Sergio D'Elia, a quien pertenecen estas palabras, fue dirigente de la organización terrorista italiana Prima Linea (PL). En 1978 las fuerzas policiales le detuvieron por ser el mandante del asesinato del uniformado Fausto Dionisi y fue condenado a veinte cinco años de reclusión. Seguidamente lideró el movimiento de los dissociati, adhirió al Partido Radicale de Marco Pannella y en 2006 fue elegido diputado por la Rosa nel Pugno y nombrado secretario de la Cámara de los Diputados.
Una trayectoria similar a la de Gustavo Petro, Menachem Begin o Arkaitz Rodríguez, diputado en el Parlamento Vasco y secretario general de Sortu, formación heredera de Herri Batasuna (HB).
La presencia de ex miembros de organizaciones armadas en las instituciones no es un fenómeno novedoso y tampoco exclusivo de la política española. Quien escribe es un firme defensor de la estrategia penitenciaria en la lucha antiterrorista y de conceder la reinserción a quienes prueban fehacientemente haberse desmarcado del uso de la violencia. La progresión de grados que antecede la puesta en libertad del interno debe ser utilizada como instrumento de deslegitimación.
No se considera necesario el arrepentimiento para lograr beneficios penitenciarios. Cualquiera haya investigado la fase de disociación es conocedor de la lentitud del proceso. El desmarque estratégico no siempre corre en paralelo al moral. Trátense de un puzle que debe completarse paso a paso mediante la dificultosa consecución de piezas. Cerrar la jaula y tirar la llave nunca debe ser la solución.
Asimismo, es importante no incurrir en comparaciones ventajosas para legitimar y justificar determinadas medidas carcelarias. Lo implementado en Irlanda del Norte no necesariamente tendrá el mismo éxito en Italia o España. De la misma manera no equiparemos fenómenos criminales heterogéneos como el terrorismo y el crimen organizado. La práctica totalidad de los denominados colaboradores de justicia de Cosa Nostra o de la Camorra aceptan cooperar con la magistratura por mera venganza contra aquellos que exterminaron las relativas familias.
Pero ningún cargo institucional puede corresponder a quienes ocasionaron un dolor insanable como la pérdida de un ser querido o intentaron quebrar el ordenamiento constitucional. La candidatura por parte de EH Bildu de 44 ex miembros de ETA es un episodio ignominioso que afecta tanto a las víctimas de la organización terrorista como al delicado equilibrio social.
No engañen las maniqueas palabras de Arnaldo Otegi. Tampoco puede considerarse suficiente excluir de las listas a los siete condenados por delitos de sangre y mantener a los restantes. La tan decantada batalla del relato se gana con firmeza y respeto mutuo.
Por esta razón provoca indignación y bochorno la enésima trifulca entre PP y PSOE. El Acuerdo por las Libertades y contra el Terrorismo marcó un punto de inflexión y posibilitó la necesaria ilegalización del brazo político de ETA. Quienes los firmaron no pueden incurrir nuevamente en enfrentamientos dialécticos sobrantes y contraproducentes. Como reconoció al autor la primera mujer en presidir una audiencia provincial, "para hacer frente al terrorismo es absolutamente indispensable que haya una política de Estado (.). Tiene que ser el resultado de un acuerdo entre el partido de Gobierno y la oposición". Su nombre Margarita Robles.
Menos aún encuentran justificación las palabras de Isabel Díaz Ayuso criticando a Consuelo Ordoñez y alimentado el espejismo de una existencia de la organización terrorista. Como ha explicado Gorka Maneiro en un artículo de opinión, ETA "no logró sus objetivos, y la democracia española la terminó derrotando". Quienes esparcen la teoría de una derrota del vencedor invalidan la necesaria labor de las fuerzas policiales y la entereza de quienes respondieron al dolor confiando en las instituciones. Sin la encomiable labor del Colectivo de Víctimas del Terrorismo (COVITE) no hubiera trascendido la jugarreta de Sortu.
Adrede se menciona esta organización política como recordatorio de que EH Bildu es una federación estable de partidos.
Posiblemente los herederos de HB lleven la voz cantante, pero sería injusto asemejar la trayectoria de Mertxe Aizpurua con la de Óskar Matute, líder de Alternatiba y activista de Gesto por la Paz, o de Jon Iñarritu, que se forjó en Aralar condenando sin ambages la violencia.
Last but no least una consideración acerca de la necesaria pedagogía de cara al futuro. No puede dejar indiferente que Patria, la exitosa novela de Fernando Aramburu, vendiera más de un millón de ejemplares y haya sido traducida en 34 idiomas. Bienvenida sea cualquier forma de deslegitimación del terrorismo, pero nos referimos a una obra editada en 2016. Una concienciación social tardía que de prolongarse sólo favorece a quienes abogan por una justicia transitoria y no restaurativa.
PS: Si algún lector sintiera la necesidad de profundizar lo que ha sido ETA y comprender el dolor ocasionado se aconseja la lectura de "Arriba Euskadi, la vida diaria en el País Vasco" (Espasa Hoy, 2001) del añorado José María Calleja.
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