Nada más lejos de la realidad por dos razones. La primera, porque esa cifra de 150 millones de habitantes en 2050, a este paso se desbordará mucho antes de 2040. La segunda, porque no es la ayuda al desarrollo sino la actividad criminal y sin control de las ‘mafias del sur’ la que está disparando los flujos hacia el norte de sujetos (muchos con antecedentes delictivos y criminales) hacia el norte, donde por descontado siguen diversificando sus actividades delictivas y criminales, y laminando el Estado del bienestar del que hasta hace no tanto tiempo disfrutábamos sin excesivos sobresaltos.
Europa envejece y se despuebla mientras las elites globalistas (uno de cuyos principales lacayos es el incompetente gobierno de Sánchez) no sólo no actúan para defender de una auténtica avalancha nuestro de espacio de derecho, libertades, seguridad y justicia, sino que promueven y colaboran -directamente- con esa avalancha y sus impulsores.
Demográficamente, por si fuera poco, casi el 50% de los habitantes del continente africano tiene hoy menos de 15 años, por lo que nos podemos hacer una ligera idea de lo que nos esfera a este lado del Mediterráneo en el futuro más inmediato: la continuación de un calvario que la casta política parasitaria (ineptos apoltronados en torres de marfil levantadas con dinero del sufrido contribuyente) no quiere parar.
Por si fuera poco, vivimos presas de mentiras colosales y totalmente tóxicas. La primera y repetida como un mantra tontorrón, que esos jóvenes africanos son los que vendrán “a pagar nuestra jubilación”.
La creencia en ese mantra significa ignorar que una parte importante de esa inmigración ilegal no viene a contribuir económicamente a nuestras sociedades sino, lista y llanamente, a delinquir: ahí están los aplastantes y tenebrosos datos. Pero la creencia en ese mantra significa además ignorar que esos jóvenes africanos no corregirán en modo alguno el envejecimiento de los sistemas de seguridad social de Europa ni serán bajo ningún concepto su salvavidas, porque el índice de dependencia -la proporción entre contribuyentes y beneficiarios- no mejorará: por cada ‘trabajador africano’ que llega ilegalmente, aun contribuyendo a posteriori al sistema tras ser ‘legalizado’, habrá que contar también a sus hijos (generalmente son familias más numerosas que la media europea).
Con un retroceso tan nocivo y salvaje en términos de derechos, de libertades, de seguridad y de justicia de la población nativa europea ante tal invasión, y con la casta política parasitaria y globalista (principalmente socialistas, comunistas y cobardes liberales) como única beneficiada momentáneamente por este desastre que a tantas víctimas indefensas deja, ¿cuándo y cómo piensa la sociedad del viejo continente, pacíficamente, hacer prender la mecha para evitar un desastre y un fuego que ya no es pequeño, y que no deja de crecer y crecer provocando tan sorteables y cotidianas tragedias?