Hay una línea difusa en la que termina el periodismo y comienza el arte, o al contrario; y seguramente esa sutil raya depende de la mirada, del teleobjetivo de quien está detrás. En una era indiscutiblemente de cultura visual, en la que nos asaltan cada día fotografías presentes en carteles y en publicidad, en redes sociales y en la televisión (sea en línea o a la carta), Javi Meco se ha elevado como un profesional de ese foto-reportaje del que emanan, año tras año, trabajos con alma, con personalidad, que traspasan el papel y hasta los sentidos.
Basado hoy en Eslovenia, en el corazón de los Balcanes, Meco se define como un foto-periodista que “observa el pasado, se enfoca en el presente y trabaja por un mejor futuro”. En su pasado, acumula experiencia como técnico de iluminación, operador de cámara y director de fotografía en múltiples formatos y géneros: desde la publicidad a las series de televisión, desde el cine a los documentales de no ficción.
Probablemente esa visión poliédrica, esa versatilidad y ese amplio espectro se palpa en el resultado de sus trabajos, que como el propio Javi Meco admite, han derivado hasta fijar el tiro en los asuntos que tienen connotaciones de injusticia social, de ayuda humanitaria, de cambio climático y, en general, de conflicto: asuntos con un nítido trasfondo ético.
Se dice que en el fotoperiodismo la objetividad es casi imposible, y que hay una mirada editorial detrás de cada disparo: en el ángulo, en el momento, en las miradas y los detalles que recoge… en la luz, en el encuadre, en el enfoque…
Así se ve en trabajos como “Komuna Incontro” (2023), “La Mancha: Involution or Revoluton?” (2023), “The Last Longliners” (2022) o “Alosha” (2020). Es apenas el fondo de armario de un Javi Meco que entiende que, más allá de la técnica e incluso de la tecnología, de los efectos y los filtros, el relato de la actualidad, también para quienes lo viven y ejecutan apostados tras una cámara fotográfica, ha de tener un elemento -imprescindible y necesario- de compromiso.