TODOS HAN JUGADO FUERTE
Grecia: Envite y órdago
Por Enrique Miguel Sánchez Motos, Administrador Civil del Estado
lunes 13 de julio de 2015, 12:41h
El actual Gobierno griego presidido por Tsipras ha negociado durante casi seis meses con la Unión Europea para obtener una solución a sus problemas financieros. El encargado principal por parte de Grecia, Varufaquis, ministro de Finanzas, aplicó en la negociación sus conocimientos como profesor de economía y, en especial, como experto en la teoría de juegos, actuando, erróneamente, como si esta negociación fuera un mero regateo de mercado, cuyo resultado no parecía preocuparle. Sin embargo, la realidad es muy testaruda, en particular cuando las cifras puestas sobre la mesa, son abrumadoras. Grecia con un PIB de 179.100 millones de euros, tiene una deuda pública de 317.094 millones. Sus obligaciones de gasto, en pago de la deuda (amortizaciones más intereses) son de 51.600 millones y en pensiones 28.100 millones de euros, lo que totaliza 79.700 millones, lo que representa casi el 91% de su Presupuesto público, 87.800 millones. Es decir, que no le quedaría casi nada para el resto de gastos que tienen que atenderse con el presupuesto público. (En España los pagos por pensiones y deuda representan el 59% del los Presupuestos Generales del Estado)
Grecia tiene por tanto que encontrar una financiación transitoria muy importante para poder salir del foso al que sus diferentes Gobiernos la han llevado. Resultaba esperpéntico que Varufakis acusara a sus más importantes posibles prestadores, la troika financiera, de ser una banda de criminales y que, además, irritara a Alemania, el principal país europeo, aludiendo a una supuesta deuda histórica derivada de las invasión nazi en la Segunda Guerra Mundial.
Varufakis se permitió jugar fuerte, iba a por todas, y parecía que el tiempo jugaba a su favor. Empezó a utilizar intensamente el “dilema del prisionero” basado en la presunción de que si Grecia se hundía el coste para la Unión Europea iba a ser altísimo por lo que Europa buscaría un acuerdo a cualquier precio porque ambos eran prisioneros de la situación.
Esta tesis fue comprada por muchos medios y países por dos razones principales. Primero, porque nadie y menos en política, quiere ser el malo de la película, y segundo, porque muchas veces no se ponían sobre la mesa los datos cuantitativos. Sin embargo, no todo acuerdo es mejor que un no acuerdo. Baste recordar que en temas trascendentes para Europa, el siglo XX ha sido testigo de acuerdos y cesiones a Hitler y Stalin que demostraron ser mucho peor que un no acuerdo. Baste con recordar sus resultados, la Segunda Guerra Mundial y la sumisión al comunismo de todos los países la Europa del este, incluida la propia Rusia.
Los sucesivos desplantes del Gobierno griego fueron perturbando el clima de negociación y culminaron el 27 de junio cuando, ante la última contrapropuesta de la Unión Europea, Tsipras respondió convocando un referéndum para que el 5 de julio el pueblo griego dijera sí o no a la propuesta. La troika respondió al día siguiente, el 28 de junio, haciendo pública en la web la propuesta que la Unión Europea le hacía a Grecia.
Sorpresivamente, el 30 de junio Tsipras envió una carta a la troika aceptando con pequeños matices la propuesta publicada pero sin embargo mantuvo el referéndum y, propuso al pueblo griego votar NO a esa propuesta. Ante esa flagrante contradicción, el Banco Central Europeo dejó de dar liquidez a los bancos griegos, de los que los depositantes habían retirado ya 32.000 millones, y empezó el corralito que dura hasta hoy.
