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España necesita urgentemente una política exterior multivectorial: el giro hacia Asia
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España necesita urgentemente una política exterior multivectorial: el giro hacia Asia

· Por Fernando Moragón, presidente del Observatorio Hispano-Ruso de Eurasia

domingo 10 de noviembre de 2019, 09:50h
Una vez más, en el último bloque del debate electoral entre los líderes de las principales fuerzas políticas de ámbito nacional dedicado a política exterior, celebrado el pasado lunes día 4 de noviembre, pudimos comprobar el absoluto analfabetismo de estos sobre dichos asuntos. A parte de las menciones obligadas a los perversos regímenes de Venezuela y Cuba, que ya son todo un clásico, y a la Unión Europea en sentido muy general y abstracto, poco más se dijo al respecto. De hecho, la mayor parte del tiempo dedicado a este bloque siguieron, como no, hablando de Cataluña. Una sonrisa malévola y triunfante debió esbozarse en muchos independentistas catalanes cuando vieron que seguían hablando de Cataluña en el bloque dedicado a las relaciones de España con otros países y organizaciones supranacionales. Pero es que nuestros políticos no dan para más. No se puede hablar de lo que se desconoce y, por ello, es mejor callar y hablar de otras cosas.
Fernando Moragón.
Fernando Moragón.

España es uno de los países europeos más dóciles con Washington y Bruselas. Da igual quien gobierne. Pero el mundo actual ya no es el de la Guerra Fría, ha cambiado radicalmente y en Europa, y en España especialmente, parecen no darse por enterados. El enfrentamiento entre el capitalismo y el comunismo o socialismo real que dividía al planeta en dos se acabó. Es cosa del pasado, materia de historiadores. Ya sólo existe el capitalismo; pero hay diferentes modelos de capitalismo y están enfrentados entre sí.

Los EE.UU. y su archipiélago anglosajón, los Cinco Ojos, siguen un modelo de capitalismo neoliberal globalista financiarizado. Sus mejores y más fervientes partidarios en el Viejo Continente son, a parte del Reino Unido, la Unión Europea y los países de la Europa Occidental. Como reacción y rechazo a los desastres de la globalización, la brutal crisis económica del 2008 y el estado de guerra permanente de Norteamérica para mantenerse como la potencia hegemónica mundial e imponer su modelo de capitalismo han resurgido las ultraderechas -fundamentalmente; pero no sólo- en Europa. Su propuesta es la recuperación del estado-nación y de las identidades nacionales, un mayor proteccionismo y un moderado programa social, eso sí, exclusivamente para sus nacionales. Por cierto, Donald Trump es el producto made in USA que defiende este modelo de capitalismo antiglobalista frente a la mayoría globalista de las élites de su país. Finalmente, tenemos al capitalismo de estado chino, un capitalismo dirigido por el partido-estado comunista, aunque de comunistas no tengan más que el nombre, o si se prefiere, tal y como ellos lo denominan por “el socialismo con características chinas”. Es partidario de una globalización dirigida. Si en el modelo capitalista anglosajón, la economía se impone a la política, que está a su servicio, en el modelo chino pasa justamente lo contrario, es la economía capitalista la que está al servicio de la política. Eso sí, de una política no democrática.

Está por ver si puede haber democracia sin capitalismo (no tenemos en cuenta aquí la pseudodemocracia esclavista de la antigua Grecia); pero es más que evidente que puede haber capitalismo sin democracia. Desde el Chile de Pinochet, aplicando a rajatabla los dogmas de la Escuela de Chicago, a la China de Xi Jinping con su citado capitalismo de estado. Y para sorpresa del ingenuo pensamiento político liberal que pretendía adherir democracia y capitalismo, y, así, poner fin a la Historia, llega China y no sólo demuestra que puede haber capitalismo sin democracia y que puede durar en el tiempo, sino que además dicho capitalismo funciona mejor que el del modelo anglosajón.

Esta competencia de capitalismos, junto al control por los recursos energéticos y los minerales estratégicos como las tierras raras, el renio o el coltán, es lo que está detrás desde las guerras estadunidenses hasta el crecimiento de la desigualdad social, y está librando un conflicto hibrido a gran escala por ello.

Mientras, nuestros dirigentes políticos, ajenos a todo esto, ensimismados con nuestros problemas internos, como si fueran independientes de lo que pasa en el mundo, en parte por ignorancia, en parte por su servilismo ciego al eje Berlín-Bruselas y a Washington, desprecian lo que acontece en la escena internacional a una velocidad cada vez más vertiginosa. Y lo peor de todo es su falta de interés por elaborar una la política exterior española buscando el beneficio para nuestro país.

Esto es especialmente grave en cuanto a lo que atañe a Asia. Siguen sin entender que el centro del mundo ya no es el Atlántico y que este se ha desplazado a Asia. Asia es el continente del siglo XXI, Europa una península occidental decadente de dicho continente y EE.UU. una “isla periférica” en declive alejada del nuevo centro mundial, y, por supuesto, nuestra gran asignatura pendiente en política exterior.

