Las elecciones en los países del primer mundo están amenazadas con las armas de los “jugueticos digitales” de Vladimir Putin. En el Reino Unido, Theresa May acusa a Rusia de “sembrar la discordia en Occidente por la injerencia en las elecciones europeas con el apoyo a los ataque cibernéticos y la divulgación de “fake news” (la palabrita de moda) y se investiga una posible intervención en la campaña del Brexit. Dicen que Nigel Farage, a favor de la salida del Reino Unido de la Unión Europea, es un admirador de Vladimir.
En Estados Unidos el asunto es casi una película de misterio y espionaje. Se supone que Rusia habría hackeado (otra que está de moda) los correos electrónicos del Comité Nacional Demócrata para influir en la campaña presidencial a favor del contrincante Donald Trump y que además el candidato, hoy presidente, habría tenido contactos permanaes con los rusos para coordinar las acciones dirigidas a influir en la campaña presidencial.
En Francia Emmanuel Macron denunció un “pirateo masivo” y además los rusos se ocuparon de difundir un supuesto acto homosexual del Macron.
En España se ha revelado que cuentas con origen en Rusia ¡y también en Venezuela! difundieron noticias en apoyo al proceso de independencia de Cataluña. El ministro de Relaciones Exteriores dice que el 50% de la desinformación (fake news) procedía de Rusia y un 30% de Venezuela.
En Alemania la canciller Angela Merkel expresó su preocupación durante la reciente campaña electoral por los ciberataques y las “fake news”.
Un informe del Real Instituto Elcano dice que “La doctrina militar rusa define como sus principales objetivos no destruir al enemigo sino influir en el -no la extinción de los oponentes sino su decadencia interna- y se vale para ello del traslado de la guerra desde los campos de batalla convencionales a la información, la guerra psicológica y la distorsión de las percepciones. Por tanto, está claro que la guerra con Rusia no es fundamentalmente un conflicto físico sino uno entre conciencias, porque, en última instancia, el objetivo es el de siempre: ganar la guerra de las mentes y en los corazones del enemigo”.
Mientras tanto, Vladimir niega la injerencia rusa en los procesos electorales occidentales y se pavonea de dominador del mundo al mostrar su imagen en la que se baña en aguas heladas para celebrar la Epifanía ortodoxa.
Parecería que han llegado las guerras del futuro de Alvin Toffler y evidentemente, como dirían los dominicanos, Vladimir es el “papa upa de la matica”.