Emoción

Son incapaces de tres cosas: la primera, de asimilar hasta qué punto las cosas pueden torcerse si no estás permanentemente encima de ellas, y que incluso aunque lo hagas siempre hay un porcentaje que inevitablemente se tuerce; la segunda, que en el orden temporal es en el breve espacio de los minutos cuando las cosas se van a tomar viento fresco; y la tercera, que no sirve de nada exagerar o infravalorar la importancia de algo, pues hacerlo impide contemplar el mundo de manera clara y nítida.

Para pensar hay que emplear exclusivamente un razonamiento basado en ecuaciones racionales compuestas por parámetros deductivos, asociativos y de inferencia, que ayudan a descubrir y no perder de vista las constantes, esas que se corresponden con los valores arraigados en el sujeto pensante, y facilitan distinguir los coeficientes que con forma de criterio contrastado posibilitan despejar la incógnita; en el pensar entorpece la emoción al difuminar los términos que llevan a un objetivo comprobable, el de alcanzar una convicción lo más científica posible, una convicción que supere las posteriores pruebas de confirmación.

El pensamiento debe ser previo a la acción, y debe contemplar no solo el efecto inmediato de las posibles reacciones elegidas como respuesta a los hechos, también debe procurar anticipar las posibles consecuencias. Pensar es un compromiso con el acierto, con lo más adecuado en ese momento y con uno mismo, implica una ineludible responsabilidad susceptible de ser exigida con posterioridad.

Hay que ser persona de una pieza y de actuar coherente, con independencia de la emoción que con ello se genere en uno y en los demás. Mejor que sea positivo el sentir, pero si tiene que ser negativo ¡Qué se le va a hacer! Y así, si por la razón que sea en su momento aceptaste el trabajo de verdugo porque como nunca antes hubo ninguna ejecución creíste que tampoco nunca la habría en el futuro y has venido todo este tiempo cobrando el cómodo sueldo estipulado en el contrato, el primer día que toca por un casual ejecutar, no vale dimitir ni esgrimir emoción alguna para eludir el cumplimiento de lo pactado; y si de verdad eres una persona madura, en primer lugar afilas con templanza y sosiego la herramienta, y en segundo lugar no dejas que las lágrimas te nublen la vista ni que la congoja haga temblar tus manos, para poder así con todas tus fuerzas darle en el pescuezo al condenado un espectacular y glorioso hachazo con el fin de evitarle sufrimientos innecesarios.