Rollo uno, Rollo dos. 3, 4, 5, 6, 7... Se repetía a coro. “Una vez más, Albert Rivera en este foro”. El presidente de Nueva Economía Fórum abría así el acto antes de ceder la palabra al exprimer ministro belga Guy Verhofstadt, que, en plena campaña electoral, presentaría al líder de Ciudadanos. En contra de lo que es costumbre, Verhofstadt tuvo una intervención en inglés muy larga (16 minutos), en la que mezcló ideas liberales genéricas con la necesidad de modernizar Europa y los méritos y currículo del presentado. Pero lo hizo de una forma tan extraña que, mientras la traductora iba haciendo su trabajo, alguien, en la Mesa de la Prensa, hizo un comentario crítico: “Con amigos y presentadores como éste, a Rivera le sobran enemigos”.
Y es que el belga, que venía de Gante, aunque recordara al rey Carlos I y afirmara que estaba «en el lugar que hay que estar», usó unas expresiones absolutamente inadecuadas para el momento y la ocasión: «Aquí, Rivera dice sus recetas para economía, que son más bien viejas que nuevas», «Ciudadanos está en el “centro radical”», «Creedme, hay muchos políticos y pocos como Albert Rivera, que es un liberal sólido».
“Tan liberal que le echó una mano a Pedro Sánchez y sirvió de muleta al socialismo” - se recordó, mientras Rivera se acercaba al atril ante las miradas de Cristina Cifuentes y Paloma Adrados, ambas en sitiales de la Mesa Central, atentas y vigilantes.
Siguiendo lo apuntado por Verhofstadt sobre modernidad, Rivera empezó con una de sus frases conocidas «Europa, el mundo y España tienen que elegir un camino», que sirvió de entrada para la que llamó Primera Reflexión sobre «modernidad en España». Desarrolló la idea, como en otras ocasiones, citando «la vieja política que ha hecho cosas buenas y malas», afirmando que «hay que renovarse..., en este momento de la Unión Europea..., (y) subir al carro del futuro, para hacer frente al populismo».
Abundando en el tema, describió dos posibilidades de futuro. Sólo dos: La que pretenden los populistas. Y otra, propia, construida con frases hechas y mezcla de utopía y buenos deseos. Sin reparar que entre las dos Españas, la “populista” y la suya, está la España de hoy, la real y plural, con sus cosas buenas (que citó), con los problemas (que conocemos), con el armazón social que propicia la convivencia, y con las estructuras políticas que permiten mejorar la realidad social sin involuciones ni revoluciones.
“Hay quien se entierra en datos”, acusó, acaso para contrarrestar lo que aportan en la campaña actual otros. E incidió en una visión de la realidad en la que prescindió de los recursos nacionales - humanos, económicos, sociales y de todo género -, que quedaron ocultos por la nebulosa verbal de su discurso.
Inmediatamente, mientras una periodista comentaba algo sobre su forma de mover las manos y el brillo de su mirada, propuso su Segunda Reflexión sobre la Sociedad del bienestar, con «una clase media fuerte, una sociedad limpia... en la que la mejor lavadora que se puede encontrar está en Ciudadanos».
Para entonces, los comentarios en la mesa pasaban de tapadillo sobre el bienestar de la clase política, la búsqueda del supuesto “casoplón” de Errejón en el noroeste madrileño, y se detenían en el contenido de la reflexión de Rivera: «He pedido a los economistas que cuadren las cuentas (¿Hay que pedírselo?). Complemento salarial. Mantener derechos. Sanidad. Educación. Ley de dependencia...» Todo ello sin justificar financiación y fiando en la cita “cuadre de cuentas” la realidad económica y lo que significa equilibrar lo presupuestado con lo gastado para “cuadrar cuentas”.
Sin interrupción, entró en una Tercera Reflexión sobre “Reformas y Regeneración política”, que unió a una Cuarta Reflexión sobre la Reforma Constitucional. En éstas dos, unidas, siguió con lo conocido, y manido: «Autoridad moral para hacer reformas», que vinculó al PP, a Mariano Rajoy y miembros de su gobierno; y, también, aunque en sordina, a una parte del PSOE al que no ha mucho apoyaba.
«Supresión de Diputaciones», en su postura sabida, que tuvo efectos electorales adversos en los comicios pasados; y que prescinde de lo que significan las diputaciones en una parte de la geografía nacional, de lo propuesto por la CORA (Comisión para la Reforma de la Administración), y de los muy importantes efectos conseguidos.
Como fin de discurso, más movimientos de manos, el mismo brillo en los ojos, agilidad para unir y endilgar frases. Y una Quinta Reflexión, sobre Política Internacional hecha con palabras sobre «Europa, líderes y liderazgos, Latinoamérica, terrorismo, lazos...», que dio paso a la que llamó Reflexión final con pretensión de colofón apoteósico: «El 26-J, el país en marcha. Si gana Ciudadanos, España se pone en marcha y habrá cambios».
En el turno de preguntas y respuestas, ocurrió algo insólito: La prensa, atenta, empezó con preguntas sobre temas varios (Brexit. Rajoy con los malos. Ángeles y demonios del momento. Cómo no replicó a Iglesias en el Debate. Dimisión de Pedro Sánchez. Coalición con Rajoy. Felicitaciones a Iniesta y Piqué. Cuestión de confianza de Puigdemont en Cataluña. Concierto y cupo vasco y navarro. Refugiados. Infanta. En Debate a 4 dejó en blanco la violencia de género) que fue sorteando con frases hechas.
Después, petición de datos concretos («Cuánto cuesta su Plan Energético Nacional». «Medio Ambiente». «Viaje al Aaiún para apoyar a saharauis». «Independentistas». «independientes en el Gobierno Nacional». «Qué cartera pedirá en primer lugar en un gobierno de Coalición»...), que liquidó con otra compilación de frases hechas y algún “Ese dato no lo sé”.
Y, por revelador, aunque muy duro, algo importante y digno de reseña: Lo que entre la prensa al principio no era más que un simple hastío con el tiempo se fue agravando y convirtiendo en frases ácidas, de protesta seca, que fueron repitiéndose, cada vez con más intensidad, a cada “administración insulsa” de dichos conocidos: “Otro más”. “No, por favor”, “Rollo uno”, “Rollo dos”. 3, 4, 5, 6, 7... Se repetía a coro.
Después del acto, dos hechos reveladores:
Un importante periodista advirtió de algo que iba a hacer, e hizo, que resultó preciso y genial: Usar su crónica sobre un acto de Rivera del año anterior con un simple cambio de fecha.
En el bus, un familiar de un diputado de Ciudadanos, me preguntó si me había gustado Rivera.
- “¿Ya ti?” - eludí en un primer intento la respuesta.
- “No tanto” - respondió preocupado.
- Ciudadanos es lo que es. - me decidí a contestar - Una bisagra que podría ser útil si supiera girar. Pero ya vimos cómo lo hace. Hoy, con Rivera, la bisagra chirría.