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AUSENCIAS POLÍTICAS

¿Dónde están nuestros liberales auténticos?

¿Dónde están nuestros liberales auténticos?

Por Abel Cádiz

sábado 21 de febrero de 2015, 08:52h
La Sociedad Mont Pelerin que es como el templo del liberalismo económico ha designado Presidente a Pedro Schwartz que se convierte en el primer español que asume tal cargo. Mont Pelerin es una Sociedad creada al terminar la 2º guerra mundial. Sus fundadores sostenían que existía el riesgo de que Europa siguiese con una visión de la historia que había cuestionado la validez del imperio de la ley (lo que dio lugar a los totalitarismos que condujeron al conflicto bélico) y que desconfiaba de la libertad de emprender y hasta de la propiedad privada. Era difícil garantizar que los valores liberales quedaran preservados de forma definitiva y para defenderlos se creó Mont Pelerin que tomó el nombre de la ciudad suiza donde se fundó por Friedrich Hayek.

Cuando en 1989 se produjo la caída del Muro de Berlín lo que se vio, tras el telón que ocultaba la realidad del comunismo, era una sociedad tercermundista encubierta por una potencia militar que, para intentar mantener su equilibrio con Estados Unidos, llegó a absorber el 20% del PIB de la Unión Soviética y asfixió a su población hasta el derrumbamiento del sistema. El profesor americano Fukuyama adquirió entonces notoriedad al sostener en un artículo que tituló “El Fin de la Historia”, que la lucha entre ideologías había concluido, y que el fracaso del comunismo venía a demostrar que la única opción viable era la democracia liberal para dar lugar a un pensamiento único, en el que las ideologías dejaban de ser necesarias para ser sustituidas por la economía.

Al hilo de este relato, algunos liberales conservadores afirman que con la aplicación total de la teoría de su admirado Hayek, las sociedades humanas llegarían al techo de su eficacia económica. Y que, para lograrlo, hay que sacralizar la libertad individual y reducir el Estado a su expresión mínima. Desde este enfoque, Pedro Schwartz ha dado una conferencia invitado por el Club Liberal, en la que se ha reafirmado con tal rotundidad en el neoliberalismo que ni siquiera cabe hablar de la igualdad de oportunidades que, en su trayectoria vital, habría que garantizar a las personas. Para el recién nombrado presidente de la Mont Pelerin solo cabe la libertad de oportunidades. El darwinismo social hace el resto.

El fundamentalismo neoliberal solo sirve para poner de manifiesto la diversidad de posiciones que conviven bajo el sentimiento liberal con la que, según el CIS, se sienten identificados hasta un 14% de españoles. Para quien esto escribe, el neoliberalismo puede llevar a la extinción de todo lo admirable que representó la idea liberal que ha sido el motor del mundo occidental para hacer posible el Estado del Bienestar. El marxismo había llevado a los países que lo aplicaron a vivir durante ochenta años un drama humano, caracterizado en sus primeras décadas por millones de muertos entre la represión y el hambre y, posteriormente, por la servidumbre y la pobreza. Esta triste realidad ha producido, con la globalización sobrevenida, que una inmensa masa humana depauperada haya propiciado la creciente deslocalización de la industria de mano de obra intensiva. Cómo iba a desaprovechar el capital multinacional unos “ex – paraísos” en los que ha encontrado millones de obreros dispuestos a producir bienes por un tercio del costo de mano de obra, respecto al de una Europa que había labrado su gran prosperidad desde 1945 a 1990.

El liberalismo nunca ha necesitado defenderse. Y ello, porque el tratado que publicó Adam Smith con el titulo “La riqueza de las naciones” no precisa refutación pues comienza por reconocer que el egoísmo es connatural al ser humano. Pero lo original del análisis es que esa condición humana puede devenir en beneficio para el conjunto de la sociedad porque “si un tejedor, un zapatero, un panadero, obtienen beneficio mayor que el que necesitan para mantener a su familia, utilizará el excedente para emplear a más personas con el fin de aumentar su beneficio. De ahí sigue que un aumento del beneficio del empresario sea la base de la prosperidad colectiva”.

Los científicos sociales han reconocido esta visión extraordinaria de Adam Smith, pero tal visión es solo un enfoque económico del liberalismo porque lo que la idea liberal representa es el mayor esfuerzo que registra la historia para luchar contra la pobreza y la ignorancia, oponerse a la concentración de poder, al fundamentalismo religioso y al racismo latente en los movimientos nacionalistas. Fueron liberales los que elaboraron el Manifiesto de Oxford y formularon los grandes retos actuales que deben defender los auténticos liberales: El reto de reorientar el coste del armamentismo hacia la inversión en capital social. El reto de superar las sociedades divididas por la pobreza mediante políticas que ayuden a redefinir los sistemas de bienestar, promoviendo la responsabilidad individual. El reto de regular los mercados abiertos haciendo compatible la defensa de valores liberales, como la iniciativa y la creatividad, con un modelo economía de mercado que satisfaga las necesidades humanas básicas. El reto de evitar la sobrecarga de los Estados y su efecto negativo sobre la sociedad, con presupuestos inflados de burocracia y gasto creciente, para llevar el debate al equilibrio que debe mantenerse ante las nuevas demandas.

En un mundo en el que la pobreza por la superpoblación de grandes áreas geográficas está generando flujos inmigratorios y dramas humanos terribles, el debate que plantea el liberalismo es profundamente humanista y exige la honestidad y la eficiencia de los gobernantes, pues la inmoralidad es también administrar mal los recursos. Ése es el gran debate que debe impulsar el liberalismo del siglo XXI. Una visión neoliberal que quiere sacralizar la libertad absoluta del capital sin sometimiento a ningún control, se toca en sus extremos con otra visión del neocomunismo emergente que sacraliza la intervención del Estado para controlarlo todo. Y ambas visiones constituyen el problema al que se enfrenta el Siglo XXI. En un año electoral como este deberíamos preguntarnos ¿Dónde están nuestros políticos auténticamente liberales?
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