La propuesta soberanista de Artur Mas, que pretende la consecución de un estado soberano e independiente para Cataluña del resto de España, no es tan inconcebible como pueda parecer a primera vista: los avances en este logro pueden conseguirse de una manera más rápida y efectiva de lo que suele pensarse comúnmente y, sobre todo, de lo que nos da a entender el Gobierno del Partido Popular. En primer lugar, hay que entrar a considerar la situación de verdadera debilidad de la economía y política nacional de España: si la situación económica de nuestra nación está atravesando por las peores cotas de bienestar del último medio siglo, no es menos cierto que la situación política e institucional no acompaña en absoluto a la necesaria recuperación de nuestro Estado. La crisis institucional abarca no solo a los órganos centrales del Estado que nos rige, sino que se extiende como los tentáculos de un cáncer a todas las instituciones políticas, partidos sindicatos y resto de organizaciones de las que depende –o pende- la recuperación nacional. La debilidad refuerza la posibilidad de un estado independiente catalán.
Así las cosas, no podemos por menos que analizar muy negativamente el devenir de los últimos acontecimientos, y entrar a valorar objetivamente y sin paños calientes la hipótesis real de un posible estado catalán, escindido del resto de la nación española.
¿Sería posible y real la escisión? ¿Sería viable en lo político, lo económico y lo social? Desde nuestro punto de vista, que se basa fundamentalmente en la visión de un profundo conocimiento de cómo se suceden las cosas en el ámbito de las Relaciones Internacionales, podría ser absolutamente viable y posible tal situación. Y lo que ahora parece más grave e inconcebible: podría ser factible desde el punto de vista del reconocimiento internacional, una vez producido el parto.
Esto, principalmente por el hecho incuestionable de que España es una nación envidiada históricamente y con enemigos en ubicaciones más cercanas de lo que se piensa. Los gobiernos de los últimos lustros no han sabido “quitar la caspa” de esta situación, por mucho que muchos de dichos enemigos históricos son ahora aliados nuestros.
¿Cómo sería un supuesto estado independiente de Catalunya?
En el ámbito de las relaciones internacionales siempre se ha tendido al reconocimiento de estados autodeterminados que son parcialmente reconocidos por diversos Estados y organizaciones internacionales. España ha abusado de ésta práctica en el pasado, por lo que no resultaría nada raro que ahora tuviéramos que soportar el pago con una moneda parecida. Tal es el caso de los supuestos “estados” de Palestina –reconocido por España en contra del Estado de Israel, de quien depende Palestina autonómicamente-, y más doloroso e inexplicable es el reconocimiento de la República Árabe Saharaui Independiente-RASD, cuyo territorio no existe pero que fue antaño provincia española. El Sáhara español forma parte hoy del Reino de Marruecos, país vecino –y supuestamente amigo y aliado de la OTAN- con el que España mantiene una amplísima frontera por tierra, mar y aire. Es inexplicable que España haya reconocido a la RASD, más grave aún si se tiene en cuenta el hecho de en el pasado fue territorio español, no solamente colonia, sino incluso provincia. Si tanto reconocimiento le debe ahora, ¿por qué no abanderó en su momento un proceso descolonizador que hubiera ahorrado dos guerras –la primera incluyó a Mauritania, la segunda sigue viva desde los campos de refugiados de Tinduf-, y el coste de muchas vidas?
¿Podría una Catalunya independiente obtener el reconocimiento de estados hoy “amigos” o aliados de España? Las alianzas más importantes y comprometidas de las que forma parte nuestro país son la OTAN y la Unión Europea, con la que además compartimos la moneda.
¿Qué le hace falta a Catalunya para ser Estado?Antiguamente se confundía entre Estado y Nación. Hoy en día basta con proclamarse Estado, no hace falta nación, sobre todo a raíz de los procesos de independencia colonial a partir de 1950. Catalunya, para muchos, es además nación.
Catalunya cuenta con un territorio propio que incluso tiene pretensiones sobre territorios que no forman parte hoy de la autonomía catalana, como son las islas Baleares, ciertos territorios de la autonomía de Valencia y territorios fuera de España, como el Rosellón francés, que también se considera catalán. Hay un país además, Andorra, que es de “ámbito catalán”, tratándose del único del mundo que tiene el catalán como lengua oficial.
Por tanto, Catalunya cuenta con territorio y con una población, además de con una lengua ya reconocida en el contexto internacional como propia. La caracterización de la lengua catalana excluye además una letra del alfabeto castellano, la “Ñ”, propia de nuestro idioma pero extraña a todos los demás de Europa. Incluso el nombre de Cataluña se escribe diferente en catalán del castellano: Cataluña con “Ñ” en castellano, Catalunya en catalán, lo que le confiere una cierta propiedad excluyente del ámbito español.
