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24 DE ABRIL

La Revolución de los Claveles

La Revolución de los Claveles

· Por Luis Sánchez de Movellán, Doctor en Derecho, profesor y escritor

By Luis Sánchez de Movellán
martes 25 de abril de 2017, 09:29h
En febrero de 1974, Marcelo Caetano es obligado por la vieja guardia del régimen portugués a destituir al prestigioso general Antonio de Spínola y a sus apoyos cuando trataba de modificar el curso de la política colonial portuguesa, que había llegado a ser demasiado costosa y poco efectiva para el país. En ese momento, en que se hacen visibles las divisiones existentes en el seno de la élite del régimen, un desconocido Movimento das Forças Armadas (MFA) decide llevar adelante una revolución. El movimiento nace secretamente en 1973, de la conspiración de algunos oficiales del Ejército, primero preocupados por cuestiones profesionales, pero que acaban politizados por el empantanamiento y el desastre de la guerra colonial.

El 24 de Abril de 1974, un grupo de militares instala secretamente el puesto de comando del movimiento golpista en el Quartel da Pontinha, en Lisboa. Ese día, a las 22,55 se transmite la canción E depois do Adeus del cantautor Paulo de Carvalho por los Emissores Associados de Lisboa (actualmente RTP) Esta canción, compuesta para representar a Portugal en la 12ª edición del Festival de Eurovisión, donde quedó la última, pasaría a la historia por ser la primera de las señales que los militares golpistas habían acordado para desencadenar la toma de posiciones de la primera fase del inminente coup d´etat.

Con la banda sonora de Grândola, Vila Morena, una canción revolucionaria de José Afonso, transmitida a las 0,25 del 25 de Abril de 1974 por la católica Radio Renascença, el llamado Movimento das Forças Armadas ocupó, hace ahora 43 años, los puntos estratégicos del país y seis horas más tarde la dictadura portuguesa se derrumbaba. A pesar del control de la radio, de la televisión, de la prensa, de las escuelas y de la Iglesia, a pesar de la siniestra policía política (PIDE) y del terror, a pesar de todo, la dictadura cayó sin derramamiento de sangre y con los claveles como símbolo espontáneo que los ciudadanos colocaron en las bocachas de los fusiles de los soldados y marineros.

A pesar de los continuos llamamientos radiofónicos de los Capitanes de Abril (del MFA) a la población para que permaneciera en sus hogares, miles de portugueses ganaron las calles mezclándose con los militares sublevados. Uno de los hitos de aquellas concentraciones fue la marcha de las flores en Lisboa, caracterizada por una multitud pertrechada de claveles, la flor de temporada. Ese es el origen del nombre (Revoluçao dos Cravos) dado a esta revolución incruenta y romántica –quizás, la última que la Historia ha contemplado- que, no obstante, arrojó un saldo de cuatro muertos ocasionados por los disparos desesperados de la policía política (PIDE) contra manifestantes civiles desarmados.

Las acciones militares fueron protagonizadas por el legendario comandante Salgueiro Maia que, al frente de las fuerzas de la Escola Prática de Cavalaria ocupó el Terreiro do Paço a primeras horas de la mañana del día 25. Posteriormente el comandante Maia llevó a cabo el cerco del Quartel do Carmo donde Caetano y unos cuantos pides aterrados se refugiaban, logrando que el dictador portugués entregara el poder al aristocrático general Spínola -¿le recuerdan, por cierto, con aquel porte decimonónico y su monóculo al ojo?- y partiera inmediatamente al exilio en Brasil.

La Revolución de los Claveles que puso fin a casi 50 años de salazarismo fue un episodio insólito, tanto por la forma pacífica en que se llevó a cabo como por el carácter militar (el marxista coronel Otelo Saraiva de Carvalho, bajo la sombra del conservador general Antonio de Spínola, como los más conocidos) de sus protagonistas, en lo que parecía y durante algún tiempo intentó ser un proceso revolucionario bolchevizante inspirado por el estalinista Partido Comunista Portugués, bajo la dirección del leninista Alvaro Cunhal. Pronto, sin embargo, esta circunstancia y los propios errores de los revolucionarios, acabarían pesando decisivamente para reconducir el proceso a la esfera de un sistema demoliberal, similar a los de su entorno europeo.

Si la Revoluçao dos Cravos, a pesar de su espectacular y romántica puesta en escena, no pudo mantener su radicalismo y su deriva marxistizante de primera hora, sí marcó decisivamente un nuevo rumbo para la nación portuguesa, su política colonial de ultramar y su integración, junto con los países europeos de su entorno, en la Unión europea.

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