Apenas 150 kilómetros separan al proyecto de alcanzar su objetivo, aunque sólo fuese el inicial y ya nada tenga que ver con aquello que empezó hace tan poquito y ya ha cambiado el rumbo de muchas cosas, enderezando otras tantas.
El Camino es largo, a veces va recto y a veces se tuerce, puede ser estrecho y puede serlo ancho, hay tramos cuesta arriba y otros inclinados hacia abajo.
Pararnos a pensar sobre todo esto es deducir, casi al instante, que hablamos de la vida en sí misma.
El Camino está lleno de secretos y misterios, pero no te empeñes en buscarlos, ellos te buscan y te encuentran. Los cuervos graznan por los campos de Castilla e intuyes sombras que ponen los pelos de punta. Muchas veces puedes sentir miedo y es cuando te entran las dudas, las ganas de volverte.
Toca mirar hacia delante, respirar hondo, confiar en las estrellas, llorar en soledad, buscar las huellas de quienes pasaron por ahí, pero nunca rendirse.
Hay momentos en los que alguien avanza a tu lado. Vamos alegres, hablando, al mismo paso. Sopla el viento a favor y parece que los pies tienen alas. Otras muchas caminas sólo, sumido en tu propio interior. Es un momento mágico que siempre vamos a recordar. Tal vez queramos descubrir donde lleva esa senda solitaria que no sale en los mapas. Insiste.
Quien te acompañó durante un tiempo, puede que escoja una ruta distinta o tenga otro ritmo diferente. Será entonces cuando, por gigante que te hubiera parecido, ves como se va haciendo pequeñito. ¿De verdad hablamos sólo del Camino?.
Hay momentos en los que, al avanzar en silencio, recuerdas a alguien, le echas de menos. Ese aroma en el aire despierta recuerdos que nos acompañarán siempre. Hay días en los que no podemos andar, los pies son ollas a presión a punto se estallar. Llegas arrastrándolos a la cumbre, sientes ganas de gritar.
¿Porqué no lo haces?.
Una nube pasa, el sol te acaricia, el pecho se hincha como la vela de un barco. Te das la vuelta y contemplas desde lo más alto todo lo que hemos dejado atrás. Ten por seguro que el Camino da su cosecha. Cada uno elige como ponerla en marcha, como le sacará el mejor partido. Es importante guardarla en la memoria por si un día queremos darle el relevo.
Podemos empezar el Camino con mucho peso, enseguida nos daremos cuenta de que nos sobra la mitad. Hay quienes piensan que lo mejor es llegar. Si llevas mucho tiempo andando, creces. Llegar es sólo otra etapa del Camino.
Un día veremos el final, sí, pero el momento nos pide disfrutar de nuevas aventuras a diario. La luna y las estrellas caminan siempre con nosotros, en cada madrugada y en nuestros sueños.
Cogidos de la mano escuchamos la oración que el mítico Jato nos ofrece antes de cenar, todos unidos, en una nueva Torre de Babel. Cada uno con sus dudas y todos sumidos en nuestras propias incertidumbres. Villafranca del Bierzo nos da cobijo después de otra larga etapa desde El Acebo. El albergue "Ave Fénix", viejito pero auténtico como el propio Camino, es un imprescindible si lo que buscamos es impregnarnos de esa magia que lo rodea.
La novedad tiene nombre propio, Ramón Cela, ilustre fotógrafo y escritor que, ya jubilado, hace las delicias de quien quiera escuchar a una enciclopedia viva. Yo quiero. Dos horas, que pudieron ser varias más, me sirven para descubrir otra joya del Camino. Su pasado como presidente de Cruz Roja de Castilla y León le sirve para curarme los pies. No termino de creerme el honor que estoy recibiendo. 14 libros y el haber conocido a todos los presidentes de Gobierno español, además de al Rey Juan Carlos, es una forma demasiado simple de resumir lo mucho escuchado. Daría para otro libro.
El amanecer anuncia etapa memorable. O Cebreiro está a la vuelta de la esquina. Antes son varios los pueblos que nos permiten contemplar la belleza de la ruta y la cercanía de Galicia. El café con miel hace su magia generando la combustión que convierte mi motor en el Astérix de las cuestas. Me duelen los pies, pero no subiendo. Curioso y agradecido, lo aprovecho. Estoy en la cima a las 12.30 h. Feliz, recorro el pueblo en obras y me detengo un instante en su famosa Capilla. Hay que seguir. Caminar por esa otra parte hasta Fonfria es todavía más bonito y agradecido que lo ya conquistado. Cabalgar esos kilómetros por la cima de las montañas, dejando paisajes a ambos lados que quitan el hipo, no tiene precio.
Me emociona ver a padres con sus hijos. Juntos y nada menos que en bicicleta, haciendo esfuerzos titánicos por llegar a lo más alto. A veces las empujan cuesta arriba y no quieren ayuda, ¿qué pasa?. No lo entiendo. Lo agradecen pero la rechazan. ¿Será otra promesa?. Me cruzo con Mauro y su hija, también en bici, y son ellos los que me lanzan piropos a mí. Me sorprenden. Haré el Camino con mi hijo.
También lo haré con mi pareja, que me da sus consejos a diario. Lógico, ella, igual que Nandi, otra veterana del Camino y sus albergues, tienen dilatada experiencia en varios episodios por estos lares. Sigo avanzando. Desde Fonfria escribo. Espero que te guste. Queda poco, cuido mis pies, quiero llegar. Sigo sumando amigos a la agenda y aparecen algunos que hice los primeros días.
No deja de sorprenderme esta aventura, cada día, siempre con algo distinto. El Camino es el reflejo de la vida misma. Es demasiado evidente. Buen Camino.