El precio más bajo no se logra reduciendo la calidad del combustible, sino optimizando la estructura de la estación de servicio. Las gasolineras low cost operan con instalaciones más sencillas y estrategias logísticas más eficientes, lo que permite trasladar el ahorro directamente al consumidor. “La clave está en la eficiencia operativa y la correcta gestión del combustible, no en recortar la calidad del producto”, añade Montero.
El análisis de la OCU coincide con la evidencia técnica: los carburantes, sean low cost o de marca, deben incorporar aditivos que mejoren la ignición, el arranque en frío, la lubricidad, la limpieza interna y la protección del motor, cumpliendo con los requisitos del RD 1088/2010. “Un litro bien formulado y conservado protege el motor independientemente de si se compra en una estación low cost o tradicional”, explica el directivo.
Asimismo, los estándares europeos exigen que los combustibles se almacenen y se conserven de forma que no se degraden ni se contaminen, realizando ensayos periódicos de microorganismos, contenido de agua, oxidación, densidad y partículas. Estos controles permiten garantizar que todos los carburantes sean seguros y respetuosos con el medio ambiente. “Los conductores deben basar sus decisiones en datos objetivos y estándares de calidad, no en prejuicios sobre el precio”, concluye Montero.
En este sentido, Grupo Moure subraya la importancia de desmitificar la percepción de que lo más barato es siempre peor, y recuerda que eficiencia operativa y cumplimiento de la normativa pueden ir de la mano con un ahorro real para los consumidores.