Ahora estamos en las mismas: los políticos han decidido que para frenar a Rusia la fórmula adecuada son las sanciones. Siendo discutible si lo que frena a Rusia son las sanciones o dotar a Ucrania de armamento moderno, apoyo económico e información de los servicios de inteligencia de la OTAN, de lo que no cabe ninguna duda es que las sanciones le hacen mucho daño a Europa. En forma de una inflación que ya existía antes, pero que se ha exacerbado como consecuencia de dichas sanciones.
Pero hay un límite a lo que puede hacer el BCE ante un shock de oferta. Imaginen que se decide dejar de comprar gas ruso: pasará lo mismo que cuando se ha anunciado que se deja de comprar petróleo. O cuando se anunció que se dejaría de comprarles todo tipo de materias primas. La inflación seguirá alta por mucho que el BCE suba los tipos de interés. Y subirlos agresivamente llevará a Europa a una recesión.
La solución efectiva sería que cada palo aguante su vela. Una mezcla de políticas monetarias y fiscales o asumir que, ante un conflicto militar, lo importante es el apoyo militar, económico y de los servicios de inteligencia. Eso permitiría reducir las sanciones, que no parece estén siendo muy efectivas para detener la agresión rusa. La simple posibilidad de que se reduzcan la sanciones haría que cayeran dramáticamente los precios de las materias primas, el gas y el petróleo. Otra opción realista es negociar, dado que al final es lo que habrá que hacer, aunque no nos guste a nadie. Pero esa es una decisión de los políticos, no del BCE.