Grecia ha salido del tercer rescate después de ocho años de crisis. En ese período, ha perdido un 25% de su PIB, sus ciudadanos han perdido el 40% de su poder adquisitivo, su deuda casi dobla su PIB (180%), el paro continúa en cifras desorbitadas (20,2% y 42,3% entre los menores de 25 años) y los niveles de pobreza y exclusión social, que llegan al 35,6% de la población, son insostenibles. ¿Qué ha pasado en Grecia? ¿Por qué un país que pertenece al euro ha sufrido una crisis de este calibre? Se puede afirmar que el ciclo de la crisis Griega sigue un patrón que se asemeja al de otras economías similares. Lo primero es una entrada de capitales extranjeros, ayudada por la creación del euro en 1999 al tener los inversores mayores garantías por compartir moneda con países como Alemania. Esta entrada de capitales hace que la economía crezca, pero “artificialmente”. Las inversiones de capital no son productivas sino que toman la forma de préstamos, a través, por ejemplo, de deuda pública, que no implican un aumento en la competitividad de la economía. Estos capitales terminan en manos de clases políticas corruptas, en infraestructuras innecesarias o en superfluos juegos olímpicos.
Pero como toda deuda, ésta tiene que ser devuelta y con la llegada de la Gran Recesión se produjo una crisis de confianza de los inversores con Grecia que hizo que fuera difícil el pago del país de sus obligaciones financieras.
Grecia se tuvo que apretar el cinturón, obligadamente, y así lo ha seguido haciendo en los últimos años. Más préstamos fueron necesarios para cubrir los anteriores. Y mientras tanto las joyas de la corona, como algunos puertos, tuvieron que ser vendidos.
Este patrón de crisis se puede observar en otros países, como por ejemplo Argentina y Turquía. Argentina, recientemente, recibió el mayor préstamo en la historia del FMI. Se había producido una salida de capitales debido, entre otras cosas, a la demanda de capital que ha producido en Estados Unidos los planes expansionistas presupuestarios de Donald Trump.
En Turquía se está viviendo una crisis similar. Endeudamiento excesivo, crisis de confianza, devaluación de la moneda, posible intervención del FMI. Turquía es el país donde está en construcción el aeropuerto que iba ser el más grande del mundo: ¿infraestructura innecesaria?
Pero este patrón no se limita sólo a los países mencionados u otros países emergentes. En España también se produjeron situaciones similares en los últimos años: alto endeudamiento, infraestructuras innecesarias, corrupción política. Esto llevó a una crisis de confianza, con la prima de riesgo disparada hasta que se produjo la intervención del Banco Central Europeo, en forma de compra de deuda pública y bajada de tipos de interés hasta tasas negativas.
Grecia ha hecho un esfuerzo, obligado por sus acreedores, para empezar a pagar sus deudas. Es cierto que tiene actualmente un superávit público que ha hecho que mejore la calificación de su deuda, pero ¿a qué precio?
La caída de la cotización de sus monedas se da en otros países como Malasia, Indonesia, Sudáfrica, Brasil, Colombia, Chile y México. En todas estas economías se da un alto endeudamiento, en muchos casos en dólares.
Varias alternativas existen para estos países. La primera, ajustes al estilo de Grecia donde los ciudadanos sufrirán para hacer frente al pago de la deuda adquirida en muchos casos por gobiernos irresponsables si no corruptos. Por desgracia, ésta es la más probable.
También se puede producir un default global, donde, voluntariamente o simplemente por imposibilidad, todos los países endeudados dejen de pagar sus deudas o busquen una quita importante de las mismas. Esta posibilidad, obviamente, no sería aceptada por los países acreedores.
Por último, como vía más racional y también menos probable, existiría la posibilidad de incrementar los impuestos a los capitales internacionales a través de fórmulas globales que todavía estarían por desarrollar.
La economía global nunca ha estado tan desarrollada, sin embargo, vivimos en un estado constante de crisis. Esto es debido, entre otras cosas, a que los poseedores de los capitales internacionales buscan más el rendimiento de sus activos, legalmente, a través de la deuda, que la cooperación entre países y agentes sociales. ¿Cambiará esto algún día?