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UNA HORA EN LIBERTAD

La izquierda liquida la soberanía popular

Javier García Isac es director de RadioYa.es
Javier García Isac es director de RadioYa.es

· Por Javier Garcia Isac, director de www.radioya.es

sábado 21 de diciembre de 2019, 11:25h
La liquidación de la soberanía nacional en España, ha tenido como principal protagonista a la izquierda política de este país. No han sido los únicos culpables. Éramos muchos los que nos alegramos de la caída del telón de acero en 1989, escenificado con la caída física del muro de Berlín, muchos los que pensábamos que se abría un nuevo mundo de esperanza, reconciliación y libertad, después de años de tiranía y opresión por parte de los regímenes comunistas en gran parte de Europa. No fuimos conscientes de que a la felicidad inicial y a la desaparición del comunismo en Europa, se le unió una nueva reorganización del tablero internacional. Llego lo que conocemos como la globalización, una vez roto el equilibrio este oeste.

El mundo unipolar lo cubrió todo, y a la desaparición del comunismo tal y como lo conocíamos, le sustituyo una suerte de marxismo cultural que se fue infiltrando en la sociedad, permeando en la misma y dando lugar a lo que ahora conocemos como lo políticamente correcto. Las sociedades bajaron la guardia pensando erróneamente que ya no existía un enemigo al que combatir, sin darnos cuenta que el enemigo estaba ya entre nosotros.

De forma silente, casi sin enterarnos, en España se procedió al desmantelamiento de una nación, se la vacío de contenido. En el plano interno, en el plano más domestico, en lo político, con las llegadas de las comunidades autónomas y dando supremacía a los regionalismos frente al carácter nacional. España fue perdiendo competencias y se produce un alarmante vaciamiento de atribuciones estatales. En el plano exterior, con la incorporación a las estructuras supranacionales como la OTAN, donde de forma irresponsable decidimos subcontratar nuestra seguridad a cambio de desmantelar nuestro ejército y con posterioridad, con nuestro ingreso en la actual Unión Europea, cerramos un circulo maldito, donde España ya no es soberana de sus decisiones, las cuales, o bien nos vienen impuestas desde fuera, o bien los regionalismos, los aldeanos periféricos reconvertidos en comunidades autónomas, marcan la línea de un estado vacío de autoridad y vacio de competencias.

Si en lo político la situación es grave, tanto en el plano interno como externo, lo mismo podríamos decir de lo económico, donde España con su incorporación al euro y la desaparición de nuestra propia moneda, tampoco somos soberanos y la política financiera y económica nos viene dada desde fuera, desde Bruselas. Si a todo esto le sumamos la privatización de los sectores energéticos estratégicos de la nación y algunos de los servicios básicos, junto con la venta de las empresas publicas más rentables, nos encontramos ante un panorama ciertamente negro, desolador, donde cada vez se nos hará más complicado recuperar parte de la soberanía perdida.

La constitución de 78, que algunos vieron como un nicho de oportunidades para modernizar un país que ya de por si estaba entre los más industrializados del mundo, supuso un serio revés, un serio retroceso, un parón en la línea ascendente de la que veníamos. Nos lastramos con un modelo territorial ineficaz e inmoral, que primo lo excluyente sobre el todo, que genero españoles de primera, segunda y tercera categoría, dependiendo de donde nacieras, vivieras o murieras. Generando tensiones inexistentes entre españoles y grandes diferencias sociales y alentando a los aldeanos periféricos frente a un estado cada vez más vacio de competencias. Un grave error que pocos se atreven a reconocer, después de transcurridos más de 40 años de la promulgación de la misma. Se sigue persistiendo en el error en lugar de buscar soluciones que cada vez se antojan más complicadas.

La constitución nos dejo sin soberanía. Luego, con la victoria socialista de Felipe González en el 82 y la puesta en marcha de lo que falsamente se nos vendió “como la reconversión industrial”, nos acabamos cargando sectores estratégicos de nuestro país que ya jamás recuperaríamos, renunciando claramente a ser un país industrial y pasando a un modelo de servicios basados principalmente en el turismo, en el buen tiempo y en la playa. Nuestra incorporación a lo que ahora conocemos como Unión Europea, fue el toque de gracia, la estocada final, que dejaba a España a merced de los intereses extranjeros frente a los nacionales. La puntilla para sustituir nuestro modelo productivo por uno que solo beneficiaba a nuestros competidores. Nos convertimos en un mercado receptor, desmontando nuestra agricultura, pesca y ganadería, desmontando industria estratégica y privatizando el sector energético. Entramos en el mercado común, asumiendo unas condiciones leoninas y abusivas que nunca debieron ser aceptadas y que supusieron un aumento estructural del paro en España, que rara vez pobra bajar del 12 %, prácticamente el doble de eso que conocemos cursimente como los países de nuestro entorno.

La crisis del capitalismo afecto en mayor medida a España por culpa del nuevo modelo productivo que habíamos asumido. Ya nada volvería a ser igual, no conseguimos recuperarnos, y cuando se nos dijo que ya estábamos saliendo de la tan manida crisis, nos anuncian que estamos a las puertas de una nueva recesión, cuando la mayoría del pueblo español no hemos notado esa famosa salida de la crisis que nos dijeron ya había pasado. Pareciera estamos abocados a vivir en una continua crisis económica que es aprovechada para limitar los derechos de los trabajadores, recortar salarios y aumentar nuestra vida laboral, bajo amenaza de que no tendremos jubilación. Sin embargo, nada se hace para revertir una situación que se nos hace insoportable. Quieren normalizar lo que no lo es, para que este recorte de derechos y libertades, y este nuevo escenario sean asumidos como normales, con absoluta normalidad. No podemos seguir actuando y comportándonos como si nada pudiéramos hacer para parar esta espiral. Podemos y debemos revelarnos. Está en juego nuestra soberanía, nuestro futuro y nuestra nación.

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