Pero Rusia no sólo se enfrenta a EE. UU.; si juntamos a EE. UU., Europa y Japón en una misma alianza, Rusia es militarmente inferior. Además, una cosa es lo que dice el papel y otra, la realidad, pues no tienen por qué coincidir. Como demuestra la guerra de Ucrania, incluso una potencia que en teoría es claramente inferior (Ucrania ocupa el puesto 22 en la clasificación de Global Firepower) puede oponer seria resistencia a un adversario más grande.
Puede que la eficacia militar de las fuerzas armadas rusas no esté del todo clara, pero sobre la debilidad económica del país no hay ninguna duda: en comparación con los países del G7 y China, Rusia tiene una economía minúscula. A diferencia de China o de los antiguos países del bloque soviético, la economía rusa apenas ha conseguido aumentar el ingreso real per cápita de la población desde 2010. Esto se debe probablemente, entre otras causas, a que la economía rusa tiene una fuerte presencia de sectores con poco potencial de crecimiento de la productividad. Así sucede, por ejemplo, con la minería, con la industria manufacturera especializada en productos sencillos, y con el sector financiero.
La parte positiva es que Rusia no vive por encima de sus posibilidades financieras. La balanza de cuenta corriente registra un superávit y la deuda externa es discreta. El banco central tiene la espalda bien cubierta con unas enormes reservas de divisas y oro, aunque ya no puede recurrir a ellas debido a las sanciones. A nivel nacional, tanto el Gobierno como las familias presentan también unos niveles de deuda relativamente bajos. Solo las empresas reportan un mayor endeudamiento, aunque éste se mantiene dentro del marco internacional.
Repercusiones de la guerra económica
Las sanciones más dolorosas para la economía rusa probablemente serán la ruptura de las relaciones del banco central ruso con los bancos centrales de EE. UU., la Unión Europea, Japón, el Reino Unido y Suiza; la exclusión selectiva de las entidades bancarias rusas de la red global de telecomunicaciones SWIFT; la prohibición de las exportaciones de productos tecnológicos clave por parte de EE. UU. y Corea del Sur, y la suspensión inmediata de las importaciones estadounidenses de petróleo, a lo que se suma la retirada voluntaria de conocidas empresas occidentales de Rusia.
Esto congela la mayoría de las relaciones financieras con Rusia y restringe el suministro de productos intermedios importantes para la producción en Rusia. En última instancia, es probable que la economía se vea abocada al trueque internacional, es decir, a intercambiar materias primas a precios rebajados por bienes importados de primera necesidad. Las consecuencias serán probablemente una recesión a corto plazo y, a la larga, un repliegue de la economía rusa hacia el mercado interior, como en la época soviética.
Desde la invasión de Ucrania, el indicador de seguimiento del PIB de la OCDE (GDP-Tracker), que se basa en datos de alta frecuencia, ha caído casi cuatro puntos porcentuales. Los datos de internet apuntan, además, a una debilitación del consumo. Las previsiones de crecimiento económico para 2022 cayeron del 2,5 % en las primeras semanas del año al –10 % como último dato registrado. El índice bursátil ruso cayó dos tercios en moneda nacional y alrededor de tres cuartas partes en dólares estadounidenses. A pesar de la subida de los tipos de interés del 8,5 % al 20 % desde el 1 de febrero, el rublo llegó a perder la mitad de su valor frente al dólar.
La reducción de la oferta se une a una demanda inflada desde el punto de vista monetario (gráfico 9). Desde 2015, el producto interno bruto (PIB) real ha aumentado solo un 8 %, pero gracias a la elevada inflación interna, el PIB nominal creció un 58 %. La inflación de los precios al consumo fue menor, ya que los precios de los bienes importados subieron menos. Sin embargo, en el futuro, la desaparición de muchos bienes importados y la elevada dotación de dinero de la economía deberían disparar también la inflación de los precios al consumo. Desde 2015, la base monetaria M1 ha aumentado un 135 %, un 48 % por encima de su valor de tendencia ajustado entre 2000 y 2015. El exceso de dinero, unido a la disminución de la oferta, podría desembocar en lo que podemos llamar una «recesflación». Es probable que se produzca una recaída a la inflación desbocada.
Para Occidente, la desvinculación de Rusia de la economía mundial supone, sobre todo, una reducción de la oferta de materias primas y una nueva crisis de sus precios. Según el índice HWWA, un índice global de precios de materias primas, estos han subido hasta un 50 % desde la invasión de Ucrani.
La sacudida de los precios está impulsando al alza la inflación de los precios al consumo, que recientemente ha alcanzado tasas anuales del 8,6 % en EE. UU. y del 7,5 % en la zona euro. Dado que EE. UU. importa pocas materias primas en términos netos, se está produciendo en el país una redistribución de los consumidores hacia los productores de materias primas, lo que hace que se resienta menos el conjunto de la economía. En cambio, para Europa, que importa grandes cantidades de materias primas, la subida de los precios actúa como una suerte de impuesto que va a parar a las arcas de los proveedores extranjeros, lo que probablemente frene el crecimiento económico.
