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PUEDEN CONVERTIRSE EN UNA GRAN CARGA

Muchas personas mantienen suscripciones por inercia y gastan más de lo necesario

Muchas personas mantienen suscripciones por inercia y gastan más de lo necesario
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  • Las suscripciones pueden ser fantásticas si se usan con cabeza, dan comodidad, acceso ilimitado, pero exigen control para no perder de vista el gasto

martes 11 de noviembre de 2025, 17:26h
La economía de la suscripción se ha extendido a música, series, videojuegos, software, coches y hasta muebles, porque promete acceso inmediato sin comprar en propiedad. Para las empresas garantiza ingresos estables y para el usuario aporta comodidad y previsibilidad, pero la suma de pequeñas cuotas puede convertirse en una gran carga. “Gastamos más que nunca en pagos recurrentes, aunque no tengamos nada tangible y el techo lo ponen nuestros límites de tiempo y de dinero”, explica Ángel Muñiz, profesor de Economía de la Universidad Europea.

Cada vez más hogares notan la llamada fatiga de suscripción. La saturación de ofertas, las subidas de precios y la falta de tiempo para consumir todo lo que se paga impulsan recortes, cuentas compartidas y rotación de servicios. “Muchos mantienen suscripciones por inercia, cuando cancelarlas es lo racional”, señala Muñiz.

Muchas de esas suscripciones luego no compensan y no se aprovechan por todo lo que se está pagando, más aún si estamos suscritos en varias plataformas. Por eso, surgen los paquetes o “bundles”. Estos servicios tienen sentido “si agrupan bienes que de verdad se van a usar y dejan un ahorro claro, aunque destruyen valor cuando obligan a pagar extras que no interesan o esconden cobros difíciles de gestionar” explica el profesor de Economía de la Universidad Europea. “Un bundle solo conviene si coincide con tu consumo y simplifica la vida”, detalla.

Además, estas suscripciones se aprovechan de varios sesgos. Los pagos automáticos o los períodos de prueba gratis son ejemplo de ello. Muñiz explica que “los pagos automáticos apenas los notamos y no sentimos la urgencia por cancelarlos y las pruebas gratis se nos suele olvidar darnos de baja y ya nos llega el cargo”.

A su vez, las empresas diseñan planes para acercar el precio a lo que cada persona está dispuesta a pagar. Pero muchas veces, es “una discriminación de precios legal que maximiza ingresos, donde la sensación de tarifa plana puede engañar”, afirma. “Es como una barra libre de Nochevieja o un buffet, pagas por un acceso ilimitado que rara vez exprimes al máximo y el coste por uso se dispara. Si no mides tu uso real, no estás ahorrando”, resume Muñiz.

Para controlar mejor estos gastos, Muñiz recomienda “revisar las suscripciones una vez al mes o al trimestre, comprobar cuántas están activas, cuánto pagamos en total y si realmente las usamos”. Aconseja detectar servicios duplicados en la familia, valorar planes compartidos más económicos y llevar un registro de altas y bajas para no acumular servicios. “Marcar un ‘día de auditoría’ en el calendario y activar avisos de pagos recurrentes ayuda a decidir a tiempo y evitar sorpresas”, añade.

Mirando al futuro, el profesor prevé modelos más a la carta, con cuotas básicas y cargos variables según uso real, así como precios que se ajusten a la demanda y la hora. También anticipa más “bienes físicos bajo suscripción dentro de la economía circular y planes que agrupen varios servicios en uno solo para simplificar la gestión”. “La clave será aportar flexibilidad y valor para reducir la fatiga del usuario”, concluye.

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