EMBLEMATICO HOTEL CENTENARIO
Cerrado el Hotel Miranda Suizo de San Lorenzo de El Escorial
· No hay versión oficial, pero se vincula esta decisión a la propiedad en quiebra de Arturo Fernández y a la necesidad de realizar costosas obras de acondicionamiento que no pueden asumir sus propietarios
domingo 09 de agosto de 2015, 10:52h
Si existe un establecimiento con solera en San Lorenzo de El Escorial, este es sin duda alguna, el Hotel Miranda & Suizo, un establecimiento centenario que recuperaba la tradición alpina en un entorno que se promovía como antesala de estancias cortas en la bella y pequeña corte de los Austrias, y antesala también de recorridos montañeros, de los que tanto se ha disfrutado durante generaciones enteras. El Miranda & Suizo fue toda una institución en San Lorenzo de El Escorial, un lugar siempre abierto no solo a los clientes del Hotel, sino lugar de encuentro en su cafetería y restaurante, que se convertía en lugar para quedar o, simplemente, desayunar mientras se leía el periódico al borde de sus amplios ventanales que permitían disfrutar de la calle. Pese a haber permanecido casi sin cerrar desde su apertura, hoy aparece cerrado con un lánguido cartel que así lo anuncia, sin mayores esperanzas de que este emblemático establecimiento, vuelva a ser abierto.
Un ramillete de flores plantadas en varias macetas ajadas por el paso del tiempo son las únicas señales de vida que aún resisten en la entrada del histórico hotel Miranda & Suizo de San Lorenzo del Escorial. El establecimiento más antiguo de la localidad, fundado a finales del siglo XIX, echó el cierre definitivo a finales de mayo. El célebre local –localizado en la calle Floridablanca, cerca del Monasterio–, muestra un aspecto lúgubre y poco a poco, deteriorado, influyendo en el comercio de la zona, que ha visto como, de un plumazo, ha desaparecido una gran enseña comercial que se instalaba junto al Real Coliseo Carlos III, una joya de teatro borbónico que se construyó para amenizar las tardes de la corte en verano y que ha sido felizmente recuperado para estrenos en Madrid.
Las contraventanas selladas y las banderas de la puerta principal, enredadas en sus mástiles sin que nadie se hubiera preocupado de liberarlas, certificaban la triste noticia. «Lamentablemente, hemos tenido que cerrar. El hotel está muy viejo. El tejado está en malas condiciones y necesita una reparación urgente. Además, la ocupación había caído en los últimos años», confirmaba a ABC Arturo Fernández, presidente del grupo que lleva su nombre y al que pertenece la gestión de Miranda & Suizo. La víspera de su clausura, las 54 llaves de las habitaciones centenarias colgaban de sus respectivos casilleros en la recepción del hotel. Detrás del mostrador nadie recibía a los huéspedes porque todas las reservas ya estaban canceladas. En el comedor del local en el que Isaac Albéniz, de niño, deleitó a los asistentes con sus primeros recitales de piano, apenas había unos pocos parroquianos.
Una de las más extraordinarias faltas de la calle Floridablanca este verano es la de la terraza del "Miranda", donde no solo turistas iban a deleitarse de su oferta, sino también escurialenses que valoraban la excelencia del local y de sus servicios. Incluso los estudiantes del prestigioso Real Colegio Alfonso XII, gestionado por los Padres Agustinos, acudían de vez en cuando a comer o desayunar o pasar alguna tarde de invierno en sus salones, que resolvían parte de la vida local por su amplia versatilidad. El restaurante, que ocupó además el acondicionamiento de una terraza excelente adosada al Hotel, contuvo una oferta excelente al estilo de la que nos tenía acostumbrados los restaurantes del Grupo Arturo Cantoblanco, a un precio razonable.
Enfundado en un elegante traje y corbata oscuros, el veterano «mâitre», ya vio echar la llave al local hace más de una década. En la Navidad de 2003, el Grupo Lezama comunicaba a sus 34 trabajadores que iban a ser despedidos por el cierre inminente del establecimiento. La falta de entendimiento entre la empresa propietaria del edificio y la arrendataria del hotel, Reshotel –del grupo fundado por el sacerdote Luis Lezama– supuso su fin. Sin embargo, esta vez, fue solo un punto y a parte. El 22 de febrero, ya bajo la firma del Grupo Arturo Cantoblanco, los empleados recibían la feliz noticia de la reapertura. El nuevo director del hotel, Adolfo de la Rúa, se encargó de reunirse con los antiguos empleados para negociar su recontratación. El siguiente paso fue poner al día la cafetería, el restaurante y el servicio de habitaciones.
Escenario de reuniones de famosos e intelectuales, el cierre del histórico local ha sido muy comentado en el pueblo, porque la mayoría de los trabajadores son gente «de toda la vida» que reside en el municipio. «Me da pena que locales con este sabor y personalidad se pierdan. Es el Ritz o el Café Gijón del Escorial. Tienen que hacer lo que sea para salvarlo», comentaba José Ignacio Suárez tras escuchar las explicaciones del camarero. «Me apena que locales con este sabor se pierdan. Es el Café Gijón del Escorial»
El señorial edificio castellano llevaba meses sin llenar sus tres amplios y elegantes salones. Aunque el Grupo Arturo Cantoblanco reformó las habitaciones para que contasen con todas las comodidades de los hoteles modernos (baño completo, minibar, teléfono, televisión, etc.), no lograban superar, sobre todo en invierno, el 50% de la ocupación. «Está todo muy mal en el pueblo. El negocio se sustentaba en el turismo, pero ahora la mayoría de personas se alojan en Madrid. Aquí solo vienen a visitar el Monasterio de San Lorenzo, comen y se marchan», explicaba con tristeza el camarero más joven. «Tanto el hotel como los empleados estamos en un abandono total», resumía otro empleado que lleva una década en el hotel. «Hace un año, se empezaron a caer las tejas. La situación era tan peligrosa que tuvieron que venir los bomberos a proteger el tejado para que no dañara a los viandantes», relata. «Han dejado morir el hotel», se lamenta.
Ahora solo cabe esperar que vengan tiempos mejores y que algún grupo hotelero extranjero o nacional quiera hacerse con esta pequeña joya de la vida comercial escurialense de ña que tantas personas han disfrutado durante generaciones de manera ininterrumpida, como si de una tradición se tratara.