La frase completa fue “Querido Patxi, no sabía que nos íbamos a tutear”. La pronunció Pablo Iglesias, dirigida al Presidente del Congreso de los Diputados, en la primera sesión del intento de investidura de Pedro Sánchez que resultó fallido. Se produjo como respuesta a un tuteo inapropiado que impide que la frase y el tuteo sean tomados como simples deslices verbales. Dados el lugar y momento en que fue pronunciada, con el tuteo y la fra-se aparecen dos realidades inherentes: Las intenciones del que la pronunció, que es el portavoz del tercer grupo parlamentario en número de efectivos en la Cámara. Y, mucho más importante, la naturaleza y capacidad de la persona a la que iba dirigida, que es la tercera autoridad del Estado.
En cuanto a las intenciones que tenía Iglesias al pronunciarla, no es aventurado suponer que podían responder a dos motivos: Aprovechar el momento para definir con una pincelada la situación y al presidente al que iba dirigida. Y mantener el protagonismo picaresco, casi histriónico, de quien un día besa en los labios a un compañero de escaño y al siguiente ofrece convertir un despacho en lugar para fomentar enredos amatorios.
Delatados los propósitos de Iglesias, cabe ocuparse de la naturaleza y persona a quien iba dirigida: Francisco Javier López Álvarez, conocido como Patxi López. Sobre él, la Agencia EFE informó el 13 de enero:
«Patxi López, de lehendakari socialista a Presidente del Congreso… es el único socialista que ha llegado a ser lehendakari y se ha convertido ahora en el primer vasco que preside el Congreso de los Diputados, al que ha vuelto después de 27 años… Se ha alzado con el puesto (de Presidente del Congre-so) gracias a un acuerdo “a tres bandas” entre el PSOE, Ciudadanos y el PP…, nació el 4 de octubre de 1959… Ingresó en las Juventudes Socialistas en 1975… Empezó la carrera de Ingeniería pero la abandonó (a los 28 años y en primer curso), apostando por su vocación política…, accedió por primera vez a un cargo público, con 28 años, al sustituir como diputado en el Congreso a José Antonio Saracíbar…, hizo su carrera política en Euskadi hasta 2014, aunque dos años antes entró en la ejecutiva federal (Del PSOE)…, se volcó en la política nacional, convirtiéndose en uno de los dirigentes más cercanos a Pedro Sánchez».
En definitiva, el actual Presidente del Congreso de los Diputados es un político que abandonó la dureza de los estudios de ingeniería para convertirse en lo que se conoce como un “aparatich”, término con orígenes en el vocablo “apparátchik” con el que los rusos designaban a los que trabajaban para el par-tido comunista o la administración soviética.
No para evaluar su capacidad para el cargo, pero sí para estar en situa-ción de entender sus reacciones y atisbar decisiones futuras, conviene recordar que tiene fama de persona dialogante, con la que accedió a puestos tan relevantes como el de lehendakari vasco y el actual, ambos con el apoyo del PP.
Desde esa realidad, al contemplar el “Querido Patxi, no sabía…”, lo que hay alrededor y algunos hechos puntuales, conviene recordar un par de principios inherentes a la autoridad y la forma de ejercerla: La autoridad termina en punta, no se discute y no se comparte. La persona que tiene la autoridad no puede declinarla y ha de ejercerla siempre.
Desde estos principios y teniendo en cuenta lo apuntado por la Agencia EFE en cuando a la historia personal del actual Presidente del Congreso, resulta ilustrativo observar cómo éste ha ejercido la autoridad en algunos episodios recientes:
- En el primer día de investidura, sin reparar en el respeto que todos le deben a la autoridad que ostenta, él incluido, inició el tuteo con el diputado Iglesias, vaciló, corrigió en dos ocasiones el trato “usted y tú” y faltó a lo que a lo largo del tiempo se ha convertido en uso protocolario con respeto a modos, personas e institución.
- Al día siguiente, interrumpió al diputado Girauta, que aprovechaba lo dispuesto en el artículo 71.3 del Reglamento para corregir una falsedad que afectaba a su grupo, con el tuteo inquisitivo «¿y qué quieres?»
