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Análisis

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· Por Julio Bonmatí, Observador de masas

domingo 03 de marzo de 2024, 08:34h
Hasta que no analices con el mismo espíritu crítico y la misma profundidad aquello en lo que crees como aquello que reprochas y rechazas, no estarás listo para aprender de verdad [de forma completa] sobre cualquier cosa. Tu solo serás quien en tu perjuicio le habrás puesto vallas a la posibilidad de la comprensión del vasto campo cognitivo para el que la naturaleza potencialmente te ha dotado. Es error común el sesgo de confirmación, al dar facilidad en su creencia a aquellas pruebas que confirman y acreditan los paradigmas que ya abrazábamos con anterioridad, sin mayor motivo en la cerrazón de tal costumbre que la tradición.

Analizar es descubrir mentiras, confusiones y generalizaciones; es sopesar ideas, comparar y contrastar afirmaciones. Analizar es distinguir la diferencia entre negar la afirmación y presentar una segunda afirmación que sea contraria a la primera, lo que conlleva mayor esfuerzo al exigir que se proponga una razón o discurso contra lo que alguien ha dicho en primer lugar.

Practicar ese pensamiento analítico que no solo te permite entender, en el sentido de alcanzar la percepción de la esencia de algo pero desde fuera como algo ajeno y que a partir de ese momento te servirá como herramienta, sino que a mayores te permite llegar a comprender el concepto, implica añadirlo a tu acervo cognitivo tras abarcarlo, haciéndolo propio y parte de ti; exige incorporarlo a tu “yo” pensante para desde que ello ocurre paradójicamente se convierta en un apéndice incorporal como parte de tu cuerpo y tomes consciencia de ello.

Antes de proceder a someterlo a un análisis recuerda que el conjunto tiene siempre propiedades particulares y propias que no solo no se hallan presentes en ninguna de las partes que lo componen, sino que tampoco admiten ser reducidas [esas propiedades] al estudio de esas partes tras su desmontaje y separación; dado que esas propiedades del todo existen en el mismo exclusivamente como consecuencia de la existencia de los enlaces que mantienen unidas a esas partes.

El análisis con fines de comprensión precisa no solo de la previa descomposición del todo en las partes que lo integran, ejecución de la que nunca puede prescindirse con las cautelas antes expuestas, y va mucho más allá y requiere de unas herramientas específicas intelectuales para realizarlo, como son: en primer lugar, las ideas de aproximación que busca las causas desde la observación de los efectos y a su vez descubre la imbricación del concepto que interesa en cada momento en los diversos entornos temporales y espaciales donde se ubica; y en segundo lugar, las ideas de entendimiento, donde todos y cada uno de los datos obtenidos con el ejercicio anterior se someten a la búsqueda de pautas, razones, vínculos, relaciones y diferencias entre ellos mediante la deducción, la inducción, la asociación, la disección, la extrapolación, la inferencia, la categorización y la creación de taxonomías, recurriendo si fuera en su caso necesario a la axiología, la epistemología, la teleología y la ontología.

Ármate de paciencia, todo precisa su tiempo, olvídate de la predicción por solo ser esta un acortamiento para prever el resultado; pues para conocer hasta el mínimo detalle el tiempo que realmente va a hacer mañana toca inexcusablemente esperar veinticuatro horas y ver cuál ha sido realmente este.

Y lo fundamental para analizar con rigor es que no se te ocurra recurrir al autoengaño forzando la búsqueda de atajos pues no hay los suficientes de estos últimos para todas las controversias posibles que puedan surgir, es imposible pensar más rápido de lo que ya se piensa y si no percibes que prosperas al aprender y te incomoda que así ocurra es fácil solucionarlo, cambia lo que aprendes y varia el lugar donde realizas ese aprendizaje.

Valga como ejemplo de todo lo antedicho y como simple divertimento, tras su análisis probar a encontrar el número que sigue a los seis siguientes de esta serie: 2, 10, 12, 16, 17, 19, ¿?

Y para terminar en el proceso analítico no admitas mentira alguna sin excepción y no caigas en la trampa de distinguir según de donde venga. No seas como aquel que como no tenía ganas de contratar y pagar calefacción en su casa; para convencer a su familia y mayormente convencerse a sí mismo de que no era tacaño y que su renuencia se fundaba sencillamente en que no la necesitaban, todos los años al empezar el invierno manipulaba al alza la temperatura que marcaba el termómetro de su salón.

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