Solía ocurrir en el Colegio que este tipo de perfiles coincidía con el de los más tontos de la clase, los que no estudiaban nunca, los que nunca traían los deberes, los que copiaban bajo amenaza de darte una paliza en el recreo y de los que casi siempre suspendían. Un alivio o una bendición era cuando repetían, porque, al menos, no los tenías ya en tu clase.
El problema era el bicho grande que se quedaba en una clase de más pequeños, por repetidor. Pero no creo que sea éste el caso de Rufián, diputado de Ezquerra Republicana de Catalunya, ya que es un chico joven que no parece repetidor. Aunque a una mayoría de la gente con la que hablo no le gusta esa imagen de “abusón” que lleva. Solía ocurrir en el Cole que alguna vez a éste tipo de abusones llegaba alguien y les hacía frente una vez, saliendo mal parados o haciendo el ridículo. Su “prestigio” de chulitos matones se venía abajo y ya se les perdía el respeto. Nunca volvían a ser lo que eran.
Rufián es un chico que, de primera mano, parece majete. Aunque no es catalán de pura cepa -toda su familia es la ciudad jienense de Alcaudete-, se acomodó muy bien al independentismo, que le daba lo que necesitaba. Hoy le tenemos, a sus treinta y pico de años, como un diputado en el Parlamento de España que tiene que hacer un gran trabajo, promover ideas para que el conjunto de la Sociedad mejore mucho, y lograr mejores cotas de convivencia y tolerancia entre todos. Yo creo que no parece que se esfuerce mucho en ese sentido, pero él, a su manera, lo intenta.
No se le conocen grandes tareas anteriores, solo que anduvo de aquí para allá en empresas de trabajo temporal, hasta que le despidieron y, finalmente, logró su minuto de oro como diputado nacional.
Yo creo que todavía le quedan al chico algunas “balas en la recámara”, esperemos que no sean como las de sus viejos compañeros de partido en el año 1934 o 1936. Este chaval no parece tan violento.
Hay que darle tiempo, hombre, que somos muy impacientes.