En la actualidad las denuncias de acoso sexual y de violaciones ocupan los espacios de los medios de comunicación globales. Desde que ha salido a la luz el caso del productor de cine de Hollywood Harvey Weinstein, las denuncias se trasladan a las esferas políticas, empresariales, educativas, militares y deportivas. La Iglesia Católica no quedaría fuera. Nace el movimiento Me Too, iniciado en las redes sociales para denunciar la agresión y el acoso sexual.
Dicen las informaciones que en el Parlamento del Reino Unido, 36 diputados están en la picota. El ex ministro de Defensa Michael Fallon presentó su dimisión. Fallon admitió haber puesto la mano sobre la rodilla de una periodista en el 2002. El informe de un grupo de trabajo del Parlamento hace recomendaciones para la aplicación de un nuevo código de conducta. Dice el informe que “un cambio en la cultura laboral es urgente y esencial”.
En Estados Unidos Lawrence Gerard Nassar, médico de la Federación de Gimnasia ha sido condenado a más de 100 años de prisión por sus abusos sexuales de cientos de mujeres y niñas durante dos décadas en el centro de entrenamiento de la Universidad de Michigan.
Tariq Ramadan, nieto del fundador de los Hermanos Musulmanes, nacido en Suiza, “filosofo” islámico, profesor visitante de Oxford St. Anthony College y catedrático de Estudios Islámicos, ha sido detenido en Paris por la denuncia de dos mujeres de abuso sexual. El islamólogo las calificó como una campaña de calumnias y presentó una denuncia por difamación.
En Estados Unidos el subsecretario de la Casa Blanca Rob Porter renunció a su cargo por las acusaciones de sus dos ex esposas por abuso. Porter ha negado las acusaciones.
En Francia un grupo de mujeres artistas e intelectuales firmaron una declaración en respuesta al Me Too. Comienza la declaración: “La violación es un crimen. Pero el coqueteo insistente o torpe no es un crimen, ni la galantería es una agresión machista” y termina diciendo: “Porque no somos reducibles a nuestro cuerpo. Nuestra libertad es inviolable. Y esta libertad que valoramos no está exenta de riesgos o responsabilidades”.
La respuesta no tardó en llegar. Larurence Rossignol, ex ministra para los Derechos de las Mujeres, consideró el documento como “una bofetada a todas las mujeres que denuncian la realidad sobre la depredación sexual”.
Mientras la revista Time elige como Persona del año 2017 a las activistas de Me Too, Cristina García, legisladora demócrata de la asamblea de California y activista del movimiento, ha sido acusada de acoso por dos hombres. Dice la congresista que no tiene “ningún recuerdo de haberse comportado de manera inapropiada”.
Parecería que se ha abierto la Caja de Pandora