Durante este año he participado en más de veinte eventos y foros profesionales relacionados con el senior living y los nuevos modelos habitacionales flex living. Como presidenta de Coword, donde impulsamos formatos innovadores de espacios compartidos —coliving, cohousing, cosenior y senior living— he tenido la oportunidad de presentar, debatir y analizar hacia dónde se dirige este sector en España. Y en todas esas intervenciones repito algo con conocimiento y convicción: no hay que tener miedo a decir quiénes somos y lo que queremos.
Yo soy senior. Y lo digo con naturalidad, con humor y con orgullo. Lo digo porque esta etapa de la vida no es un cierre, sino un momento de plenitud, autonomía y libertad. Y porque necesitamos una conversación honesta, valiente y abierta sobre cómo queremos vivir los próximos años; y como queremos que puedan vivir nuestros hijos si así lo desean.
Un país que necesita más oferta, no solo más demanda. La realidad es que la demanda sénior está creciendo. Lo vemos cada día en consultas, en grupos organizados, en asociaciones y en encuentros ciudadanos. Las personas mayores de hoy —y las que seremos mañana— buscan calidad de vida, compañía, seguridad y opciones que vayan más allá del modelo asistencial tradicional. Pero para que esa demanda pueda materializarse, España necesita algo fundamental: más oferta.
En Madrid y en varios puntos de la costa están surgiendo los primeros resorts senior living, proyectos híbridos que combinan vivienda, bienestar, servicios y comunidad. Son pasos importantes, pero aún insuficientes. A diferencia de Estados Unidos, Reino Unido o los países nórdicos, aquí no existe un modelo estandarizado ni maduro. Cada proyecto está definiendo su propio camino porque el mercado español todavía se está construyendo.
Y justamente por eso es tan necesario que las administraciones públicas den un paso al frente. Igual que hace décadas incorporaron a su planeamiento las residencias de mayores, hoy deben incluir el senior living, el cohousing sénior y otras tipologías residenciales contemporáneas. Si no generamos suelo, marco regulatorio claro y urbanismo adaptado, España no podrá responder a la necesidad real que ya existe.
Una oferta que debe ser española, no una copia del modelo americano. En muchos debates surge la pregunta de si España debería replicar los grandes resorts norteamericanos. Y la respuesta es clara: no podemos copiar un modelo que funciona en otro contexto social, económico, sanitario y urbanístico, aunque sí podemos inspirarnos.
En Estados Unidos, especialmente en lugares como Miami, Florida o California, es habitual que un mismo complejo incluya varios edificios especializados:
- Independent Living: apartamentos completos para seniors activos que viven sin asistencia.
- Assisted Living: viviendas con apoyo diario y servicios personales.
- Medical Care o Skilled Nursing: espacios destinados a cuidados médicos continuados.
- Memory Care: unidades diseñadas específicamente para personas con demencia.
- Clinical Building u Hospital: edificios sanitarios integrados dentro del propio resort.
Allí, la clasificación responde a la progresión natural de cuidados y a una infraestructura privada consolidada. Pero en España, donde el sistema sanitario es mayoritariamente público y donde el suelo y la normativa son muy distintos, debemos diseñar nuestros propios formatos, con tamaños razonables, servicios ajustados y una integración urbana adecuada. No una copia reducida del modelo americano, sino un modelo realmente español.
La demanda internacional nos marca el paso: alquiler, servicios y flexibilidad
Si observamos mercados más avanzados, encontramos una diferencia cultural profunda: los seniors estadounidenses, británicos o nórdicos están acostumbrados al alquiler, a cambiar de vivienda varias veces a lo largo de su vida y a pagar por servicios. Esto facilita enormemente su transición a modelos senior living.
Muchos financian su nueva vida de distintas formas: alquilando su vivienda en propiedad para obtener rentas, vendiéndola, utilizando productos financieros específicos o accediendo a fórmulas híbridas ofrecidas por operadores con experiencia. En España, en cambio, la mayoría sigue atrapada entre dos opciones: permanecer en su casa —aunque ya no se adapte a sus necesidades— o recurrir a una residencia asistencial. Nos falta un abanico intermedio, donde los seniors decidan cómo quieren vivir.
Los colectivos que luchan por su propio futuro. En este proceso también está emergiendo algo muy valioso: los colectivos ciudadanos que quieren autogestionar su futuro. Un ejemplo inspirador es el Colectivo GuadalVivir, en Sevilla, con quienes he tenido varias reuniones. Llevan años intentando desarrollar su propio proyecto de convivencia sénior, pero se encuentran con propuestas administrativas para acceder al suelo, que luego no prosperan y con barreras para conseguir financiación. Tienen ilusión, conocimiento y voluntad, pero estos proyectos requieren apoyo profesional, análisis jurídico, visión financiera y acompañamiento experto. Sin ello, la mayoría se queda en el papel.
El edadismo: el freno silencioso El edadismo sigue siendo una barrera cultural que condiciona decisiones y limita alternativas. La OMS propone tres vías para combatirlo: políticas y legislación, educación,e interacción entre generaciones. Y aquí los modelos de convivencia compartida son esenciales.
El papel del ecosistema: administraciones, finanzas, seguros y salud. Para que la oferta crezca, España necesita un ecosistema completo. No basta con promotores o arquitectos. Necesitamos que las entidades financieras, las aseguradoras, el sector sanitario, los asesores fiscales y las administraciones comprendan que el senior living no es una moda, sino una necesidad estructural del país.Igual que en otros países la industria funciona gracias a la coordinación entre todos estos actores, aquí debemos construirlo desde cero. Y cuanto antes lo hagamos, mejor preparados estaremos para la transformación demográfica inminente.
2030: más seniors, más solos, más diversos. Las cifras que manejamos son claras: en 2030 habrá más de 12 millones de personas mayores de 65 años en España. Un porcentaje muy elevado vivirá solo, y la soledad no deseada se convertirá —ya lo está haciendo— en uno de los mayores desafíos sociales.Pero también debemos aceptar algo importante: no todos querrán vivir en un cohousing o en un cosenior. Muchos preferirán mantenerse en su vivienda, otros optarán por fórmulas flexibles, y otros buscarán proyectos comunitarios activos. La diversidad es real y hay que respetarla.
La cultura popular ya empieza a reflejar esta nueva realidad. Series como El club de los jueves del crimen en Netflix muestran a seniors activos, conectados, atrevidos, con vida propia y con un enorme sentido de comunidad. Esta es la imagen que debemos reivindicar.
Esto también nos incluye a nosotros. Cuando hablamos del futuro del senior living, no hablamos de algo ajeno. Hablamos de nuestro propio futuro, del mío también. De cómo queremos vivir los próximos años, con quién queremos compartirlos, qué tipo de espacios queremos habitar y qué servicios vamos a necesitar.
Por eso insisto: no se trata solo de construir edificios, sino de construir posibilidades. Oportunidades para elegir. Para vivir acompañados, activos, seguros y libres. Para decidir cómo queremos recorrer la etapa más larga de nuestra vida.
España tiene la oportunidad de liderar este sector. Depende de que las administraciones, las empresas y la sociedad trabajemos juntos. Y depende también de que sigamos hablando con claridad, sin miedo y sin tapujos.