ANTE LA UNIÓN DE LOS DOS PARTIDOS
C’s-UPyD, ¿parieron los montes?
Por Enrique Calvet
martes 21 de octubre de 2014, 14:31h
Pues parece que sí, que parieron los montes, porque por fin se reunieron las cúpulas de los Partidos Ciudadanos y Unión Progreso y Democracia. De entrada, debo decir que las líneas que siguen vienen viciadas por el “delito de iniciados”, ya que fui miembro activo de C’s, antes del nacimiento de UPyD como Partido (incluso llegué a ser Presidente de su Consejo general, a mucha honra), y es conocida mi posición en UPyD y mi fanático apego a su Manifiesto Fundacional… bien interpretado. También conozco a casi todos los miembros de las delegaciones, incluso me honro con el aprecio y amistad de muchos. O sea que conozco “el bicho y el proceso por dentro”.
Para evitar demasiada subjetividad, de todos los enfoques posibles intentaré reflexionar con Uds. sobre dos aspectos políticos de calado. Vistos, eso sí, desde la perspectiva de un miembro de UPyD, o del UPyD que lucha por un modelo de España para los próximos treinta años. Significa eso que paso de refilón sobre otros aspectos como el evidente lobby “externo” que está detrás de todo el espectáculo, al servicio de promociones muy concretas (y legítimas), o los modos, triquiñuelas, dramatizaciones y comicidades que han acompañado el proceso hasta la reunión, convirtiendo lo que tenía que haber sido un normal acto político en un “show” bastante penoso, pero muy morboso. Y eso sí que vicia lo esencial. Me preocupa, y mucho, la presencia de algunos en las delegaciones, incluso técnicamente.
Pues bien, se ha producido la reunión y de ella nace un periodo de estudio y análisis de posibilidades. Eso es exactamente lo que pedía el Profesor Sosa en su célebre carta/artículo, esa sí política. Y no más. Es decir partamos del principio que no hablamos de fusión ni de fagocitación ni de absorción, palabras mayores que requerirán análisis más profundos que los derivados de una estrategia electoral.
¿Y, ahora que han parido los montes, qué? Pues quedan dos tareas pendientes de bastante enjundia, con una premisa. Esta última consiste en que la ocasión debería ser aprovechada para empezar a trabajar la futura relación política, cualquiera que sea, incluso ninguna, con mayor altura de miras y completamente despejada de bochornosos espectáculos e intereses personalistas. Por ambos bandos, y créanme que sé de lo que hablo… por ambos bandos. La composición de los equipos será muy indicativa del nivel y limpieza de espíritu. La premisa, en esencia, es que hay que empezar a analizar posibilidades poniendo el interés de los ciudadanos españoles como único centro de atracción.
En ese marco (¿utópico?) convendrá estudiar la certeza de dos lugares comunes. En primer lugar se suele admitir que es “un clamor” entre los potenciales votantes de esa cosa indefinida llamada la “tercera vía” la necesidad de que C’s y UPyD acudan juntos, porque aumentará el número de votos y permitirá caminar mejor en nuestros Proyectos Ciudadanos. ¿Es eso cierto del todo? ¿No habrá efectos rechazo? ¿De verdad se volcarán en nosotros esos 2,5 millones de abstencionistas, nuestra auténtica tragedia, de las últimas elecciones? Conviene ahondar mucho en ello para no errar en el camino. ¿Cuántas personas nos dicen que es absurdo e incomprensible que no nos aliemos, pero si les preguntamos si entonces nos votarán, contestan que no, hombre, “yo seguiré votando al PPPSOE”? Está bien satisfacer los deseos de los votantes externos, pero no al precio de perder votantes internos. Probablemente sea cierto que es una situación win-win, pero asegurémonos.
Y también, más trascendente, conviene escudriñar el lugar común de que defendemos exactamente lo mismo. Mi experiencia y conocimiento me hace dudar mucho de ello en temas como la recuperación de competencias, la propia visión de las Autonomías, el trato de los “hechos diferenciales”, la intolerable asimetría entre territorios, la noción de ciudadanos libres e iguales, etc… Puedo estar equivocado, tanto más cuanto que las organizaciones evolucionan, y, de todos modos, para compartir una alianza electoral coyuntural local o regional no hace falta compartir el “programa máximo”. Para pretender gobernar la alcaldía de Madrid, no hace falta hablar de recuperación de competencias, y para la de Barcelona basta con hablar de recuperación de decencia, lealtad y democracia.
Pero, en el proceso de convergencia, habrá entonces que realizar una operación delicadísima. Habrá que explicar muy bien hasta dónde llega, con qué limitada finalidad y cómo aborda, o no, los aspectos esenciales del modelo de España, para evitar toda confusión y toda pérdida de radicalidad en los mensajes transformadores de las dos organizaciones. Se puede llegar a un acuerdo sin tragedia sobre la confirmación o no del Comisario Arias Cañete, anécdota de la pequeña política, pero no se puede ceder en la reforma Constitucional, en la abolición de ese cáncer de la democracia que son los privilegios forales o en la plena recuperación urgente del Estado de Derecho en todas la regiones de España. No está UPyD, en estos momentos, para que sigan licuando sus mensajes torales. Y creo que la ciudadanía española, consciente o no, tampoco.