La economía española va por mal camino. Nos esperan momentos muy duros. No cabe achacar la culpa al viento, como haría Zapatero, ni a la pertinaz sequía sino al mal gobierno. Nuestro gasto público respecto al PIB ha pasado del 42,1% en 2019, al 52,3% en 2020. Un aumento en sólo un año de 10,2 puntos, es decir un incremento del 25% respecto al gasto público del año 2019. Evidentemente, en momentos de grave crisis, como la provocada por el COVID19, el Estado tiene un papel importante que jugar para ayudar a las empresas a seguir existiendo y a los desempleados temporales, derivados de la crisis. Ello indudablemente implica mayor gasto público, pero también debería ir acompañado de recortes de otros gastos, que muchas veces sirven solo para cubrir alegrías de políticas que se presentan bajo una apariencia de progreso y que, en muchos casos, no pretenden otra cosa que sacar réditos electorales. Recordemos que los famosos ERES de los gobiernos socialistas de Andalucía, no eran ayudas dadas a todos los andaluces, sino que se centraban donde era interesante hacerles saber, con intenciones electorales, de forma sutil pero clara, que el PSOE era capaz de “ayudar a los que le ayudaban”. Eso no era una actitud honesta de gobierno.
Los números permiten comparaciones muy interesantes y nos permiten ver que en Europa hay países estables y con una economía razonable que tienen un mayor nivel de gasto público que España, como es el caso de Francia 62,1%, Grecia 60,7%, Bélgica 60,0, Austria 57,9%, Italia 57,3% y Dinamarca 53,9%. Pero también cabe señalar que hay otros que tienen un gasto inferior al nuestro, como es el caso de Alemania 51,1%, Reino Unido 50,3%, Portugal 48,4%, Países Bajos 48,1% o Irlanda 28,2%. Así mismo, si nos fijamos en otros países, que tienen una economía pujante, cabe observar que muchos de ellos tienen un nivel de gasto público considerablemente inferior al nuestro, como es el caso de Japón 37,2%, USA 35,7%, China comunista 34,1%, al igual que los llamados tigres de Asia, Singapur 26,6%, Malasia 23,5%, Corea del Sur 22,6% y Taiwán 17,3%.
Por tanto, cabe percibir una correlación entre el gasto público y la eficiencia de la economía. Parece que esta suele funcionar mejor cuando el gasto público no es demasiado alto. La realidad es que todos los que muchos de los que hemos trabajado en el sector público hemos tenido la percepción de que el gasto parecía excesivo. Ante ello hay formas de evitarlo mediante evaluaciones de costes que permitan comparaciones dentro del sector público y, en muchos casos, con el sector privado. Pero ¿se hacen? ¿Cuántas veces se publican las cifras del coste por alumno en los distintos niveles de enseñanza en el sector público y el sector privado? ¿Cuándo se han comparado los costes de la sanidad pública con los de la privada? ¿Por qué, en vez de ir camino de suprimir MUFACE, no se hace lo contrario y se va paulatinamente extendiendo la opción de MUFACE, a todos los ciudadanos lo que permitiría elegir anualmente entre la sanidad del sistema público o alguna de las compañías privadas que han hecho un concierto con el Estado?
La calidad y la eficiencia, no el carácter público o privado de las instituciones que presten servicios públicos, será la clave de la existencia futura de unos u otros. No nos engañemos, los servicios públicos los pagamos todos, independientemente de si son públicas o privadas las instituciones que los prestan. ¿Acaso las carreteras, que en su mayoría se hacen con dinero público, no son diseñadas, construidas y mantenidas por empresas privadas? La economía para funcionar debe dejarse de prejuicios por inclinaciones políticas. Eso es cosa del pasado que sin embargo algunos aun defienden, aunque con muy pobres argumentos. Los funcionarios y los empleados quieren sentirse orgullosos de la calidad y del coste de los servicios que prestan. Suelen estar muy dispuestos a colaborar, a ello si los directivos se lo piden y los involucran. De ahí la importancia de la profesionalidad de la Administración Pública para evitar presiones que después se plasman en corrupciones que tanto se critican.
Por otra parte, como en toda institución humana, los costes tienen que cuadrar con los ingresos. Cuando no ocurre así las empresas van a la quiebra. Sin embargo, el sector público se permite la existencia de déficits a pesar de las normativas e indicaciones europeas. Los datos son de nuevo muy llamativos: España se halla en los puestos de cabeza de Europa respecto al nivel de deuda pública, con un 119,9% sobre el PIB, que tan solo es superado por Grecia 205,6%, Italia 155,8% y Portugal 136,6%. Lo malo es que como el déficit público de España 11%, es más elevado que el de Grecia 9,7%, Italia 9,5% y Portugal 5,70%, de Europa, estamos acelerando nuestro endeudamiento y podemos tener el triste honor de llegar a adelantarles, en cuanto a deuda pública.
Finalmente, si a esto añadimos un indicador clave de la vitalidad de la economía, las cosas se ponen aun peor. Los datos sobre tasa de desempleo, ubican a España en muy mala posición 15,3%, tan solo superada por Grecia 17,1%. Asimismo, nuestra tasa está muy por encima de Italia 10,7% y de Portugal un 7,2%. Los PIGS (Portugal, Italia, Grecia y Spain) se están quedando en IGS ya que Portugal, nuestro país hermano y vecino, con un gobierno socialista está promoviendo la empresa, y el empleo y está afrontando la crisis del COVID19 mucho mejor que nosotros. Tal vez, en su “doctorado” en Economía, nuestro presidente Sánchez no abordó temas de política económica. El problema es que sus improvisaciones nos están llevando, con la ayuda o la tolerancia de Nadia Calviño, su vicepresidenta Económica, a un abismo similar al que, el también doctor y ministro de Hacienda Varufakis, llevó a Grecia, y del que tanto le está costando salir. Hay un riesgo muy claro, y muy grave, de que el presidente Sánchez de lugar a que España sea intervenida por los hombres de negro de Bruselas que, como en el caso de Grecia, obligarán a reducir pensiones, asistencia y gastos públicos, que obviamente no afectarán al ya entonces retirado, ex presidente Pedro Sánchez, ni a su pensión vitalicia.