En este nuevo periodo histórico las instituciones que nacieron después de la II Guerra Mundial son inútiles. El FMI, el Banco Mundial, la Organización Mundial de Comercio, la OTAN, la Unión Europea, la ONU o el G7, por citar algunos de los ejemplos más relevantes, son instrumentos que se crearon para operar en un mundo que ya no existe y por ello se han convertido en instrumentos disfuncionales, inservibles e irreformables. Los intentos hechos por algunas de estas organizaciones para transformarse adaptándose a esta nueva época, algo para lo que no fueron concebidas, han resultado un absoluto y rotundo fracaso. España no puede jugarse su futuro a una única carta, de una OTAN que cada vez le interesa menos a EE.UU. y de una UE que recuerda mucho a los años finales de la Unión Soviética, un estado y una ideología en los que ni sus propios dirigentes creían; pero mantenían la ficción de que sí creían en ella de cara a su población por puro interés propio.

Las legiones romanas fueron en su época un arma de guerra formidable; pero no pudieron adaptarse a una forma de guerra nueva en la que la caballería pesada, de sármatas o sasánidas, se imponía frente a la infantería pesada, combinada, además, con una caballería ligera de arqueros (en muchos casos usando arcos compuestos); como anteriormente la falange macedónica tuvo que dejar paso a la legión romana, una formación compacta; pero mucho más flexible que la rígida falange. La OTAN y la UE ya han tenido su Cinoscéfalos y están a la espera de ser rematadas en su batalla de Pidna.

China y Rusia son plenamente conscientes de esto, Occidente no lo es o no quiere serlo. Esto es especialmente dramático para Europa, un continente cada vez más irrelevante en la escena mundial; pero aún es más dramático para España, fiel creyente en estas organizaciones del pasado a las que confía absurdamente buena parte de su política exterior. La Historia es dinámica y nadie permanece eternamente en la cúspide. Europa está en decadencia desde la I Guerra Mundial y ya sólo puede aspirar a gestionar su desplome de forma ordenada e inteligente. El tiempo de la supremacía europea es sólo un vago recuerdo de algo pretérito que fue y ya no es ni volverá a ser.

España debe aprender en esto de Italia. Lo que nos está enseñando Italia es que es necesario llevar a cabo una política multivectorial independiente. Plegándose a los designios del eje Berlín-Bruselas lo menos posible, apuntándose a la Iniciativa de la Franja y de la Ruta china y pidiendo el fin de las sanciones contra Rusia (a la que ahora se ha apuntado también Macron), realizando eventos como el pasado XII Foro Económico Euroasiático celebrado en Verona el 24 y 25 de octubre, coorganizado por la italiana Associacione Conoscere Eurasia y por la fundación rusa Roscongress, o previamente en septiembre, asistiendo al V Foro Económico Oriental que tuvo lugar en Vladivostok con una delegación de más de 200 personas (de España solamente fue una, quién estas líneas escribe), tras haber participado en el Foro Económico Internacional de San Petersburgo en el mes de junio, donde hubo un panel específico Rusia-Italia, siendo este el Foro más importante de Rusia y uno de los más importantes del mundo.

Por ello, España, aun permaneciendo en la OTAN y en la UE, tiene que jugar todas sus cartas implementando de manera urgente una política exterior multivectorial que no sólo tenga en cuenta a los EE.UU. y a la UE, sino que se abra también hacia China y Rusia. De este modo España debería firmar el MOU de la nueva Ruta de la Seda china (como lo ha hecho Italia, Portugal, Grecia, Austria, Luxemburgo o Polonia, todos ellos miembros de la UE). También debe hacer una política actica en favor de la retirada de las sanciones de la UE contra Rusia, participar en sus grandes Foros (además en el 2020 se celebraran las cumbres de Jefes de Estado y de Gobierno de la Organización de Cooperación de Shanghái y de los BRICS en San Petersburgo) y aprovechar la relación con Rusia como puente natural hacia Asia. Finalmente, España tiene que solicitar la entrada como socio de diálogo en la Organización de Cooperación de Shanghái, la mayor organización regional del mundo.

Pero nada de esto va a suceder. El temor de nuestros políticos a salirse del guion que les marca EE.UU., por un lado, y la UE, por otro, junto con su bajeza de miras, no lo va a permitir. Seguiremos siendo los tontos de Europa, más papistas que el Papa. Un dato para terminar. En el Foro Económico Internacional de San Petersburgo, como todos los años, hay un país invitado especial. Este año fue China y asistió su presidente Xi Jinpig (el año anterior fue Francia y encabezó la delegación francesa el presidente Macron). Después de los anfitriones rusos, lógicamente, la mayor participación de empresas fueron las de China. Por cierto, el segundo país por detrás de China en cuanto al número de empresas participantes fue… Estados Unidos.

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