“Domènech dimite de todos sus cargos políticos”, avisaba la agencia EFE el 4 de septiembre. Después la noticia: “El dirigente de Cataluña en Comú Podem Xavier Domènech ha anunciado hoy que deja sus cargos en el partido y en el Parlament tras una profunda reflexión que le ha llevado a asumir su responsabilidad por el resultado de las autonómicas y porque esta etapa le ha dejado agotado política y personalmente. Después, siguieron las informaciones: Doménech deja a Colau como líder de los comunes (ABC). Ada Colau niega que Xavier Domènech haya dimitido por luchas internas (El País). La izquierda ensalza a Domènech y ve en su adiós una pérdida (La Vanguardia). Agotado por las tensiones de los comuns (El Periódico). Colau hace autocrítica (Público). El catalán de Iglesias deja la política (La Razón)... Hasta opinó Gabriel Rufián “Se va un buen tipo que me ganó dos elecciones”.
El tema importa en Cataluña, donde se mueve En Comú Podem, pero también en el resto de España, ya que la coalición Podemos es tercera fuerza política nacional y el principal apoyo del gobierno de Pedro Sánchez.
Antes de la dimisión de Doménech, el día 2, un ingeniero industrial, próximo a la Coordinadora Estatal por la defensa del Sistema Público de pensiones, advertía que en sus conversaciones con miembros de Podemos había descubierto un hartazgo que amenazaba con explotar. ‘Más pronto que tarde, esto tendrá consecuencias. Hay gente preparada que está harta de la deriva que va tomando la cosa desde que se metieron en política. Todo es Iglesias y Montero. Y palmeros, bajo un control absoluto. Se impone lo que destilan Monedero e Iglesias. Se trabaja poco y no se acuerda nada. Se busca protagonismo, pero improvisando. Falta trabajo para definir líneas de acción sólidas que convenzan y sean posibles. Y sobra palabrería. La dinámica es el barullo, en el que se contesta todo, sea lo que sea, para ser noticia y dar la nota’.
Analizando a Podemos, se atisban algunos hechos que coinciden con el descubrimiento del ingeniero. Hay casos conocidos (Bescansa, Errejón, Teresa Rodríguez y ceses en el Grupo Parlamentario de Podemos en la Asamblea de Madrid) que pueden servir de muestra; otros avistados con alguna opacidad (roces con coaligados no explicados); y demasiadas noticias de coherencia y seriedad escasas (oferta-exigencia de Iglesias a Sánchez en tiempos de Rajoy repartiendo cargos, ante el Rey, en un Gobierno presidido por Sánchez sin contar con Sánchez. O el chalet de lujo de la pareja Iglesias-Montero). Todo ello, unido a la situación de la coalición, a la dinámica del grupo y al modelo de liderazgo, está dando lugar a una situación de insatisfacción, hasta ahora larvada, en la que la salida de Doménech es algo más que una anécdota.
Porque es importante, sobre todo por la situación de Podemos en Cataluña y la especial significación de Domènech entre Iglesias y la alcaldesa Colau, parece oportuno fijarse en el caso. Y es que la renuncia de este hombre, apreciado por compañeros y adversarios, es relevante, máxime cuando la propia Colau ha salido a la palestra para negar que haya dimitido por luchas internas, como informa El País sin advertir el ‘excusatio non petita’.
Si esto es así, y parece que lo es, Podemos se encuentra en una encrucijada con dos únicas salidas: Seguir como hasta ahora, dictando Iglesias desde la cúspide. O permitir una dinámica distinta en la que se sustituya la improvisación y dictados personales por el trabajo de los grupos coaligados y de las personas que citaba el ingeniero: ‘gente preparada que está harta de la deriva que va tomando la cosa desde que se metieron en política’.
Tras el verano, cuando se aviva la actividad política, con elecciones o sin ellas y con el débil Gobierno de Sánchez atenazado u obediente, conviene ver cómo se resuelve la encrucijada de Podemos.