En el referéndum, el pueblo griego ejerció su soberanía y dio una aplastante mayoría al NO y el gobierno de Tsipras pareció entender que con ese NO, su envite a Europa salía reforzado. Sin embargo, el cierre de los bancos, el corralito, las colas de pensionistas, la casi paralización de comercios y mercados, prácticamente vacíos pues la población no tiene liquidez ni deseo de desprenderse de los euros que tenga en efectivo, el riesgo de bancarrota inminente, etc, han obligado al Gobierno de Tsipras a solicitar el reinicio de las negociaciones y es ahí donde ahora Grecia se ha encontrado con un órdago con el que no contaba.
Europa le ha dicho, en esencia: te vamos a ayudar pero el acuerdo que adoptemos tiene que ser viable y sostenible. Vamos a rescatar al pueblo griego no solamente a dar dinero para que el Gobierno lo despilfarre en gasto público improductivo, reabriendo la recortada televisión pública griega y añadiéndole a 1500 funcionarios adicionales, ni creando más empleos públicos no productivos, ni manteniendo unas edades de jubilación mucho más tempranas que las muchos países de Europa, etc, etc.
El caso de Grecia, que sólo representa el 2% del PIB europeo, requiere un acuerdo con múltiples implicaciones. No se trata de un primer rescate sino del tercero cuando ya se tiene la evidencia de que los anteriores han servido para muy poco. Por ello se le pide una política económica con tendencia al superávit presupuestario ya que de persistir el déficit seguirá incrementándose la deuda.
Se le pide un plan económico viable que incluya medidas claras que estimulen la economía tales como la desregulación de profesiones y servicios, una reforma laboral que adopte pautas de otros países europeos, revisión de los procedimientos de negociación colectiva, regulación de los despidos colectivos, reforma de la Administración Pública para reducir sus costes, garantía de que las estadísticas económicas son aportadas por un organismo independiente, garantías con bienes públicos griegos en caso de no devolución de los nuevos préstamos, etc..
El órdago que Europa le da a Grecia es también de profundo contenido político. Cuando Tsipras convocó el referéndum optó por informar al pueblo de las pesadas cargas que la última contrapropuesta europea del 28 de junio implicaba pero no señaló la responsabilidad de Grecia en la situación a la que se había llegado. Su Ministro griego de la Reforma Administrativa, orgullosamente decía: “El pueblo griego podrá ahora hablar y decidir. Por eso es un gran momento para la democracia europea. Los pueblos de Europa deben poder decidir sus políticas económicas”
Pues bien, ahora el órdago europeo involucra al pueblo griego soberano. Europa le pide a Tsipras que la propuesta de aceptación que traiga venga refrendada por la aprobación, previa, del Parlamento griego a todos esos cambios legislativos y compromisos que se pide a Grecia como condición para el rescate. Sólo entonces podrá ser tomada en consideración la propuesta de Tsipras. Sin el apoyo del pueblo soberano, a través de su Parlamento, Europa no dará por buena la inicial aceptación de Tsipras a las condiciones que ahora se le exigen.
La demagogia en política no es el camino adecuado para el acuerdo. Los datos objetivos, y más aun en temas económicos, son imprescindibles para evitar que los arboles de la fantasía impidan ver el bosque. La solidaridad sólo es posible asumiendo la verdad de los hechos y sin descalificaciones gratuitas.
Grecia tendrá que optar ante el órdago que le formula Europa envuelto en palabras compresivas. Si desea el rescate, y esta vez parece que sí va ser un rescate, tendrá que recibir a “esos vampiros de negro que ocupaban los Ministerios griegos” para que supervisen el cumplimiento de los compromisos adquiridos, la aplicación de la legislación aprobada por el parlamento griego y la aportación de información tranparente y fiable sobre los avances del proceso de rescate.
Es en este contexto, si se llega a él, donde muy posiblemente se termine aceptando una quita de la deuda griega, aspecto que hoy no forma parte de lo que Europa acepta, y las ayudas humanitarias que sean necesarias porque un buen rescate es un beneficio para Grecia pero también para toda Europa y una muestra de solidaridad.
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