Ciertamente, en el mundo de la filosofía, es debatible la esencia de la verdad y puede haber discrepancias. Sin embargo, en el mundo de lo concreto, en el ámbito de los hechos, la verdad se manifiesta de forma innegable. Una calle es, o no, de dirección prohibida; un gobierno mejora, o no, el PIB y el empleo, etc. El sentido común del ciudadano capta la verdad o la mentira de la política y, donde hay elecciones libres, los políticos se encuentran, a veces, sorprendidos por el sentido del voto de los ciudadanos y sobre cómo ese voto evoluciona, a pesar de las campañas publicitarias, cuando perciben que en lo que dicen algunos no hay verdad sino solamente interés por mantener apariencias y por proteger a la casta.
Uno de los grandes dilemas de Europa, y de España en particular, es la necesidad de la verdad ideológica. ¿Qué significan los términos de ultraizquierda y ultraderecha? ¿Se utilizan con propiedad? ¿O son meramente descalificativos, carentes de sentido? O son mera demagogia, es decir, “Empleo de halagos, falsas promesas que son populares pero difíciles de cumplir y otros procedimientos similares para convencer al pueblo y convertirlo en instrumento de la propia ambición política”
El concepto ideológico de ultraizquierda es bastante obvio y fácil de definir. Encuentra su raíz fundamental en el anarquismo y el marxismo, pero especialmente en éste último. Las palabras de Marx y Engels en su Manifiesto de 1848, son el catecismo de la ultraizquierda: “Los comunistas no tienen por qué guardar encubiertas sus ideas e intenciones. Abiertamente declaran que sus objetivos sólo pueden alcanzarse derrocando por la violencia todo el orden social existente” “Los comunistas pueden resumir su teoría en una fórmula: abolición de la propiedad privada” Estas ideas se hicieron realidad primero en la Unión Soviética en 1917, mediante el golpe de Estado de octubre contra Kerensky, líder del régimen republicano de febrero que había derribado a los zares. Lenin implantó entonces el régimen soviético, el comunismo de los soviets, mediante la aplicación estricta del pensamiento de Marx, como el mismo explica en su libro “El Estado y la Revolución”. El llamado marxismo leninismo, no es otra cosa que meramente marxismo. Dio lugar a numerosas matanzas y a la creación de los campos de exterminio, los Gulags, que dejaron pequeños por su extensión y duración a los campos nazis. Creó una dictadura de terror que apoyó la violenta expansión del comunismo por el planeta. Tras la Segunda Guerra Mundial dominó a todos los países de la llamada Europa del Este y continuo su expansión por China, Cuba, Angola, Mozambique, Etiopía, Nicaragua, Vietnam, Camboya, Laos, etc. El periódico ruso Izvestia, el 30 de octubre de 1997, con motivo del 80 aniversario de la Revolución de Octubre, publicó un balance de las muertes provocadas por los regímenes comunistas desde aquella fecha, cifrándolas en 110 millones de muertos, cifra muy superior a la causada por los nazis. El Libro Negro del Comunismo, un amplio y detallado trabajo de investigación, publicado también en 1997, ofreció una cifra similar. Más de 100 millones de muertos. Regímenes dictatoriales comunistas, cerrados y opresivos siguen vigentes en China, Corea del Norte, Cuba y siguen intentando extender sus tentáculos por Venezuela, Nicaragua y otros países.
El marxismo es la ultraizquierda, sigue creyendo que el enemigo a batir es el capitalismo, es decir la propiedad privada, y para ello utiliza o bien golpes de estado o bien procesos paulatinos de confiscación, “Exprópiese”, decía Chaves, y de represión policial que asesina a los opositores como si fueran perdices. El país hermano de Venezuela y la dictadura en ella implantada, con apoyo cubano, es todo un ejemplo. Sin embargo, los medios de comunicación evitan salirse de lo “políticamente correcto” y no califican como ultraizquierda o extrema izquierda a Unidas Podemos, o Más País. Por el contrario, no les tiembla la voz al tildar a Vox de partido de extrema derecha en sus titulares de periódicos o en los informativos de las televisiones. Pero eso sí evitan hacer reportajes o enviar a sus periodistas a Nicaragua o Venezuela, donde problema de idioma no van a tener, pero donde pueden tener otro tipo de conflictos si pretenden informar de la realidad.