Además, Europa podría verse afectada por las dificultades de abastecimiento. Si los países europeos acordaran finalmente un boicot total a las importaciones de materias primas rusas, o si Rusia suspendiera las exportaciones, el suministro de gas natural, carbón y petróleo se vería especialmente restringido. Los países grandes más afectados serían Alemania e Italia.
Por el contrario, la vinculación financiera con Rusia tiene una importancia secundaria. La deuda externa de Rusia con los bancos ascendía a 122 000 millones de dólares a finales de 2021. Entre los bancos extranjeros acreedores predominan las entidades de Francia e Italia, con créditos de 25 000 millones de dólares respectivamente, seguidas de Austria, con 18 000 millones de dólares, y EE. UU., con 15 000 millones. Los créditos de los bancos alemanes son bastante modestos: 8000 millones de dólares.
En este contexto, los mercados financieros han permanecido bastante tranquilos desde el inicio de la guerra de Ucrania, con algunas excepciones. El índice de volatilidad VIX del conjunto estadounidense S&P500 se ha mantenido hasta ahora muy por debajo del nivel de crisis anteriores, y los principales índices bursátiles de EE. UU. y Europa han vuelto a superar sus promedios de 2021. A pesar de que Europa se ha visto más afectada desde el comienzo de la guerra, las acciones europeas tan solo han caído algo más que las norteamericanas. La fuerte subida de los precios de las materias primas causó dificultades a algunos operadores, que tuvieron que aportar mayores garantías para las posiciones en el mercado de futuros. Algunas empresas de leasing también se vieron en la cuerda floja por la puesta fuera de servicio de los equipos utilizados por arrendatarios rusos. En general, sin embargo, no se produjeron grandes convulsiones.
Chinusia contra Otania
Los dirigentes rusos y chinos están unidos por la convicción de que Occidente está experimentando un declive secular, que atribuyen principalmente a una fragmentación de la sociedad occidental a causa de la política identitaria y a la inmigración procedente de otros círculos culturales. Ante este panorama, no es de extrañar que China muestre públicamente en la guerra de Ucrania una neutralidad favorable a Rusia y que, posiblemente, la apoye en secreto.
No son pocas las veces que se ha señalado que el dirigente chino Xi Jinping, a pesar de su consenso con Vladimir Putin sobre Occidente, persigue ante todo los intereses económicos y geopolíticos de China que él ha definido. En este sentido, la estrecha amistad entre ambos gobernantes no está exenta de limitaciones. Que Xi apoye abiertamente a Putin en su lucha contra Occidente dependerá sobre todo de que la guerra de Putin tenga éxito y de que Occidente se deje dividir políticamente.
Hasta ahora, el veloz éxito militar que Putin esperaba contra Ucrania no se ha hecho realidad y Occidente se ha mostrado sorprendentemente unido. Los errores del conflicto bélico ruso pueden servir de lección al ejército popular chino, pero su influencia en la unidad de Occidente es muy pequeña, y ese es precisamente el mayor obstáculo para que continúe avanzando el desarrollo geopolítico tal como lo entiende China. Y es que, aunque China, a diferencia de Rusia, es una gran potencia económica, ni siquiera en conjunto con Rusia se acerca al poder económico de Occidente.
A continuación, definimos dos zonas de influencia que hemos llamado «Otania» y «Chinusia». Otania no solo abarca el territorio de las potencias de la OTAN, sino también el de países amigos como Japón. Chinusia está formada por China y Rusia, ya que estos dos países no pueden contar con ninguna otra gran potencia.
Si se compara el poder económico de ambas regiones tomando como referencia el producto interno bruto, observamos que Otania es casi tres veces superior a Chinusia. Otania y Chinusia tienen importantes vínculos comerciales Rusia, principalmente en materias primas, y China, en mercancías, pero si ponemos en relación las respectivas exportaciones entre ambas regiones con el PIB, el resultado es que Chinusia es mucho más dependiente de Otania que al revés. En Chinusia, esta relación es más de cinco veces superior a la de Otania.
En cuanto al gasto militar, la relación entre Otania y Chinusia también es de tres a uno. Oficialmente, la OTAN tiene muchos menos soldados que Chinusia, pero esto se debe a que no todos los soldados de los países de la OTAN están subordinados a la comunidad de defensa. Si tomamos como referencia el número de soldados en el conjunto de los países de la OCDE, Otania también tiene ventaja.
Conclusión
Una vez más, en Oriente y Occidente se enfrentan dos órdenes sociales antagónicos: en Oriente existe una dictadura hecha a la medida del líder, mientras que en Occidente hay una sociedad civil democrática y constitucional. Las dictaduras orientales creen en su superioridad sistémica porque no confían en la unidad ni en la capacidad de defensa de las sociedades civiles occidentales. Piensan que la desunión y la cobardía de Occidente anulan su clara superioridad económica y militar.
Sin embargo, la guerra de Ucrania podría destruir la visión del mundo que tienen los dictadores orientales. Los ciudadanos ucranianos están demostrando a los dictadores que poseen la fortaleza necesaria para defender su país, y Occidente está poniendo en evidencia que es capaz de unirse contra los dictadores agresivos. Si Occidente mantiene su unidad y toma ejemplo de la valentía ucraniana, el nuevo conflicto entre Oriente y Occidente también terminará, como el anterior, con la reafirmación de Occidente.