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YA VIENE LA NAVIDAD

Nochebuena en Santillana

· Por Luis Sánchez de Movellán de la Riva, Doctor en Derecho, Profesor y Escritor

By Luis Sánchez de Movellán
sábado 23 de diciembre de 2017, 08:50h
El filósofo y escritor Luis Sánchez de Movellán.
El filósofo y escritor Luis Sánchez de Movellán.
Era en La Montaña. Yo estudiaba entonces gramática latina con el señor Deán de la Colegiata de Santa Juliana de Santillana del Mar, y vivía castigado en la rectoral. Aún me veo en el hueco de una ventana, lloroso y suspirante. Mis lágrimas caían silenciosas sobre la Gramática de Nebrija, abierta encima del alféizar. Era el día de Nochebuena, y el señor Deán habíame condenado a no cenar hasta que no supiese aquella terrible y endiablada conjugación: “Fero, fers, tuli, latum”. Yo, perdida toda esperanza de conseguirlo, y dispuesto al ayuno como un santo ermitaño, me distraía mirando al huerto, dónde cantaba un mirlo que recorría a saltos las ramas de un nogal centenario. Las nubes, pesadas y plomizas, iban a congregarse sobre la sierra de Ubiarco en un horizonte de agua, y los pastores, dando voces a sus rebaños, bajaban presurosos por los caminos encapuchados en sus capas de lona. El arco iris cubría el huerto, y los nogales oscuros y los mirtos verdes y húmedos parecían temblar en un rayo de anaranjada luz.

Al caer la tarde, el señor Deán atravesó el huerto, andaba encorvado bajo un gran paraguas azul, se volvió desde la cancela y viéndome en la ventana me llamó con la mano. Yo bajé tembloroso. Él me dijo:

  • ¿Has aprendido eso?
  • No, señor.
  • ¿Por qué?
  • Porque es muy difícil.

El señor Deán sonrió bondadoso.

  • Está bien, mañana lo aprenderás. Ahora acompáñame a la Iglesia.

Me cogió de la mano para resguardarme con el paraguas, pues comenzaba a caer una ligera llovizna, y echamos camino adelante. La Colegiata de Santa Juliana estaba cerca. Tenía una magnífica portada de estilo románico, y, según decía el señor Deán, era una Fundación del Rey Fernando I de Castilla. Entramos. Yo quedé solo en el presbiterio, y el señor Rector pasó a la sacristía hablando con el monago, recordándole que lo tuviese todo dispuesto para la Misa del Gallo. Poco después volvíamos a salir. Ya no llovía y el pálido creciente de la luna comenzaba a lucir en el cielo triste e invernal. El camino estaba oscuro, era un camino de herradura, pedregoso y con grandes charcos. De largo en largo hallábamos algún sarruján que dejaba beber pacíficamente a la yunta cansada de sus bueyes. Los vaqueros que volvían de los montes trayendo los vacadas por delante, se detenían en las revueltas y arreaban a un lado sus rojas pasiegas o las fornidas tudancas para dejarnos paso. Todos saludaban cristianamente:

  • ¡Alabado sea Dios!
  • ¡Alabado sea!
  • Vaya muy dichoso el señor Deán y la su compaña.
  • ¡Amén!

Cuando llegamos a la rectoral era noche cerrada. Valvanuz, la sobrina del señor Rector, trajinaba disponiendo la cena. Nos sentamos en la cocina al amor de la lumbre. Valvanuz me miró sonriendo:

  • ¿Hoy no hay estudio, verdad?
  • Hoy, no.
  • ¡Arrenegados latines! ¿Verdad?
  • ¡Verdad!

El señor Deán nos interrumpió severamente:

  • No sabéis que el latín es la lengua de la Iglesia…

Y cuando ya cobraba aliento el señor Rector para edificarnos con una larga plática llena de ciencia teológica, sonaron bajo la ventana alegres gaitas y bulliciosos panderos. Una voz cantó en las tinieblas de la noche:

¡“Nos aquí venimos,

Nos aquí llegamos,

Si nos dan licencia,

Nos aquí cantamos”!

El señor Deán les franqueó por sí mismo la puerta, y un corro de zagales invadió aquella cocina, siempre hospitalaria. Venían de una aldea lejana y al son de las gaitas y panderos, cantaron:

“Con albarcas vienen, con albarcas van,

en el cuevanuco llevan leche y pan.

Suben a La Lomba que allí está el portal.

Ya vienen los Reyes, ya vienen y van,

bajan por Fontibre, pasan por Villar.

Suben a La Lomba que allí está el portal.

Los mozos y mozas le quieren cantar

al Rey de los Reyes que ha nacido ya.

¡Alégrate, Manueluco, y cantemos con amor

que en el alto de Carmona ha nacido el Señor.

Con albarcas vienen, con albarcas van,

en el cuevanuco llevan leche y pan

Suben a La Lomba que allí está el portal”

Tras haber cantado, bebieron largamente de aquel claretillo agrio, fresco y sano, que el señor Deán cosechaba, y refocilados y calientes, fuéronse haciendo sonar las gaitas y los panderos. Aún oíamos el chocleo de sus albarcas en las escaleras del patiuco, cuando una voz entonó:

“Esta casa es de piedra,

un trasgu al ratuco empina,

para que durmieran juntos

el Deán y su sobrina”

Al oír la copla, el señor Rector frunció el ceño. Valvanuz enderezóse colérica y abandonando el perolón en la trébede, dónde hervía la clásica compota de manzanas, corrió a la ventana dando voces:

  • ¡Mal hablados!...¡Mal enseñados!...
  • ¡Asi vos salgan al caminu unos lobones rabiosus!...

El señor Deán, sin despegar los labios, se paseaba picando una tagarnina con la uña y restregando el tabaco entre las palmas, cogió un papelín del librete y se lió un cigarruco. Al terminar, llegóse al fuego y retiró un tizón, que le sirvió de candela. Entonces fijó en mí sus ojos enfoscados bajo las cejas, canas y frondosas. Yo temblé. El señor Rector me dijo:

  • ¿Qué haces? ¡Anda a buscar el Nebrija!

Salí suspirando. Así terminó mi Nochebuena en casa del Señor Deán de la Colegiata de Santillana del Mar, ¡Qué Santa Gloria Haya!

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