- El mismo día se produjeron unos hechos que no fueron conducidos según es habitual en el Congreso y que se convirtieron en lo que alguien ha llamado una sucesión de despropósitos: Concesión de uso de palabra y retira-da de la misma de forma vacilante al diputado Hernando. Discusión con el mismo diputado mientras se cortaba o permitía el uso del micrófono. Soflama innecesaria sobre el Reglamento de la Cámara. Calificar de filibusterismo un comportamiento. Pronunciar la frase «le llamo la atención por primera vez» dos veces usando el artificio «repito, le llamo la atención por primera vez», dedica-das ambas al diputado Tardá.
- La expresión « ¡Que, qué pasa! Pero si está diciendo que no», dicha a la Vicepresidenta del Congreso, en un intento de justificar una decisión que en ningún caso debe mermar la autoridad que ha de ejercer.
- Y el final, una palabra, casi un trallazo, que sonó como ofensa a la ora-toria parlamentaria, a la capacidad dialéctica de los parlamentarios españoles y a los que los eligieron: «Sacabao».
Hasta ahí, el “Querido Patxi, no sabía…”, que dijo Iglesias en el Debate de Investidura, refleja intenciones y se une al conjunto de episodios que defi-nen al presidente al que iba dirigida. Pero, además, tras el debate, se van acla-rando incógnitas y han aparecido algunos descubrimientos en relación con los partidos políticos nacionales.
Sin pretender agotar la cita de descubrimientos, citemos cuatro que so-bresalen sobre los demás:
- La táctica empleada por el PP, rehuyendo una investidura de Rajoy, no era infundada, caprichosa o producto de la vagancia, como ha entendido al-guien. Por el contrario, fijada en la noche del 20D, quizá antes, es la conse-cuencia de un estudio profesional de quien conoce la realidad, ha valorado todas las circunstancias y ha decidido en función de lo que la técnica le ha presentado como unas certezas que para otros, menos informados, se han mezclado con meras posibilidades que conducen a la duda. Desde esta realidad, aún queda por descubrir qué otra clase de certezas son las que obran en poder de los gestores del PP y la forma en que éstas van a influir en el futuro.
- La decisión del PSOE de exponer a su candidato en una Investidura que se sabía improbable, parece responder a intereses personales del candidato, ajenos al interés general y al del partido. Imposible un pacto para adquirir apoyos suficientes, con Podemos y Ciudadanos unidos, se ha alimentado la aversión entre los posibles socios y se ha optado por el que se cree como menos malo: Ciudadanos. Apoyado en la debilidad de éste y sin valorar el imponderable que supone su ejercicio de la libertad, se ha unido la suerte del candidato (también del partido) al albedrio de un socio al que, lógicamente, se ha de “atar y vigilar”.
- El acuerdo de Pacto decido por Ciudadanos, con el PSOE, se ha reve-lado como un intento de aprovechar la capacidad resultante de la fusión. Además, C’s busca alejarse de un PP con casos de corrupción y que tiene un líder en entredicho. Con ello, consigue la supervivencia y evita ser absorbido por el PP, con un aparato más capaz y unas bases más numerosas. Con la disculpa-justificación de la realidad personal de Rajoy, se distorsiona su figura, al alimón con el PSOE; y se posibilita la “no ruptura” definitiva con “el resto de los populares”, aunque ello comporte renegar de una parte del electorado proveniente del PP y “atarse” al PSOE para vigilarlo y conducir el posible pacto común con Podemos.
- Menos equívocas, las incógnitas en torno a Podemos también se han diluido: No es un partido, sino una coalición de grupos territoriales que cuesta mantener unidos. Los que dirigen la coalición no son propensos a admitir otros socios. Sus programas son opuestos al discurrir nacional y europeo. Iniciado en asambleas universitarias y sin experiencia de gobierno, Podemos disimula su incapacidad e insolvencia en una oratoria radical y distinguida en la que no faltan frases tan rotundas y exquisitas como…
“Querido Patxi, no sabía...”