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Idiosincrasia española y futuro cuestionable

· Por Miguel Córdoba, economista

martes 10 de junio de 2025, 09:22h
En este cuadro se puede observar cómo estamos en cuanto a solicitud de patentes.
En este cuadro se puede observar cómo estamos en cuanto a solicitud de patentes.
Cuando los fenicios llegaron a España la denominaron i-spn-ya, en lenguaje semítico, cuyo significado es tierra de damanes, unos mamíferos africanos herbívoros del tamaño de los conejos que probablemente confundieron con estos últimos. Siglos después, los romanos tomaron fonéticamente el nombre fenicio y lo transformaron en Hispania, cuyo significado en latín era “tierra abundante en conejos”. Lo cierto es que los romanos se encontraron con unas comunidades iberas y celtas, bastante atrasadas y a las que costó conquistar, especialmente en el norte, aunque su falta de unidad (les suena) facilitó la conquista comarca a comarca. Después de la romanización, llegaron los bárbaros, en particular los vándalos que en el siglo V asolaron el Imperio Romano y se establecieron en el sur de Hispania y en el norte de África. Cuando los árabes entraron en la península ibérica por el sur, preguntaron el nombre de aquellas tierras y los monjes les contestaron en latín “vandalus terra. Parece ser que los árabes no pronunciaban bien la “v”, por lo que entendieron “andalus” y desde entonces al sur de España los árabes la conocen como “Al-Andalus” y nosotros como Andalucía.

Finalmente, con la Reconquista se llegó al término España como evolución del Hispania romano y con la influencia del euskera en el lenguaje provenzal evolucionado del latín se desarrolló la lengua castellana, aceptada por los pueblos latinoamericanos, pero denostada en algunas zonas de la península y en alguna conferencia de presidentes autonómicos.

Dejando aparte los aspectos lingüísticos, no sé si los vándalos han marcado o no la idiosincrasia española, pero cuando uno ve el comportamiento de determinados líderes políticos, podemos estar tentados de considerar que en el crisol de razas que ha sido nuestra piel de toro, los vándalos a lo mejor han tenido que ver más de lo que pensamos, entre otras cosas porque el vandalismo no sólo se produce por destruir estatuas; también se puede reconocer por lo que los individuos dicen, afirman o piensan.

Es difícil calibrar si lo que ocurre en la actualidad con la población española proviene de iberos, celtas, fenicios, romanos, vándalos, visigodos o árabes, pero lo cierto es que la idiosincrasia de los españoles es especialmente particular en relación con nuestros vecinos europeos. No participamos en las Cruzadas, no tuvimos feudalismo, no tuvimos revolución industrial, ni la primera, ni la segunda ni la tercera, y estamos perdiendo la cuarta, no participamos en las dos guerras mundiales europeas y además nos gustan los churros y a algunos las corridas de toros.

En fin, España es diferente, y eso no tenía porque ser malo, sino fuera por un pequeño aspecto, la actitud de los españoles ante el trabajo y el desarrollo profesional. Siempre me ha chocado que cuando he tenido tutoría con algunos alumnos universitarios me dijeran que lo que ellos querían ser era funcionarios, y cuando les he preguntado por qué, me han contestado que, porque se trabaja sólo por las mañanas, tienes el puesto para toda la vida y además se cobra más. Todo lo cual es cierto, incluido esto último, ya que el salario medio de un empleado público es un 32% superior al de un empleado del sector privado.

La pregunta que nos tendríamos que hacer, especialmente nuestros próceres políticos, es si estamos configurando un modelo de Estado adecuado para un país que se supone moderno y europeo. Uno de los indicadores que podría ayudarnos sería el número de patentes industriales solicitadas en un año, y compararlo con los demás países.

Si nos fijamos en la ratio de número de patentes por cada cien mil habitantes, podemos observar que nuestro país se encuentra a una distancia enorme de la Eurozona, la Unión Europea, la OCDE y los BRICS, con nada más que 6,74 patentes solicitadas por cada cien mil habitantes, a un nivel similar a Chipre y bastante por debajo de Malta. Por supuesto, las comparaciones con las principales economías europeas harían sonrojar.

El problema es la particular idiosincrasia que se ha creado durante muchos años en la juventud española, que, como hemos indicado, busca la comodidad y seguridad de un puesto de funcionario en lugar de la asunción de riesgos que conlleva el emprendimiento empresarial y que, probablemente, tiene sus origen en la tradición judeocristiana del arco mediterráneo en contraposición al espíritu calvinista que se impuso en Europa tras la Reforma del siglo XVI.

Aun así, si observásemos las cifras de cada país, podríamos ver que Italia tiene una ratio de 22,99, más del triple de la española y que Portugal tiene una ratio de 9,87, un 50% más que España. Está claro que, aparte de subir continuamente la presión fiscal, el gobierno debería ver si puede cambiar nuestro modelo productivo y fomentar el emprendimiento, precisamente con ayudas y bonificaciones fiscales.

A estas alturas no podemos pretender que la ratio anterior llegue a los niveles de Corea del Sur, que lidera el ranking mundial con 369 patentes por cada cien mil habitantes, por encima de Japón con 183, Suiza con 121 y China que llega a 108. Pero llegar a los niveles de otros países europeos similares a España que se encuentran entre 50 y 75 patentes, en contraposición a las escasas 7 de nuestro país, sí que debería ser un objetivo que debería plantearse un gobierno que pensase más en el futuro de nuestro país que en la supervivencia día a día de sus integrantes y amigos varios, amén los de 3,6 millones de empleados públicos con un estatus privilegiado en comparación con el resto de la población (medio millón más desde que llegó Sánchez al poder).

En los próximos diez años se van a jubilar la mitad de los funcionarios actuales. Una iniciativa pactada entre gobierno y oposición que, manteniendo los derechos adquiridos de los funcionarios actuales, modificara el estatuto del funcionario para las nuevas contrataciones, en el que se incluyera la jornada partida para evitar el pluriempleo, se modulara según las profesiones el carácter vitalicio de los puestos y se indiciaran los sueldos a la productividad del colectivo (en serio, no como ahora), pienso que podría ser una iniciativa adecuada, amén de que se estableciera un régimen de comisión de servicio entre las tres administraciones para que se pudieran trasvasar funcionarios de forma temporal cuando las necesidades del servicio lo requirieran (por ejemplo, falta de trabajo en un municipio y necesidad del mismo en la comunidad autónoma).

Si, ya sé que eso es la carta a los Reyes Magos, pero a lo mejor alguna vez nuestros políticos dejan de pensar en sí mismos, leen la carta y toman decisiones pensando en la eficiencia de la función pública y en el bien común de todos los españoles.

En cualquier caso, no sé si nuestro país es tierra de damanes, de conejos o de vándalos, pero lo que sí parece es que, hoy por hoy, es tierra de funcionarios.

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