Este martes 30 de septiembre se conmemora el
Día Internacional del Derecho a la Blasfemia, una fecha impulsada en 2009 por el
Center for Inquiry, organización dedicada a promover la ciencia, la razón y los valores humanistas. El objetivo de la jornada es recordar que
criticar, cuestionar o incluso ridiculizar las religiones forma parte del derecho fundamental a la libertad de expresión, piedra angular de cualquier democracia.
Sin embargo, en Europa se libra hoy un pulso complejo: mientras algunas corrientes políticas intentan criminalizar la blasfemia bajo la cobertura de leyes contra la islamofobia, los juristas advierten que estas iniciativas pueden convertirse en una ley encubierta contra la crítica religiosa, debilitando la libertad de pensamiento.
Ejemplos recientes demuestran la gravedad del problema. En Barcelona, una operación antiterrorista desmanteló una célula yihadista que había planeado decapitaciones de críticos con el islam y elaborado una lista de objetivos. Pese a la contundencia de las pruebas, seis de los once detenidos fueron puestos en libertad con cargos, una decisión judicial que ha generado alarma social y que, para muchos, transmite un mensaje de impunidad frente al extremismo.
El caso recuerda otros episodios trágicos como los atentados contra la redacción de Charlie Hebdo en París, motivados precisamente por la defensa del derecho a la blasfemia, o la reciente detención de una célula en Barcelona con consignas explícitas de atentar contra quienes blasfemaran. Estos sucesos ponen de manifiesto que la intimidación violenta busca silenciar la crítica religiosa, restringiendo un derecho esencial de las sociedades libres.
En el Día Internacional de la Blasfemia, resulta imprescindible reafirmar que ninguna religión ni ideología debe quedar al margen de la crítica, y que la respuesta al fanatismo no puede ser limitar la libertad de expresión, sino protegerla con firmeza. Porque, como recuerdan los defensores de este derecho, la democracia no se defiende censurando, sino garantizando que nadie pueda ser perseguido por sus ideas o por sus palabras.