Los militantes inquebrantables de Unidas Podemos (UP), un barco a la deriva, están sacando pecho por la repercusión a nivel mediático de las intervenciones de la secretaria general del partido. En Canal Red, órgano de comunicación oficialista del partido, los tertulianos se vanaglorian de que Al Jazeera, Press TV e Hispan TV emitan entrevistas a la navarra y usen sus argumentaciones espurias y falaces para alimentar una narrativa contra el Estado de Israel y a favor de una organización terrorista, Hamás, convertida en adalid de la resistencia.
Una conducta singular y que roza el absurdo si la confrontamos con las protestas de la formación por la celebración del mundial de fútbol en Qatar, un estado que - según Belarra – “no respeta los derechos humanos” y las quejas a favor del colectivo LGTBI ante las sentencias a muerte en Irán por la condición sexual. En la ejecutiva morada parecen no recordar el apoyo brindado por Teherán en sus inicios, un trampolín mediático que utilizaron Pablo Iglesias y su guardia pretoriana irradiando la necesidad de un cambio estructural en un sistema político bipartidista.
No debería extrañar la proximidad de los capitostes morados a organizaciones que han recurrido de forma sistemática la violencia para imponer su diseño ideológico y político. El citado Iglesias, siempre encantado de conocerse, fue recibido con vítores y plausos en algunas de las herriko tabernas más problemáticas de Navarra y del País Vasco. Recién presentada la tesis doctoral, un homenaje al movimiento antisistema Tute Bianche que lideró el italiano Luca Casarini, alabó durante una soporífera ponencia la “trayectoria ejemplar de la izquierda abertzale”. Un movimiento que, bajo las siglas de Herri Batasuna, fungió como brazo político de la organización terrorista ETA y por sus vínculos operativos fue ilegalizado en 2003 al aprobarse la Ley de Partidos Políticos.
Asimismo, Enrique Santiago mantuvo lazos estrechos con los integrantes del Secretariado, el máximo órgano decisor de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC). El líder del Partido Comunista de España (PCE), que hospedó a los Kirchner de Galapagar en su morada asturiana, se desplazó a Cuba durante el infausto y malogrado proceso de negociación para asesorar a los líderes de la guerrilla marxista. Una función similar ejerció el diputado Txema Guijarro, que abandonó en vísperas de las elecciones políticas del 23 de julio abandonó el Titanic morado por embarcarse en la patera de Yolanda Díaz.
Las soflamas de Belarra exigiendo el cese de las relaciones diplomáticas entre el Estado Español e Israel o la comparecencia forzosa de Benjamien Netanyahu ante la Corte Penal Internacional son aspavientos dialécticos que revelan el estado de debilidad del partido. Fagocitado por Sumar, el homenaje particular de la sindicalista gallega a Mel Brooks y su jovencito Frankenstein, UP se encuentra necesitado de atención mediática y aprovecha cualquier oportunidad para dar la nota. Poco importa a sus dirigentes emitir alaridos gallináceos en lugar del anhelado do de pecho.
Quienes se enfrentan a las críticas y a las nefastas consecuencias son los restantes miembros del coro. In primis el estatuario director de orquesta, un Pedro Sánchez necesitado de artes funambulescas para evitar caídas dolorosas y el menoscabo a la credibilidad del país que representa. La presidencia rotatoria del Consejo de la Unión Europea no está siendo un camino de rosas para el actual inquilino de la Moncloa. El líder socialista busca aprovechar el reconocimiento internacional para sortear eventuales críticas al vergonzoso blindaje de su investidura. Pero desde Bruselas están mirando con lupa el abaratamiento de la malversación para lograr mayoría parlamentaria y no cala la fábula de medidas ad hoc “en aras de la convivencia” o el fantasmagórico relato de la existencia de un conflicto.
Tampoco logra conciliar el sueño José Manuel Albares. El diplomático es uno de los más fieles escuderos de Sánchez y su lealtad ha sido recompensada con el nombramiento a ministro de Asuntos Exteriores. Pero quien debía reflotar la imagen de España después del naufragio de González Laya, el fantasma de Brahim Gali sigue persiguiéndola, “sólo ha conseguido empeorarla” señala un experimentado funcionario. En la Plaza del Marqués de Salamanca añoran “la firmeza y la independencia de Josep Borrell. Pensar que nuestra relevancia geoestratégica se ha reforzado con su llegada a la Comisión Europea es una ensoñación”.
Resulta inexplicable que España sea el único gobierno europeo que no haya censurado de forma univoca la carnicería ocasionada por Hamás el sábado 7 de octubre. Tampoco ayudó la presencia de la misma Belarra el pasado domingo en la multitudinaria concentración en Sol y su proximidad física e ideológica a quienes vociferaban “es resistencia, no terrorismo” excusando las barbaridades de la organización islamista. No podía faltar por supuesto la estrambótica imposición de Yolanda Díaz del reconocimiento de una autoridad estatal palestina dentro del pacto de investidura.
Si la equidistancia es difícilmente comprensible, lo que resulta absolutamente intolerable es el mercadeo interesado y la negligencia de unos representantes políticos que en similares circunstancias deberían consensuar una postura única y no anteponer intereses personales con conductas absurdas e inexcusables. Como bien argumenta la letrada Miriam González, “ser ministro, incluso en funciones, es un cargo público, no un cargo para agradar a tu público”. Es posible que las declaraciones de los líderes de Sumar y UP sean una anécdota casi irrelevante en la enormidad del conflicto. Pero a veces mantenerse en silencio no es de cobardes, sino todo lo contrario.