¿TODOS ENGAÑADOS?
Pronóstico reservado para la investidura de Pedro Sánchez
· Por José Luis Heras Celemín
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José Luis Heras Celemín
sábado 05 de marzo de 2016, 09:15h
Con Pablo Iglesias radical, indignado e indignando; y Albert Rivera escorado a la izquierda y embroncado. La segunda jornada del Debate para la Investidura de Pedro Sánchez ha sido más reveladora de lo que cabía esperar; y pone de relieve que «la candidatura ficticia e irreal» PSOE-C’s, que denunciaba Rajoy a primera hora de la mañana sigue existiendo, aunque esté basada en lo que llamó «un acuerdo comparable al Pacto de los Toros de Guisando». A lo largo de la mañana, primero Rajoy en una intervención con la que comenzó la Sesión, y luego Pablo Iglesias y sus coaligados (Domenech, de En Cómú y Alexandra Fernández, de PODEMOS-en Marea-ANOVA-EU) sometieron al candidato a la investidura y a Albert Rivera, su apoyo en el tandem PSOE-C’s, a lo que se puede calificar como “fuego cruzado desde dos frentes”: El de la reivindicación de lo conseguido que, defendido por Rajoy, propugna políticas continuistas para alcanzar bienestar. Y el rupturista, que verbalizaron Pablo Iglesias, Domenech y Alexandra Fernández denunciando «las sonrisas cínicas de las oligarquías que quieren mantener el Gobierno en manos de sus títeres».
En sus turnos de palabra, réplica y dúplica, Rajoy, en unas de sus mejo-res piezas oratorias, intento, y consiguió, poner en evidencia el “no programa” de un Sánchez semi noqueado que, de forma evidente, manifestaba hasta dónde da de sí y hasta qué punto sus tics y obsesiones anti-Rajoy son su principal punto de apoyo para mantenerse en el liderazgo socialista. Es tal su obsesión que hasta en tres ocasiones confundió a Iglesias con Rajoy.
Por su parte, Iglesias y sus coaligados destrozaron el perfil del tandem PSOE-C’s con unas expresiones durísimas: «La política no es el arte del engaño», «tengo respeto por el PSOE, que son las siglas del partido de mi abuelo, pero también es el partido del enriquecimiento rápido, del crimen de Estado, del tráfico de influencias. Por eso, para gobernar con ustedes les exigimos garantías», «recibió el más duro veredicto de las urnas, pero la fortuna quiso darle la oportunidad de ser Presidente de Gobierno», «Ha usado para pactar a un economista de Price Waterhouse (Jordi Sevilla) y a otro que estuvo en FAES (Luis Garicano), la próxima vez mande a un socialista a hablar de economía»
La dinámica del debate, de alguna forma, escenificaba un paripé que se esperaba y en el que tuvieron acomodo los tonos broncos de algunos, el beso en la boca de iglesias y Domenech ante la mirada atónita de la ministra Tejerina, los tuteos no protocolarios entre Patxi López e Iglesias, la inexperiencia de algunos en sus roles de portavoces parlamentarios o Presidente del Congreso, y hasta las intervenciones de dos ministros para aclarar supuestas falsedades del candidato.
Hasta ahí, sino normal, todo ocurrió según lo esperado. El debate seguía con el candidato grogui manoteando ideas hasta que, a las 11,46 de la mañana, correspondió el turno a Albert Rivera, portavoz de Ciudadanos. Éste, hasta el momento convidado de piedra en postura cómoda, recibía parabienes de Pedro Sánchez y críticas suaves del resto de oradores. Pero tenía la oportunidad, y acaso la necesidad, de reivindicar su postura y potenciar su figura en su primera intervención en la tribuna principal de la política nacional.
En su situación, el primero de sus propósitos parecía que podría ser, lo fue, manifestar una postura y personalidad de un joven apacible, centrista a medio camino entre la socialdemocracia evolucionada y el liberalismo moderno. Siguiendo este propósito, asomó un Rivera conciliador, pidiendo sentido y hombres de Estado, propenso a un diálogo sin vencedores ni vencidos, intentando aprovechar una oportunidad de oro, pidiendo que «dejen de pelear por las sillas y peleen por los españoles». Y proclamando el lema optimista «el fracaso no es una opción».
Fue al tratar de definir su postura cuando, sin leer y desarrollando el simple esquema que tenía en el atril, se produjo lo que alguien entendió por un “sin querer, se le fue la mano”.
Pero no se le fue. Su parlamento, consciente y consistente, no era producto, no podía ser, de un verbo desbordado. Por el contrario, la postura adoptada era premeditada, clara y sin retorno posible. Intentó justificarla con unas palabras de Adolfo Suárez que, en su tiempo, tuvo que optar entre lo fácil y lo difícil. En su caso, al llegar al Congreso de los Diputados, lo fácil era optar por hacer de comparsa; lo difícil consistía en meterse en arena y en un pacto de acuerdos con el PSOE para conseguir la Investidura de Pedro Sánchez.
Siguiendo esta táctica, o línea pre marcada, Rivera se embebió en una oposición radical al PP y optó por un ataque de descalificación durísimo a la figura de Mariano Rajoy. En este sentido, tras reconocer, minusvalorando siempre, los aciertos del Presidente del Gobierno en funciones, se lanzó a una reprobación en toda regla con una afirmación simple, «Rajoy dijo que no al Rey en la investidura», que dio paso a una serie de preguntas demoledoras: « ¿Por qué pensar que al que le da pereza va a ser valiente?, ¿Traiciones?, ¿Las que hicieron ustedes con Pujol?» Y a unas afirmaciones, que vinieron después y demostraban el propósito de apartarse de cualquier consonancia con el PP actual: «Rajoy y Montoro engañaron subiendo impuestos…, les pido que limpien, regeneren y que sean valientes»
Después de Rivera, la sesión continuó como era previsible:
Esquerra Republicana de Cataluña, con Tardá aventurando una próxima República Catalana.
Democracia i Llibertad, con Homs manifestando una disposición expec-tante en una situación que tiende al independentismo: «creo que seremos in-dependientes, pero Cataluña y España tendrán relación… Nuestra posición cómoda sería desentendernos»
El Partido Nacionalista Vasco, con Aitor Esteban aludiendo a «buenas palabras, pero de la agenda vasca y lo que interesa en Euskadi nada de na-da… Nuestra mirada está en un futuro abierto de negociación y entendimien-to…, que en lo referente a Euskadi y Cataluña debe contemplar necesariamente una segunda transición»
Al final, tras las declaraciones de los portavoces del Grupo Mixto y So-cialista, se produjo la votación: 130 síes, de PSOE y Ciudadanos; la abstención de la canaria Ana Oramas; y 219 noes, del resto de la cámara.
El resultado es trascendente porque supone la no investidura de Pedro Sánchez. También por unas posturas que son susceptibles de cambio y entre las que destacan dos:
La de Ciudadanos, que se aparta del centro, busca la ofensa al PP y a Rajoy; y se decanta por una opción que es nueva y excluyente.
Y la de Podemos, que, con violencia verbal y ofensas gratuitas, acaso haya roto, con intención de hacerlo, sus posibilidades de pacto con el PSOE para lograr el cacareado Gobierno de Izquierdas.
Con esto se agotó la posibilidad de que Pedro Sánchez alcanzara la confianza de la Cámara para convertirse en Presidente del Gobierno de la XI Legislatura en una primera votación.
Quedan pendientes el resto de las posibilidades, aunque, visto lo visto, con algún condicionante que hace que el Pronóstico para la investidura de Pedro Sánchez siga siendo reservado.