Al igual que los versos del gran poeta, los que han hablado en la tribuna seguirán siendo vistos como son por cada uno de nosotros, a pesar del esfuerzo de los relatores para contarnos cómo debemos verlos.
Si repasamos las cabeceras que se disputan el cada vez más reducido número de lectores de prensa, encontramos relatos tan dispares que no parecen referirse al mismo episodio. Veremos que en El País presentan a un Pedro Sánchez que va a ocupar el centro político, frente a una Cuca Gamarra que, según explica el columnista de turno, actuó al estilo Casado y ha dejado desnudo a Feijoo. Por su parte ABC advierte del acelerón hacia el extremismo, con un presidente radicalizado que hace suyo el programa populista de Podemos. Sánchez solo tiene dos salvavidas, nos dice uno de sus columnistas, culpar a Putin de todo y exculpar a Bildu del todo. La Razón precisa que el presidente redobla el castigo a la economía y, en igual sentido las publicaciones del mundo financiero anuncian populismo tributario y castigo a las empresas, con lo que coinciden en que Sánchez destroza a Yolanda Diaz al dejarla sin discurso propio.
En el plano político La Vanguardia indica que el choque dialectico con el PP muestra que cualquier posible acercamiento entre gobierno y oposición será nulo, lo que afectará a la renovación de jueces o la controvertida ley de memoria pactada con Bildu. Enric Juliana lo comenta con un titular de su marca “Bora Bora, el Sánchez resistente se revuelve ante las encuestas” aunque se incluya como contrapunto en el mismo periódico lo que escribe Fernando Onega: “Sánchez repartió toneladas de bienestar en modo verbal”. Otra cabecera de Cataluña, El Periódico, nos dice que el riesgo de populismo está en unas medidas encaminadas a su electorado más que ser una respuesta eficaz a los problemas.
En el lado opuesto a la versión de El País, tenemos la de El Español que nos dice que Sánchez entrega el centro a Feijoo. Libertad Digital es categórica “ruinosa podemización” por sus propuestas de más gasto y más impuestos. En Vox Populi un columnista considera al debate una muestra de los estertores del sanchismo. Es diario nos informa que ha visto en el Congreso a un Sánchez muy tocado.
Tratando de eludir en mayor medida pronunciamientos ideológicos, los titulares más repetidos por los comentaristas económicos se limitan a dar datos y afirman que la mera mención al impuesto a la banca, que solo permitirá recaudar 1500 millones, ha hecho perder 9.000 millones a los accionistas. Y también reparan en el daño que ha supuesto para el valor en bolsa Repsol, Enagás y Endesa el anuncio de recortar los márgenes a las empresas energéticas.
El capítulo de lamentaciones que acabamos de ver se compensa con la satisfacción que ha producido el discurso de Sánchez en los diputados socialistas y en sus socios de gobierno. Todos consideran que se trata de un éxito clamoroso, así como de un cambio de rumbo que mejorará la tendencia del voto, además de facilitar la negociación de los presupuestos. De ello da fe el digital Público y señala que todos esperan que las medidas sean permanentes y estructurales.
Por lo demás, el reencontrado debate del estado de la nación, hurtado varios años a la sociedad civil por simple conveniencia del poder, vuelve en un tiempo nuevo, con la percepción del ciudadano muy refractaria a tanto intento manipulador. Si nos vale como analogía, es como una tuerca que está pasada de rosca, por lo que un esfuerzo narrativo tan dispar no sirve para hacer posible un relato unívoco.
El éxito de la comunicación política se considera un desiderátum que los partidos políticos aspiran conseguir. Solo Groucho Marx supo caricaturizarlo “No va a creer usted a sus propios ojos antes que a mí”. Durante mucho tiempo la cosa funcionó porque los electores sentían la adhesión a su sigla con la misma pasión que a su equipo deportivo, de ahí deviene el bipartidismo que se mantuvo durante cerca de cuatro décadas. La experiencia democrática ha ido calando como lluvia fina y se probó por sorpresa en Andalucía, por no dirigir nuestra mirada a Francia donde han desaparecido prácticamente las siglas que han ocupado la escena política desde el fin de la segunda guerra mundial.
Y dicho lo cual el lector podría preguntarse ¿Qué conclusión puedo sacar de todo esto? Solo se me ocurre sugerir con humildad que sea usted creyente o ateo se atenga a seguir el consejo del evangelio; solo por sus hechos los conoceréis. Porque los hechos están a la vista y se harán aún evidentes hasta para los que no quieren ver.