La idea que Tezanos trasmite una y otra vez es que el PSOE ganará y que así lo piensa la mayoría. Es el llamado principio de unanimidad: hacer que la gente crea que piensa como todos. Pero él, además, se desenvuelve en un modelo de poder facilitador porque ha renunciado a la verdad. Su jefe es un arquetipo de lo que Arturo Pérez Reverte llama admirativamente un ejemplo del maquiavelismo florentino del siglo XVI para el príncipe que aspira al poder: para afianzarse vale incumplir lo que se promete si atenta contra su interés (en el caso Sánchez apoyarse en Podemos y los independentistas). Que si es necesario se ha de ser cruel (ha liquidado a todo adversario interno). Y que, en definitiva, el fin justifica los medios, es decir, una antítesis de lo que aportó el pensamiento liberal para inspirar la política en las democracias del siglo XX.
Expuesto lo anterior, vayamos a la demostración de lo que Tezanos es capaz de publicar, sin importarle el prestigio del CIS que, en otro tiempo, fue el más fiable termómetro social de España. Tras haber errado en los tres últimos procesos electorales (el de la Comunidad de Madrid, el de Castilla-León y el de Andalucía) da publicidad ahora al resultado de la encuesta de octubre con un grato titular para su jefe: el PSOE amplia su ventaja sobre el PP y alcanzaría el 32,7% de los votos, su aliado Podemos el 12.2% y coaligados sumarían el 44.9%.
Según Tezanos, los españoles están tan satisfechos con el Gobierno que el voto obtenido conjuntamente por ambos partidos en las últimas elecciones aumentaría nada menos que un 15%. Los amantes del rigor pueden hacer el cálculo. La suma del PSOE y Unidas Podemos en las generales de 2019 apenas llegó al 38% de los votos. A Tezanos no le sonroja que el Barómetro de la Sexta, poco sospechosa de falta de afinidad con la izquierda, asigne al PP un 30.1% y a VOX un 16.3%, a la vez que a la coalición Frankenstein le dé apenas un 40%. Tampoco que todos los sondeos demoscópicos contradigan el del CIS, que ya no está para auscultar a la sociedad y mostrar lo que siente en cada momento, sino para darle a Sánchez un motivo de satisfacción frente a las críticas. Al fin y al cabo, el octavo mandamiento no existe en política y Tezanos dejó de ser científico social para ser un militante del sanchismo.
Señalé en La Historia del Poder cómo la obediencia acrítica y sin reparo hacia el que manda se probó en un experimento que hizo famoso a su autor, el psicólogo Stanley Milgram. Lo explicaré brevemente: su equipo de la Universidad de Yale reclutó por anuncios a un grupo de participantes y les hizo saber que habrían de seguir las órdenes de un investigador para comprobar reacciones de una persona sometida a una prueba de tolerancia al sufrimiento. El individuo para la falsa prueba estaba situado en otra habitación y el participante debía darle descargas apretando un botón. Milgram demostró que la mayoría cumplía la orden del supuesto jefe de la investigación, aunque el sujeto de la falsa prueba le pidiera parar. Se sometían al poder pese a las protestas del paciente, aunque otros abandonaban airados la prueba.
Lo concluyente en términos comparativos, es que el poder ha desbordado los principios de muchas personas en el Gobierno de Sánchez que, en el caso de Tezanos, es más comprensible por lo dicho al iniciar este artículo.