He aquí la cuestión. No sería el sanchismo, a tenor de este ‘caso Fontanera’, el primero ni el último en el que un partido político o corriente o movimiento se vuelve mafiosillo o, directamente, mafioso en el marco de un Estado de Derecho.
Son ya casi innumerables las ocasiones/pruebas en las que vemos cómo el ‘sanchismo’ está perdiendo su función democrática y transformándose en un instrumento de poder para beneficio propio, y que precisamente para alcanzar ese objetivo no duda en pisotear y atropellar todas cuantas leyes se encuentra de frente y se interponen en su trayecto.
No. El ‘caso Fontanera’ dista mucho de ser el de Pepe Gotera y Otilio (chapuzas a domicilio). Sería una relativización, una frivolización, una banalización del Mal y de las presuntas actuaciones criminales que se hubieran podido cometer durante años, caso de que se confirmen las gravísimas informaciones que trascienden a razón de una por día, mínimo.
El giro mafiosete, mafiosillo o directamente mafioso del sanchismo viene pasando en los últimos tiempos por el control, la intervención, injerencia y manipulación de las instituciones públicas (las que no puede prostituir, de hecho, las persigue y difama); viene pasando por nombrar -o intentarlo- a cómplices en cargos clave para garantizar la impunidad; viene pasando por el uso del poder político para fines personales o aun delictivos; viene pasando por canalizar recursos públicos para enriquecimiento propio o de sus aliados; viene pasando por alimentar y/o amparar redes de corrupción y tráfico de influencias; por supuesto, siempre persiguiendo a los denunciantes y siempre manteniendo silencio o complicidad con las perseguidas actividades delictivas.
En efecto, este giro, con Sánchez pretendiendo desde su autoritarismo convertirse en una figura intocable, está llenando de barro la democracia española, en realidad corrompiéndola, con el agravante del señalamiento y linchamiento de las voces críticas e independientes.
Es por eso que hay que poner pie en pared. Es por eso que la movilización política en las instituciones representativas resulta insuficiente, limitada, imperfecta, estéril. Y es por eso que esta primera y aparentemente gran manifestación cívica del 8J sólo puede ser el inicio de un largo camino, de una verdadera rebelión cívica que acabe, también desde la calle, con la atmósfera de mafiosetes, mafiosillos (o directamente de mafiosos) que envuelve al sanchismo, carcomiendo y pudriendo a España.