SÉPTIMA ENCUESTA MUNDIAL DEL COEFICIENTE DIGITAL
La transformación digital exige mayor liderazgo e implicación de las empresas
· Por Adriana Beltrán
lunes 16 de noviembre de 2015, 09:19h
A diferencia de la tendencia global establecida, el primer motor que impulsa la transformación digital de la empresa española no es el incremento de los ingresos. Aquí interesa más la habilitación de herramientas para mejorar la experiencia del cliente. Pero esta disparidad de criterio no es óbice para que las firmas nacionales se sitúen por encima de la media internacional en su grado de digitalización. Así lo afirma la Séptima Encuesta Mundial del Coeficiente Digital, elaborada por la consultora PWC, que indaga el modo en que las compañías afrontan, valoran e integran las nuevas tecnologías en sus negocios. Por encima de la media mundial, cabe repetir, con una cota alzada hasta los 77,5 puntos, aunque lejos del grupo de cabeza donde se dan cita las corporaciones que, en esta misma encuesta, superan la valoración de 81. Esta distancia de 3,5 puntos parece suficientemente amplia como para atender las recomendaciones que encarrilen la economía española en la senda del futuro digital.
Nuestras empresas ya han adquirido conciencia de la ventaja competitiva que supone disponer de una buena estrategia digital. En sentido negativo, su carencia reporta ineficiencias para sobresalir en los mercados y desaprovecha las oportunidades prometidas por un uso innovador de la tecnología. Si las firmas líderes en términos globales ostentan un rango de 4,5 puntos sobre cinco en este apartado, las españolas se distancian apenas dos décimas de ellas.
Empero, una cosa es rendirse a la importancia canónica de la estrategia digital y otra, muy diferente, obtener avances significativos en su implementación. En materia digital, nuestras empresas todavía se demoran en el medio punto de distancia del pelotón de cabeza mundial. Sin una visión estratégica a largo plazo de poco valen los movimientos tácticos a corto.
La encuesta señala como responsables primeras del desfase a las mismísimas direcciones ejecutivas (CEO) de las empresas españolas, tibias en su compromiso digital a diferencia de los observado en sus homónimos de las primeras firmas mundiales. De nuevo encontramos una desviación de casi medio punto en el ranking.
La situación empeora si se analiza la implicación de los empleados con la estrategia digital de la empresa. Esta cultura no ha impregnado aún los niveles instrumentales y más operativos de los negocios, con una diferencia de siete décimas entre la puntuación española y la del grupo de cabeza. De hecho, nos ubicamos incluso por debajo de la media mundial.
Entre el máximo responsable de la entidad (CEO) y sus empleados media el resto de directivos, auténticos paladines de la estrategia digital en nuestro país. La puntuación obtenida por los responsables españoles de estrategia digital, los CIO (Chief Information Officer) y los CDO (Chief Digital Officer), supera en una décima a la de los cargos correspondientes en las empresas líderes. También aventajamos al grupo de cabeza en una décima en lo relativo al grado de conocimiento y compromiso del resto de los cargos de la alta dirección (CFO, COO, etc.) con la estrategia digital decidida.
Junto a la deficiente implicación de los CEO españoles y la desconexión de las plantillas, nuestra mayor debilidad radica en el uso a que destinamos la información aportada por la interacción digital con el mercado. Las marcas españolas parecen ignorarlo todo respecto a la posibilidad de obtener rendimientos de los datos que manejan. No en vano, en este capítulo obtienen su puntuación más baja, de 3,3 frente a la media global de 3,7. En capítulo aparte, pero según esta misma lógica, la digitalización española vuelve a quedar por debajo de la media mundial y lejos del grupo de cabeza en materia de adopción de las mejores prácticas del mercado. Nuestras corporaciones, sencillamente, no observan a sus clientes, a sus distribuidores, a sus competidores ni a sus proveedores en busca de inspiración en el campo de las nuevas tecnologías. Un forma de autismo que puede resultarles fatal.
No es, finalmente, una sorpresa la exagerada distancia que se abre -tanto con el grupo de cabeza como con la media mundial- en el capítulo de la medición consciente de la rentabilidad y retorno de las inversiones digitales.
A pesar del sesgo positivo de PWC en sus conclusiones, las empresas españolas siguen mostrando importantes debilidades en aspectos críticos de la digitalización, que parecen apuntar la necesidad de una renovación generacional y de un inexcusable cambio de mentalidad, de arriba abajo, en el conjunto de las corporaciones.