El epicentro de la yihadización de las protestas en Guta Oriental fue la ciudad de Duma, uno de los pocos lugares de tradición salafista y wahabita en una Siria en la que ha sido el sufismo la mayor expresión islámica, algo lógico en el marco de una sociedad multiconfesional. Con un Estado que apenas ha superado las siete décadas, las estructuras reales de poder sirias siempre han estado licuadas y dispersas, sobre todo en lugares como Guta Oriental, donde líderes tribales, clánicos y más comúnmente religiosos, sean cristianos o musulmanes, ejercen un liderazgo importante. En el caso de Duma esa autoridad fáctica desde hace mucho la ejerce la familia Alloush, en la que destacan varios teólogos salafistas que incluso se beneficiaron de la protección del Estado a todas las religiones y administraron un centro financiado con fondos públicos para el estudio del Corán. Uno de los miembros del clan, gozó también de la amnistía de junio de 2011 con la que el Gobierno respondió a una demanda interior y exterior para que liberara a los considerados como presos políticos, que en Siria mayoritariamente eran islamistas radicales ya que todas las demás corrientes ideológicas han participado de un sistema en el que siempre ha habido elecciones municipales y parlamentarias multipartidistas. Algunas formas de islam político solo fueron prohibidas tras las revueltas armadas de 1964 y de 1973 a 1982.
Zahran Alloush, que había entrado en prisión en 2009 por posesión de armas, no tardó en crear una organización armada en Duma cuyo nombre es Ejército del Islam. Financiado abiertamente desde Kuwait y Arabia Saudí, donde había estudiado la sharía o ley islámica que aspira a imponer en toda Siria, extendió su poder de Duma a otras localidades de la Guta Oriental donde desde 2012 también operaban otras organizaciones armadas islamistas como Failaq al Rahman, Jabat al Nusra (marca de Al Qaeda en Siria) e incluso elementos del Estado Islámico. Todas esas organizaciones eliminaron cualquier presencia de aquellos que habían orquestado las primeras protestas, entre ellos los llamados “cuatro de Duma”, unos activistas muy conocidos y desaparecidos desde hace ya cinco años. Sin contrapesos de un Estado que ya en 2013 dejó de tener presencia ni de los elementos no armados de la revuelta, el Ejército del Islam impuso una ineficiente administración islamista en parte de la Guta Oriental en la que se impuso la sharia. Al tiempo y como señala el profesor Aron Lund, se disparaban los enfrentamientos entre los distintos grupos armados, sobre todo por el control del paso de Wafideen, habilitado por el Estado para que pese a estar fuera de su control entraran productos básicos a la Guta Oriental, lo cual generó una ingente corrupción a ambos lados de la barrera. Las armas y otros insumos procedentes de Turquía, Jordania e Israel ingresaban por túneles aún más lucrativos para las organizaciones armadas. Por allí también salían quienes pagando un peaje lograban eludir el toque de queda permanente y total impuesto por los yihadistas a los habitantes de la Guta Oriental.
En los últimos meses el Estado ha intentado por su ministro para los Procesos de Reconciliación Nacional, el opositor interno Ali Haidar, un acuerdo con los grupos armados para pacificar y normalizar la Guta Oriental, como se ha hecho en la parte Occidental, en Homs y en otros muchos lugares de Siria. Esos procesos se hacen a través de mediadores que eligen los propios grupos armados. Quienes no han cometido delitos comunes durante la crisis son amnistiados y pueden incorporarse al Ejército o la policía. Quienes desean seguir combatiendo al Estado lo pueden hacer marchándose con sus armas ligeras a otras zonas del país. Hace no mucho las negociaciones avanzaban, más aún después de que la muerte de Zahran Alloush a finales de 2015 y los éxitos de las fuerzas del Estado en todo el territorio sirio debilitaran el numantinismo del mini califato impuesto a la Guta Oriental. La dependencia de los grupos armados de patrones externos con sus propias agendas en Siria se tradujo en la reactivación de los ataques con proyectiles de mortero que desde Duma y sobre todo Jobar se hace contra Damasco, en particular contra las zonas de Bab Tuma y Bab Charqui, las más multiconfensionales de Siria y donde se suceden iglesias y mezquitas que comparten espacio también con la sinagoga Al Frange. En las últimas tres semanas varias decenas de civiles sirios han muerto por esos proyectiles de mortero. Unas víctimas que han decidido al Estado a combinar la negociación con la vía militar para terminar con ese califato a las puertas de Damasco.
En Afrin, al noroeste de Alepo reside otro de los frentes que cierran la parte álgida de la crisis siria. Allí, los kurdos sirios, que comparten presencia con árabes, se dejaron seducir por los cantos de sirena de unos EE UU que habiendo visto fracasar su estrategia en Siria, intenta como Arabia Saudí en la Guta Oriental, rescatar algo en esta etapa final del conflicto armado en Siria. Haciéndoles creer a los kurdos que apoyarían un modelo de autonomía que nunca ha estado definido y que históricamente ni siquiera la mayoría de los kurdos sirios han planteado (Gunter), las milicias kurdas se aproximaron peligrosamente a la frontera con Turquía. La inestable, impredecible e impulsiva política de Erdogan le llevó a lanzar una operación militar en esa zona de Siria. Las milicias kurdas han tardado menos de tres semanas en aprovechar que nunca rompieron con el Estado, para pedir socorro a Damasco. Desde hace unos días tropas de la Defensa Nacional siria ya están en Afrin y la bandera siria ondea en la frontera y en pueblos y localidades. Los mismos dirigentes kurdos han reiterado estos días su lealtad a un Estado que en 2011 concedió la nacionalidad siria a decenas de miles de kurdos de origen turco e iraquí y de facto permite la manifestación de sus símbolos identitarios. Puestos a perder lo mucho y bien pactado con el Estado en 2011 y los años siguientes, los kurdos sirios se desmarcan hoy de unos EE UU que ven como su último intento de cantonalizar Siria de acuerdo al sectario, xenófobo y racista modelo de la Francia que ocupó Siria en 1920, ha fracasado. Al final y como siempre, de norte a sur y de este a oeste, Siria unida y multiconfesional.