Considero que el hecho de que no se la pueda clasificar engrandece su figura, porque se trata de un espíritu literario libre que no se dejó llevar por los movimientos literarios imperantes en el duro momento que le tocó vivir. No es de extrañar, por lo tanto, que tuviese problemas con la censura. Sus obras expresan una originalidad y una frescura inusitadas, porque ella se encargó, junto a otras pocas mujeres como Carmen Martín Gaite, Carmen Laforet o Josefina Aldecoa, de abrir caminos en una generación poco amable con las mujeres.
Creo que asumió muchos riesgos y nunca decidió quedarse en su zona de confort. Prueba de ello es que, a la estela de Cervantes, dedicó más de veinte años a idear y planificar una obra que revolucionó el mundo literario: Olvidado Rey Gudú. Un libro que explora un universo fantástico singular y que coronó una trayectoria impecable.
Esa valentía para adentrarse en territorios desconocidos, aun a riesgo de sufrir un profundo desarraigo, tiene raíces en su biografía. Ana María Matute confesó que, desde muy pequeña, se sintió “de ninguna parte”. Su familia pasaba seis meses en Barcelona y seis meses en Madrid. Allí eran los madrileños; aquí, los catalanes. Le costó echar raíces, y ese espíritu errante e itinerante fue decisivo para configurar algunos de sus personajes más célebres y recordados.
En el marco del Festival Getafe Negro, en una conferencia organizada por la Fundación Mutua Madrileña, las escritoras Noemí Trujillo Giacomelli y Ana Merino intentaron desgranar los rasgos de novela negra presentes en la obra de Ana María Matute. Y, sin duda, los hay: porque, en contra de lo que podría pensarse, sus libros están plagados de intrigas, pérdidas, muertes y atmósferas sombrías que revelan una visión profunda —y a menudo inquietante— de la condición humana.
Noemí Trujillo Giacomelli manifestó que Matute “es nuestro Kafka, indudablemente. Para Kafka el expresionismo es un punto de partida, pero no se le puede encasillar ahí. Kafka es inasumible, inabarcable. Con Ana María Matute pasa algo parecido: no le podemos poner categorías. Se la intenta incluir en la Generación del 50, porque fueron sus amigos, pero su literatura va más allá”. Añadió además que “el color negro está muy presente en su obra. Hay un cuento en su recopilación de relatos en el que un niño, con unos lápices de colores, quema una esquina de su casa y acaba muriendo. La ceniza está muy presente también en su narrativa”. Y al poner un ejemplo de elementos propios de la novela negra recordó que “en Primera memoria, en el mar, Matia y Borja encuentran a un hombre muerto. El hombre está tendido en la arena y su hijo acude a pedir permiso para recoger el cadáver de su padre. El mar no es un lugar idílico, no es el mar de los poetas, no es el mar de Alberti. Es otro mar”.
Ana Merino, por su parte, la reivindicó como la “auténtica creadora del microrrelato”, aspecto que abordamos también en Los universos de Ana María Matute. Señaló que en su obra “hay pasajes de especial dureza, hay envidias, muertes, angustias y una lucha feroz entre hermanos basada en la historia del Génesis, Caín y Abel, que es una constante en sus libros”. Y concluyó con una reflexión muy personal: “A mí la obra de Ana María Matute me sirve mucho para pensar en el mundo de hoy. Es muy real, nada edulcorada”.
Nunca sabremos si Ana María Matute hubiese cultivado el género de la novela negra tal y como lo entendemos hoy. Como lectora voraz que era, en los últimos años de su vida se interesó por algunas obras del género. Sin embargo, coincidiendo con su centenario, conviene llamar la atención sobre lo poco que se ha adaptado su obra al cine, al teatro y a la televisión. Estoy convencido de que, en ese proceso de adaptación pendiente, aflorarían con más fuerza muchos de los elementos de la novela negra que laten en su literatura: la ambigüedad moral, la culpa, la oscuridad de la infancia, la violencia soterrada y la constante búsqueda de un lugar seguro.
En definitiva, Ana María Matute no escribió novelas negras, pero supo mirar el alma humana desde sus sombras. Quizá por eso, su obra sigue resultando tan moderna, tan reveladora y tan necesaria.