LA EVOLUCIÓN DE LA ACTIVIDAD ECONÓMICA, PENDIENTE DE LAS EXPECTATIVAS DE LOS AGENTES ECONÓMICOS
España: ¿vaso medio lleno o medio vacío?
Por Rose Marie Boudeguer, Directora del Servicio de Estudios de Banca March
martes 21 de octubre de 2014, 14:31h
“Aunque es difícil ver la luz al final del túnel y el entorno continúa siendo muy duro, tanto a nivel nacional como internacional, en España se están viendo algunas señales de esperanza como la reducción del déficit público, la mejoría de las cuentas con el exterior, la recapitalización y limpieza de la banca y las reformas estructurales, pero al final la recuperación también depende del componente psicológico que es complicado de cambiar ….”
La evolución de la actividad económica depende en gran medida de las expectativas de los agentes económicos. Así pues, si alguien prevé que los ingresos de su negocio van a caer o cree que existe la posibilidad de que le despidan del trabajo, aún antes de que esto ocurra, se abstendrá de realizar compras que no sean absolutamente imprescindibles. Ahorrará “por lo que pueda pasar”. Si muchas personas tienen esa misma preocupación, se producirá una caída generalizada del consumo de los hogares. Al prever un descenso de la demanda de las familias, las empresas que producen bienes de consumo dejarán de invertir y por lo tanto habrá menos pedidos de bienes de capital. A su vez, las empresas que producen bienes de inversión reducirán gastos. Y así, cada eslabón irá alimentando esta cadena descendente.
De forma opuesta, si alguien confía en que su empresa crecerá y le aumentarán el sueldo, tendrá menos reparos en gastar, hará mejoras en su vivienda, quizás hasta cambie de coche. Sus decisiones, unidas a las de otros con expectativas parecidas, irán moviendo la cadena y aumentando el consumo y la inversión. Al final, las expectativas adquieren forma en la economía real y, en la mayoría de los casos, terminan cumpliéndose.
El problema de las expectativas es que tienden a sobrealimentarse. Si alguien lo está pasando mal y los que están a su lado también, es bastante difícil que vea las cosas de otra manera, es decir que vea el vaso medio lleno en vez de medio vacío. De la misma forma, cuando la gente está muy confiada en las perspectivas de progreso para si mismos y para sus conocidos, es difícil que dedique mucha atención a los riesgos que puede tener esa situación.
En España parece que estamos en la primera situación, nos estamos sobrealimentando de un presente saturado de señales negativas. El desempleo sigue pesando sobre el consumo; la falta de crédito sigue pesando sobre las empresas; el temor a más ajustes sigue pesando sobre el ánimo de las familias, que además comienzan a perder la fe en las instituciones. Así pues, nos parece algo muy ajeno a nuestros esquemas el hecho de que las exportaciones españolas estén en claro aumento. Y que su crecimiento esté
permitiendo alcanzar saldos positivos en la balanza por cuenta corriente de España con el exterior. Nos parece hasta insólito, porque vemos las tiendas de nuestro barrio tan sumamente vacías y con precios tan poco asequibles a nuestros frugales bolsillos, que hasta dudamos que en alguna parte del mundo alguien pueda permitirse adquirir productos españoles.
Que digan que los mercados financieros se han reabierto para España y que las subastas de deuda pública y los bonos de grandes empresas tienen buena acogida entre los inversores, nos parece casi inconcebible, porque oímos a tantas personas alrededor quejándose de la falta de crédito. Sin embargo, esto se está consiguiendo gracias a la disciplina presupuestaria que está reduciendo el déficit público. Sin embargo, éstas y otras son señales de que algo se está moviendo entre las nubes y las tinieblas, de que los sacrificios de estos últimos años están dando algunos frutos.
La moderación -en algunos casos descenso- de sueldos y salarios, unida a la racionalización de otros gastos operativos, ha hecho posible que los costes de las empresas se reduzcan y que sean más competitivas en el exterior. Esto les permite exportar más y con ello disminuir el alto endeudamiento externo del país. Es cierto que la mejoría de la balanza de pagos también se debe a que caen las importaciones por falta de demanda interna, lo que no es bueno; sin embargo, no debería desmerecer el aumento de la capacidad de competir que está mostrando un número no despreciable de empresas españolas.
Así pues, al tiempo que se ocupan en reducir un endeudamiento todavía muy alto, muchos empresarios se las arreglan para compensar la caída de la demanda interna saliendo al exterior. Hay empresas españolas, no sólo las más grandes, expandiéndose y conquistando con éxito los mercados internacionales, en segmentos tan dispares como el textil, la biotecnología, las energías renovables, las infraestructuras, la hostelería, por nombrar algunos. Esta expansión revierte en lo nacional como mínimo en forma de dividendos. Al mismo tiempo, el turismo español, con su modelo contrastado de gestión, se está beneficiando de unos costes controlados y unas infraestructuras de primer nivel.
En el ámbito de las cuentas públicas también hay tímidas señales de mejora. El ajuste fiscal, que nos ha llevado a apretarnos el cinturón tantos y tantos centímetros, ha permitido lograr algunos avances en la contención del déficit, que hacen posible que los inversores estén empezando a confiar en algunos segmentos de la actividad española. Si no nos creemos esto, sólo tenemos que hacernos con un informe de algunos bancos de inversión internacionales que ya comienzan a bucear en el mar de las rebajas ibéricas. El proceso de recapitalización de los bancos, es un paso que genera expectativas sobre el retorno del crédito a familias y empresas y se espera aumente la confianza de quienes invierten en valores financieros españoles. Una vez limpiados en gran medida los balances de los bancos del problema inmobiliario a través del Sareb sería esperable/deseable que los bancos se centrasen en la actividad que tienen que cumplir dentro de la economía. Vistos como inversión, los fondos que se habían marchado están retornando a España y algunos bancos españoles están poco a poco devolviendo por adelantado el préstamo a tres años que les hizo el Banco Central Europeo.
Las reformas estructurales, sobre todo la reforma laboral, ha sido dura para muchos. El recorte de ciertos derechos que se fueron logrando con el paso de los años es difícil de asimilar, pero en muchos sentidos era necesario. Sólo hace falta mirar alrededor y ver que generalmente los países con menor tasa de desempleo tienen un mercado laboral más flexible. Es cierto que los resultados de la reforma se verán sólo a medio plazo, y que seguirá destruyéndose empleo este año, según estiman los expertos. Pero será a un ritmo mucho menor. Y, si bien esto no es consuelo para los implicados, por lo menos permite anticipar que en un futuro no muy lejano haya empresarios menos reacios a contratar mano de obra cuando su negocio comience a despegar nuevamente.
¿Son estas razones suficientes para que las expectativas den un giro a mejor? Parece que sí, a juzgar por los indicadores de confianza que elabora la Comisión Europea para cada uno de los países del área. Los índices españoles se sitúan todavía en niveles muy bajos pero están empezando a repuntar, aunque más por el lado de los empresarios que por el de los consumidores, que siguen más reticentes. El indicador de confianza empresarial, que tocó fondo a mediados de 2012, se ha recuperado desde entonces. Una recuperación tímida pero persistente.
¿Continuará la mejora de las expectativas? Confiemos que sí, depende de los empresarios y de las familias, es decir de nosotros. Y en ese intento, será de gran ayuda que los responsables de la política económica nacional se aseguren de que la población entiendan las medidas que están llevando a cabo. Será también primordial que actúen para restablecer la fe en las instituciones. De ese modo, más temprano que tarde, comenzaremos a ver el vaso medio lleno.