www.elmundofinanciero.com

Distancia

· En un viaje pasando por donde no hacía mucho había habido una guerra, escrito con letras desiguales y torcidas, en una pared leí: “Los dioses están igual de lejos de todas partes.”

domingo 16 de noviembre de 2025, 09:10h
Distancia
Y con el apoyo de mi pertenencia activa a la cofradía de la increencia, por supuesto ejercida solo para mi consumo propio y a años luz del proselitismo, no pude evitar inmediatamente preguntarme ¿De ser así, también lo está por igual del cielo y del infierno? Y en tal caso ¿Admitida su omnipresencia dónde estará ese milagroso móvil lugar que de todos los sitios queda equidistante?

La genética por sí misma no nos obliga a creer o no creer, pero la sangre que circula por las venas impone que ciertos temas no nos dejen indiferentes, mucho menos cuando se ha vivido y se sabe lo suficiente para, al aparecer la presentación de un “nuevo” experimento sobre el tema en cuanto a su enfoque, ser uno capaz de anticipar las consecuencias; bien pensado y para ser más exacto el invento debería calificarlo, mejor que de recién estrenado rumbo, de “olvidado por muchos” ya que rara vez el trascendental asunto en rigor merece ser etiquetado de novedoso. Basta para ello, en cuanto a lecturas, haber hecho a modo de cumbres la suficiente biblioteca.

A mayores cuando en muchos casos si se quiere ser ecuánime, y aquí sí que no cabe ser equidistante ni tampoco descomprometido, debe uno asumir con gusto y cumplir con la mayor o menor deuda de agradecimiento contraída con toda su ascendencia, además entendida en su máxima extensión y alcance. Siempre quise considerar que más nos vale que, aunque desconocida, haya alguna causa, y también una causa de la causa de forma reiterada, que explique nuestra existencia, fundamentalmente para a modo de bastión de seguridad poder honrarlas con nuestra conducta.

Desde casi siempre, pues ya empecé dando vueltas a este respecto hace muchos años poco antes de terminar el colegio, pensé que los valores que toda cultura debe transmitir, para tener tal marchamo por derecho propio, para canalizarse y difundirse con éxito precisan antes que ninguna otra cosa quedar consolidados en una estructura que incorpore un sistema coherente que conforme una entidad de sujeción merecedora de la denominación de “Creencias”, con independencia de la particular naturaleza que estas tengan.

Por ello si algo, lo que sea, no impulsa los valores con los que previamente se ha comprometido no lo considero que forme parte real de ninguna cultura, es más lo considero una evidente muestra de que entre los seres humanos, como sujeto de derecho por ídem, también hay bestias.

Siempre he defendido que se deben respetar sin excepción las creencias, y cuando se carece de ellas por encima de todo hay que respetar como si fueran propias las ajenas, y siempre he admirado ciertas contradicciones como la del agnóstico o el ateo que reza gustoso cuando es su madre quien, con la exclusiva dulzura que genera tal condición, le pide al impío que para hacerlo ella con total gusto no la deje sola y aquel con gran alegría la acompaña.

Ciertamente no se elige el lugar inicial que toca en suerte y desde el cual luego ya cada uno, según determine su azar providencial, recorre el camino a su manera.

Pero tal como todos llegamos, con independencia de la pista de aterrizaje que nos recibe, aunque no a todos la misma por igual por supuesto, vamos acumulando unas herramientas y unas piezas, transmitidas por quienes nos han precedido, para jugar una partida en la que al final todos recibimos un bienaventurado jaque mate.

Lo que me recuerda el poema Ajedrez de José Luís Borges en la estrofa que dice: “Dios mueve al jugador, y éste, la pieza ¿Qué Dios detrás de Dios la trama empieza de polvo y tiempo y sueños y agonías?”

El creyente y el ateo auténticos, los que no practican ni de lejos la impostura, no se tienen por rivales ni enemigos y tienen dos cosas en común: la primera, es que ambos tienen algo, y así el primero obviamente tiene sus creencias y el segundo tiene sus no creencias; y la segunda, es por parte de ambos haber pensado mucho sobre la idea de Dios [y su cierta distancia] y, aunque por motivos distintos, ninguno de ellos toma su nombre en vano.

Y se diferencian precisamente en esa distancia con la que abordan la cuestión, y así el primero [el creyente] profundiza en su íntima reflexión aquí, y desde dentro, sintiéndolo con ilimitada emoción muy cerca y por eso para su suerte tiene fe, mientras el segundo [el ateo] lo analiza con la limitada razón humana completamente desde fuera ubicándolo, de estar por un casual próximo, mucho más allá de un infinito no numerable. Por eso mutua y recíprocamente cualquiera de ellos puede decirle con respetuosa sinceridad al otro, nunca ha dejado de interesarme escuchar la escala de tu partitura y aquí tienes por si te interesa escucharla, la escala de la mía.

Para terminar y sin que sea ni mucho menos contradictorio con lo anterior, si hay un campo por personalismo donde el libre albedrío se puede ejercer en toda su extensión es sobre esta cuestión, y así sobre el tema cada uno se hace la pregunta que quiere y si es maduro, sensato y responsable, no desea en ningún caso que sea otro el que se la responda, y mucho menos busca o pretende respondérsela a otro.

Y hablando de preguntas y respuestas, recurriendo de nuevo a otro insigne autor, también una vez sobre él leí, desconozco si es cierto que así ocurriera, que al escritor premiado con el Nobel Camilo José Cela y Trulock, no exenta de cierto atrevimiento aprovechándose de su atractivo una joven descarada periodista a la vez que se apartaba el pelo de la cara le preguntó si creía en Dios, a lo que él raudo y con cierta indisimulada severidad en su grave voz respondió: señorita, si creo o no creo en Dios, en verdad sólo lo sabe Dios.

En este campo en mi opinión para intentar alcanzar seguridades lo primero es determinar y perimetrar con acierto la particular situación personal que nos distingue, para a continuación calcular con exactitud las distancias y si en ellas existe realmente la reseñada equidistancia aludida en la pintada que había en una pared ubicada en aquella visitada zona de autodestrucción.

Porque quien, como dije al principio, milita y así seguirá haciéndolo en la pandilla de la increencia, sin que ello le incomode, ya solo está totalmente seguro de una cosa, de no saber por igual si tiene o no razón.

¿Te ha parecido interesante esta noticia?    Si (0)    No(0)
Compartir en Meneame enviar a reddit compartir en Tuenti

+
0 comentarios