Quedarían pendientes algunos elementos necesarios para la conformación de la imagen del nuevo Estado: bandera, escudo y moneda oficial, además de unas Normas Fundamentales o Constitución. Y también aprobar un himno. España es aún un país que tiene música en su himno, pero carece de letra.
Las “constituciones catalanas fueron unas normas promulgadas por los condes de Barcelona y aprobadas por las Cortes catalanas. Tenían preeminencia sobre las demás normas legales y sólo podían ser revocadas por las propias Cortes catalanas. Como derecho pactado, no podían ser contradichas por decretos o edictos de un rey aunque el primer Borbón en España, Felipe V, las abolió con la promulgación de los Decretos de Nueva Planta.
Las primeras constituciones catalanas son de las Cortes de Barcelona de 1283. Las últimas fueron promulgadas por las Cortes catalanas de 1702 y las compilaciones de las Constituciones y otros Derechos de Cataluña siguieron la tradición romana del Códice. La primera compilación fue prescrita por Fernando I de Aragón, a sugerencia de las Cortes de Barcelona de 1413 y se divulgaron en la edición de 1495. Las compilaciones acordadas en las cortes de 1585 y de 1702 fueron publicadas divididas en tres volúmenes.
Esta es la historia parcial. Hubo durante las guerras carlistas algunas promesas de restauración. Durante la Tercera Guerra Carlista (1872-1876), las fuerzas carlistas llegaron a ocupar algunas ciudades de la Cataluña interior. El pretendiente Carlos María de Borbón, nieto de Carlos María Isidro de Borbón, prometió a catalanes, valencianos y aragoneses el retorno de los fueros y, en el caso de Cataluña, de las constituciones que había abolido Felipe V. La promesa no llegaría nunca a cumplirse al no tener éxito la revuelta carlista.
Una hipotética República de Catalunya estaría fuera del “mercado nobiliario” de las antiguas dinastías. Rechazaría la monarquía como forma de estado pero intentaría “resucitar” identitariamente el “resurgimiento” de sus “fueros constituyentes”.
Tendría que redactar urgentemente una constitución republicana que debería ser sometida a aprobada por el Parlament constituyente. Un Parlament que debería saber si en un futuro sería bicameral o unicameral y definirse como Estat en los ámbitos sociales y económicos. Esta definición entraña grandes riesgos, por el independentismo catalán de los últimos años se ha confundido bastante con el republicanismo radical de algunas formaciones que están apoyando últimamente a Artur Mas, como ERC e ICV principalmente.
La evocación de la república Española de los años 30, que devino en Guerra Civil, debe servirnos para pensar hacia donde podría derivar un hipotético estado catalán independiente: en el Diario Oficial del 7 de octubre de 1934, siendo Presidente de la República Española Niceto Alcalá Zamora -no era monarquía como hoy-, tuvo que verse obligado a declarar el Estado de Guerra en todo el país por los gravísimos disturbios que tuvieron lugar en Asturias, pero muy especialmente por la escala de tensión que se produjo tras proclamar la Generalidad de Cataluña el Estado Catalán. Niceto Alcalá Zamora firmó en ese Diario Oficial:
“En Cataluña, el Presidente de la Generalidad, con olvido de todos los deberes que le impone su cargo, su honor y su responsabilidad, se ha permitido proclamar el Estat Catalá. Ante esa situación, el Gobierno de la República ha tomado el acuerdo de proclamar el estado de guerra en todo el país”. Es decir, que en 1934 ya hubo un Estat Català proclamado, por lo que históricamente hay antecedentes.
Bandera y escudoLa Comunidad Autónoma de Cataluña cuenta con una bandera propia, las barras, aunque circulan por los ambientes independentistas otras banderas que han sido ya adoptadas por los que quieren el estado propio: la Estelada, que recuerda a la de Cuba, con un triángulo azul con una estrella blanca. Cataluña tiene un escudo propio, las “barras”, cuyo origen está en las armas de la Corona de Aragón y de la que deriva también la señera –Senyera, en catalán-, que es la bandera de Cataluña. Son cuatro palos de gules en campo de oro.
En la Edad Media existieron otros símbolos que permanecen aún en la iconografía catalana: la cruz de San Jorge, -una cruz roja sobre fondo blanco-, que aparece en el escudo de la ciudad de Barcelona, fue otro escudo catalán muy empleado por los Condes de Barcelona.
Este emblema se utiliza en la bandera del Reino Unido, en la de Inglaterra, o en la de Georgia, pero también en las banderas de las ciudades españolas –y aragonesas- de Zaragoza, Teruel y Huesca, así como las de Tudela, Calahorra o Almería.
