “extravagancias”. Y El 20 D hace milagros: Pedro Sánchez no descarta pactar con Pablo Iglesias.
Enfrascado como estaba, pinchó en la segunda de las noticias en el momento en el que el niño entraba. Y leyó: El secretario general del PSOE cambia radicalmente de opinión sobre pactar con Pablo Iglesias, pues dice que “ha abandonado las medidas populistas”.
El niño, curioso, le miró y afirmó:
Mi conocido y casi amigo, sin malicia ni reparo en los dichos de la con-suegra y sus interjecciones, le explicó:
- Sí, algo sobre Pedro Sánchez.
- ¿Pedro Sánchez? ¡Huy, huy, huy! – se alborozó el nieto.
Entonces fue cuando el abuelo recordó el decir de la consuegra, de Ro-diezmo de la Tercia en la ruta de la Plata, y al fable o inefable socialista Rodrí-guez Zapatero. Después, empujó el asiento hacia atrás, colocó al nieto sobre sus rodillas, le miró con orgullo y cariño, le hizo una carantoña, y repitió:
- Sí. Pedro Sánchez. ¡Huy, huy, huy!
Al niño, entusiasmado con el dicho, coreó:
- Sí. Pedro Sánchez. ¡Huy, huy, huy!
Ambos, el viejo y el niño, siguieron con el ¡huy, huy, huy!
El nieto, divertido y jugando, cantaba la interjección con holgorio. El abuelo, preocupado, no.
Si (
No(