Para superar la confusión y la ignorancia, sean voluntarias o deseadas, veamos que es la ultraderecha o la extrema derecha. Acudamos a Internet. Según Wikipedia “son términos utilizados en política para describir movimientos o partidos políticos que promueven y sostienen posiciones o discursos nacionalistas y ultraconservadores, considerados radicales o extremistas. Estas posturas radicales corrientemente se vinculan con prácticas antidemocráticas”. La ambigüedad e insuficiencia de la definición es fragrante. ¿Se tilda como de extrema derecha a los partidos nacionalistas/independentistas catalanes, que quieren expulsar a todos y a todo lo que suene a español de Cataluña? Dios nos libre, Julia Otero y demás. Ni se nos ocurra, nos dirán en la redacción, incluso de periódicos teóricamente moderados de derechas. Sin embargo, ese tipo de actuaciones, y no digamos las violencias de los CDR, según parece apoyados, o vistos con comprensión, por la Generalitat, van más allá de la ultraderecha y se asemejan mucho a las acciones nazis ante la raza judía. En el caso de Vox es evidente que su discurso es patriótico, adjetivo que por cierto vuelve a retomar el PP y hasta Sánchez, cuando se envuelve en la gran bandera roja y gualda, pero ¿es lo mismo ser un patriota que ser un nacionalista excluyente? En cuanto al calificativo de ultraconservador también adolece de ambigüedad. Se termina en una tautología, al decir que equivale a “líneas políticas pertenecientes a la extrema derecha”. Vamos a ayudar un poco a los definidores. Toquemos áreas concretas. ¿Sería ultraconservador un partido que considere que la inmigración ilegal está descontrolada y que abogue por su control? Si es así ¿qué opina Ciudadanos de las recientes declaraciones del presidente francés Macron? ¿Acordar una letra para el himno español sería ultraconservador? Otro tema. El estado de las Autonomías. Hay quienes abogan por dar más competencias a las autonomías, llegar a una estructura de reinos de taifas e incluso autorizar el derecho a decidir. Otros consideran que la descoordinación autonómica, la existencia de textos de historia diferentes para cada autonomía o los bloqueos a la unidad de mercado son obstáculos a la libertad y a la convivencia. ¿Por qué a estos se les tilda de extrema derecha y a aquellos de pioneros del progreso? Otro tema. La economía. Los datos ponen en evidencia que el gasto público, descontrolado e ineficiente, termina dañando a la iniciativa privada, a la economía y, por ende, al nivel de empleo. ¿Tiene algún sentido, aparte de la mentira partidista, calificar a quienes piensan así de ultraconservadores y, por el contrario, de progresistas, a quienes promueven el gasto público, el déficit público y el incremento de la deuda pública? ¿No recordamos el descalabro político de Zapatero y de su vicepresidenta de Economía, Elena Salgado, que dio una mayoría plena y absoluta al PP de Rajoy? ¿Preferimos las políticas progresistas de Tsipras y Varufakis y la pobreza en la que han sumido a Grecia? ¿Qué es más social, el pleno empleo o el paro?
Seamos serios. Albert Rivera no supo serlo y así le ha ido a su partido. Si queremos utilizar los términos de extrema derecha y de extrema izquierda, hagámoslo con precisión o simplemente estaremos contribuyendo a la mentira histórica. Vox, hoy por hoy, no presenta ningún signo extremo. Su respeto a la democracia es exquisito. Los que faltan al Estado de Derecho y a la Democracia son quienes han hecho la Declaración Unilateral de Independencia y todas las revueltas violentas que han sido tipificadas como sedición (?) por el Tribunal Supremo. Esos sí que son ultras. Al igual que también los son todos los que pretenden saltarse la Constitución y en especial sus tres primeros artículos. ¿Hay ultraizquierda? Sí. Todos los que aun hoy no han repudiado el marxismo. ¿Hay ultraderecha? Defina Ud. qué se entiende por tal y luego hablaremos. En el siglo XXI debemos descartar la demagogia. Es un obstáculo brutal para lograr la convivencia democrática, que propugna la Constitución española en su preámbulo, y que, posiblemente, es lo que la gran mayoría de españoles deseamos.