Me llega la triste noticia del fallecimiento de un grandísimo amigo, Roberto Martín Prieto, y encuentro un rato de soledad para escribir esta nota en su recuerdo. No retengo en la memoria la primera vez que vi a Roberto Martín, debe ser hace muchísimo tiempo, pues yo era un niño pequeño, y él casi un niño también, un jovencito, que pronto entabló una profundísima amistad con mi padre. Algunos pocos amigos de mi padre, muchos de ellos fallecidos ya, quedaron en el equipaje de mi vida cuando él murió, como otros bienes a heredar, mantener y cultivar. Uno de ellos fue Roberto Martín Prieto.
Roberto fue un espécimen humano raro y escaso. De ascendencia vasca, fue un hombre alto, fuerte, de cabello claro y ojos nórdicos azulísimos. Siempre tenía una enorme sonrisa esbozada en su boca, sarcásticamente incluso ante sus enemigos, que los tuvo y muchos. Parte de la vida de Roberto se diluyó en diatribas y enfrentamientos incomprensibles con otras personas, muchas de las cuales no querían en modo alguno que metiera el cuezo en sus asuntos, mucho menos que fuera él el protagonista, como siempre terminaba siendo, y yo creo que muchas de éstas disputas infructuosas tuvieron su origen en la envidia que tenían a un hombre, Roberto, al que le encantaba trabajar, casi no descansaba, era como un motor con gasolina eterna.
Roberto parece que nunca enfermó. No fumaba, bebía poco, solo lo imprescindible para las relaciones sociales, y era un verdadero encantador de serpientes, un comercial nato, un relaciones públicas de nacimiento, un vendedor de raza. Y un gran amigo de sus amigos y un enemigo temible si lo tenías enfrente. Él sabía quiénes eran verdaderamente sus amigos, los valoraba y los defendía a muerte. Y eso era algo de apreciar en un mundo, el que vivimos, que no es otro, que es una verdadera selva y donde son pocos los arrojados a defender al prójimo. Era también un tipo valiente, muy valiente y arriesgado.
Trabajó de todo, comercial, realizador de cámara de cine, publicista, jefe de ventas de diversas compañías, desde seguros a inmobiliarias, gerente de diversas compañías públicas y privadas en Guinea Ecuatorial, pero Roberto Martín Prieto destacó sobre todo lo demás por su afición por la filatelia desde muy joven, que es el origen de mi conocimiento hacia él. Es seguro que, con el tiempo, le hubiera tenido que conocer inevitablemente, incluso sin la intersección de mi padre, puesto que yo me incliné por continuar también la afición por la filatelia y la numismática y Roberto fue un insustituible en lo que él llamaba “filatelia organizativa”.
Hubo un momento de intensa actividad en el entorno de mi padre, en el famoso piso de la calle Hermosillo 93 de Madrid, que era la casa de mis abuelos, donde mi padre mantuvo oficinas. Allí se dispuso durante un largo tiempo la sede del Club Colón de Coleccionismo y, más tarde, de la Sociedad Filatélica Europea (EUROSOFI), entidades de las que Roberto fue dinámico promotor. Desde allí se editó también la revista “Información Filatélica”, que Roberto Martín fundó y mantuvo con acierto y tesón. Fue una de las pocas publicaciones independientes sostenida por una asociación sin ánimo de lucro.
Y Roberto, bien que pese a muchos de los que cuentan quizás con más medios, con grandes grupos y compañías, notables de asociaciones y federaciones, Roberto, digo, fue capaz de conseguir lo que nadie lograba: coordinar y organizar centenares de eventos filatélicos que han quedado en la memoria de todos y que nadie ha sido capaz de emular ni de repetir, ni siquiera poniendo de acuerdo para hacerlo. Roberto juntaba a Correos, a la Fábrica Nacional de Moneda y Timbre, colectivos, personalidades, Instituciones oficiales como Ayuntamientos, Federaciones filatélicas e incluso empresarios que ponían el dinero para que todo funcionara como una maquinaria bien engrasada.
De él surgieron ideas como la de la Corporación Filatélica Española (COFILES), que una importante feria anual en Madrid que se celebraba en el Palacio de Congresos de Madrid, con apoyo de Correos y el Ayuntamiento de Madrid y que el mismo alcalde inauguraba. En éstos eventos, irrepetibles, nadie quería perderse la foto y todos se retrataban. Nadie, excepto Roberto, era capaz de poner juntos a tantos en la foto.
También fue uno de los mejores promotores de la memorable Semana Popular que se organizaba en la plaza de la Ópera de Madrid, coorganizador de varias Exfilnas entre ellas la de Madrid de 1991 y de muchísimos otros eventos como la Exposición Filatélica Tema Europa, los Certámenes Filatélicos y Numismáticos Iberoamericanos, la Exposición Filatélica Hispano-Francesa de 1974 y otras muchas por todas las localidades que podamos imaginar tanto de dentro como de fuera de España, desde Canfranc hasta Estepona, pasando por Buenos Aires.
Es momento seguramente de que se haga un merecido reconocimiento a su figura como uno de los más brillantes perfiles de la filatelia de base asociativa, de un organizador nato que supo integrar visión e ingenio y de reunir siempre en torno la mesa a empresas e instituciones en pro de la filatelia y de su reconocimiento público. Pese a lo que suele decirse, hay unas personas más substituibles que otras, y la organización de eventos y ferias filatélicas importantes no es lo mismo desde que Roberto dejó de tomar parte en su impulso. Su falta ha sido irreparable y eso lo saben bien comerciantes y federaciones filatélicas.
La figura de Roberto Martín merece un acto de reconocimiento en el mundo filatélico que lo destaque como el contribuidor a la difusión y conocimiento de la Filatelia en España que verdaderamente ha sido.
Desde éstas líneas quiero enviar un cariñoso saludo a su familia, a la que tanto aprecio.
Descanse en paz nuestro viejo amigo Roberto.