Moneda oficialEfectivamente, y como han insistido algunas autoridades de la UE y Banco Central Europeo, una Catalunya independiente quedaría transitoriamente excluida del euro. De manera inmediata, el nuevo Estado solicitaría no solamente el ingreso en la UE –al que una España debilitada intentaría oponerse- sino la incorporación a la moneda única.
Entretanto, la nueva República de Catalunya podría acogerse a la “peçeta”. Efectivamente, nuestra vieja “peseta” procede de un vocablo catalán que significa “piececita” y que ya sirvió a partir de 1871 para sustituir nuestros antiguos reales y maravedises.
No sería nada raro que el nuevo estado catalán volviera a la peçeta como moneda propia transitoria al euro. Una transitoriedad que se resumiría a quizás menos de 24 meses desde la solicitud, dado que es un territorio que ya ha sido miembro de la UE y en el que ha circulado con total normalidad el euro, que cuenta con una aceptación normalizada entre la población. Una de las condiciones para incorporar un estado al sistema económico del Euro es que dicha moneda cuente con una alta aceptación entre sus ciudadanos. Y Catalunya sería el primer estado europeo que solicitara el euro habiendo ya circulado dicha moneda. No sería, por tanto, ningún obstáculo para Catalunya transitar nuevamente y de forma acelerada hacia el euro.
Catalunya en las Relaciones InternacionalesEspaña ha buscado rápidamente la complicidad de países “amigos” entre los que probablemente se encontrarán sus peores enemigos. Van Rompui, y últimamente Durao Barroso, han afirmado, quizás apremiados por los requerimientos del Ministro de Exteriores español, que una Catalunya independiente se quedaría fuera de la UE y del euro. En este se ha insistido intentando infundir un temor, y se han hecho recorrer otras afirmaciones desde USA y FMI como que “es un problema interno de España”. Esto, hasta que lo deje de ser. En el momento en que Cataluña se autoproclamase independiente, caerían en cascada los primeros tibios reconocimientos y “respetos” en el ámbito internacional. Esta situación disociada de la UE no supondría para Cataluña ningún problema: países como Polonia han aplazado o renunciado temporalmente su urgencia de incorporarse al euro, especialmente desde la situación de inseguridad planteada por tal moneda. Polonia ha decidido mantener su moneda nacional, que permite exportaciones más baratas al estar algo devaluada frente al euro. Le permite, además, ser más competitiva, y su mercado laboral se ha incentivado algo con las inversiones procedentes de Alemania.
Cuando Checoslovaquia se desmembró en dos estados –República Checa y la República de Eslovaquia-, todo el mundo en Europa se alegró de tal circunstancia, mucho más placentera que la que suponía la guerra de Yugoslavia. Hay por tanto, cierto cinismo en las consideraciones internacionales que luego se corrigen rápidamente con el devenir de los acontecimientos.
Y hay un episodio mucho más controvertido en el seno de la UE y de la moneda única que conviene ser abordado y analizado con detenimiento, como es el de una situación inversa al de la autodeterminación. La unión de la República Federal de Alemania y la República Democrática de Alemania en un solo estado es un hecho acerca del cual nunca se pidió autorización a ningún Estado miembro de la UE, ni siquiera observaciones acerca de la incorporación de un nuevo estado –la RDA- a la UE ni a la moneda única europea. Debemos aquí recordar que la RDA no cumplía en absoluto con ninguno de los criterios de convergencia para la Moneda Única. Tampoco se consultó a los socios de la UE sobre la idoneidad de incorporar un Estado empobrecido tras la ruptura del CAME y Pacto de Varsovia, cuyos costes de anexión tanto en lo social como en lo económico aún se están pagando.
Visto este preámbulo, podemos atrevernos a afirmar que es bastante probable que, ante el hecho consumado de una autodeterminación dada, algunos Estados–miembros o no de la UE- pudieran atreverse a algún tipo de reconocimiento –tácito o explícito- para una Catalunya independiente. Entre éstos, podrían estar indudablemente los reconocimientos del Reino Unido y de Marruecos pero también, por qué no, los de algunas otras naciones del mundo, como quizás Cuba, Argentina, Venezuela, y algunos países africanos y asiáticos. También caerían en cascada las aperturas de oficinas comerciales, las primeras embajadas y las firmas de los primeros acuerdos comerciales: Estados Unidos sería probablemente uno de los primeros en firmar tales acuerdos. E inmediatamente después, la Unión Europea tendría que estudiar, con los votos en contra de España, la posibilidad de un acuerdo de asociación con la nueva República de Catalunya.