La comunidad internacional espera que los JJOO de Pyeongchang sean el arranque definitivo, siempre soñado, para una reconciliación entre las dos Coreas, divididas desde 1945, y sirvan al mismo tiempo para crear una confianza entre ambas partes, pese al escepticismo y algunas protestas que reinan en la sociedad surcoreana, cansada de ver las numerosas iniciativas frustradas para poner fin al deshielo en la península coreana. Este fin de semana el equipo femenino de hockey hielo unificado de las dos Coreas jugó su primer partido antes de los JJOO, que comienzan el próximo 9 de febrero, en una cita histórica con el objetivo de acercar a los dos países. Corea del Norte ha originado con su participación en Pyeongchang esperanza, ilusión, enorme expectación y sobre todo una oportunidad clave que el régimen de Kim Jong-un no puede desaprovechar, pese a su insistencia en seguir con su programa nuclear y en reiterar que las maniobras militares entre Corea del Sur y EEUU, ahora suspendidas, están encaminadas para invadir Corea del Norte.
Una península coreana, que tras la división, vivió una guerra civil (1950-53) con un balance brutal que registró la muerte de unos 50.000 estadounidense, frente a los dos millones de coreanos y entre medio millón y un millón de chinos, que al final terminó con la firma de un armisticio pero nunca con un tratado de paz.
Ahora las dos coreas ya llevan tiempo enfrascadas en una crisis permanente a causa del programa nuclear norcoreano, el cual el régimen comunista sabe sacarle provecho en beneficio propio y en beneficio para catapultar a Kim Jong-un como máximo líder del país, pero que al mismo tiempo sabe también que las fuertes sanciones de la ONU, además de los “cabreos” de China a sus lanzamientos de misiles, el diálogo es la única arma segura que le queda a Pyongyang para cambiar su política y sentarse en una misma mesa con todas las partes implicadas, pese a que Donald Trump sigue considerándolo como un país peligroso para EEUU.
Los JJOO de Invierno de 2018 forma también parte históricamente por el hecho de que un equipo intercoreano no disputaba un partido internacional desde junio de 1991, cuando la Corea unificada cayó ante Brasil en el Mundial Sub 20 de Fútbol de Portugal.
De esta forma, casi 27 años después, las dos Coreas han vuelto a jugar juntas a consecuencia de los acuerdos alcanzados en enero entre ambos países para lograr la participación norcoreana en los Juegos de Invierno, donde el régimen norcoreano hace todo el posible control a sus deportistas limitando su exposición a los medios durante los juegos, lo que prueba un “cierto miedo” del régimen de lo que puedan hacer sus deportistas, una desconfianza y frialdad que contrastaba con algunos aficionados surcoreanos en el exterior del estadio antes del histórico encuentro de hockey hielo unificado.
No obstante, cerca de un 70 por ciento de surcoreanos, según algunas encuestas, han manifestado su rechazo a esta propuesta surcoreana, que ha afectado al presidente Moon Jae-in, cuya popularidad ha bajado seis puntos porcentuales, pero aún así, estos JJOO tienen que ser definitivos para que Kim Jong-un cambie su política facilitando la confianza necesaria a la comunidad internacional, pues no tendrá más excusas para lograr este objetivo.
El deporte siempre ha sido un buen baluarte para lograr grandes objetivos y no hay que olvidar la diplomacia del ping-pong, que supuso el acercamiento entre la China de Mao y la de EEUU de Richard Nixon, incluso en 1987, un año antes de los JJOO de Seúl-88, el entonces régimen militar de Chun Doo-hwan no sólo aceptó la celebración de esos juegos de verano, sino que al mismo dieron lugar a un cambio político en el país con la celebración de elecciones democráticas enterrando la “dictadura militar” surcoreana.
Sin embargo, Seúl-88, pese a ser los juegos más numerosos de la historia hasta ese momento, no supuso el acercamiento entre las dos Coreas, pero si una apertura exterior del Sur que nunca supo digerir el Norte, que boicoteo esos juegos y previamente, el 27 de noviembre de 1987, se produjo el atentado de la Korean Air a manos de norcoreanos que ocasionó la muerte de 115 personas, pero al final originó el fin del aislamiento de Corea del Sur, mientras el régimen del entonces Kim Il-sung seguía cultivando de forma drástica la “guerra fría”.
Luego los JJOO de Pekín-2008, pese a los diversos problemas políticos por el asunto del Tíbet o cuestiones de derechos humanos, dieron a China un impresionante éxito olímpico y deportivo, reforzando a Xi Jnping, como también ocurrió con los JJOO de Invierno de Sochi-2014 que certificaron el poder de Vladimir Putin, que fabricó la intervención militar en Crimea tres días antes de la ceremonia de clausura.
De esta forma, sí Seúl-88 no fue lo esperado para la reconciliación entre las dos Coreas, sin duda alguna los JJOO de Pyeongchang tienen que tener la suficiente infraestructura estratégica y política para que el régimen norcoreano no pueda justificar bajo ningún pretexto que Corea del Sur y su presidente, pese al escepticismo de una parte de los surcoreanos, en iniciar un camino de definitivamente lleve a las dos partes a poner fin a este anacronismo de permanente “estado bélico” que vive la península coreana.
Las próximas jornadas van a ser cruciales, hay muchos surcoreanos que están descontentos con la decisión del Gobierno del presidente del país, Moon Jae-in, de proponer la creación del equipo, que consideran que da publicidad al régimen norcoreano y éste no podrá nunca usar los JJOO, aunque tenga una parte en su contra, como un mínimo pretexto para romper una pequeña posibilidad de normalidad y diálogo, sobre todo teniendo en cuenta los bastantes encuentros habidos entre las dos parte que empezaron muy bien y luego un pequeño desliz sirvió a Pyongyang para volver a los “viejos tiempos”.
Corea del Norte necesita normalidad, y esta participación olímpica es una oportunidad histórica para el régimen comunista, pues ni Corea del Sur ni Estados Unidos van a invadirle y tampoco Pyongyang va a provocar una guerra nuclear sabiendo sus graves consecuencias, de ahí que Kim Jong-un ni regatee a nadie y vea esta posibilidad como la mejor ocasión para que el país se abra, cambie lentamente en su política y en su economía sembrando confianza a la comunidad internacional y en especial a su vecina del Sur, que pese a las protestas de una parte de la población surcoreana, está dispuesta a ayudarla y siempre y cuando se deje.
En definitiva, un buen éxito de esta participación olímpica de Corea del Norte en Pyegonchang tiene que ser una buena ocasión para la mejora de las relaciones entre las dos Coreas y sobre todo con el objetivo de la “desnuclearización pacífica" de la península, cuyo desafío nuclear necesita negociaciones y paciencia.